Proceso a un gallo
En Basilea, en pleno Renacimiento, un gallo fue condenado a la hoguera por haber puesto un huevo; intolerable violaci¨®n de la ley natural, que es de naturaleza divina. No fue un caso ¨²nico, pues procesos criminales contra animales los hubo en Europa hasta el siglo XVIII. Lo cuenta J. Needham y lo recoge La¨ªn Entralgo en su espl¨¦ndida Historia de la medicina.
Con todo, ya prevalec¨ªa en Europa el esp¨ªritu racionalista de lo que Renan llamara el "milagro griego". (Impagable lo que La¨ªn dice acerca de las nociones chinas del Tao, Yang y Yin, menos id¨®neas para el desarrollo de una verdadera ciencia natural que los conceptos griegos de physis, logos y tekhne). La curiosidad por las ciencias de la naturaleza -sin meter a Dios en este ajo- se extendi¨® febrilmente y "los diarios dedicaban largas columnas a las obras cient¨ªficas; y algunos incluso se especializaron en ellas". (Mousnier y Labrousse). La divulgaci¨®n de la ciencia alcanz¨® un c¨¦nit en el siglo XVIII, surgieron multitud de instituciones patrocinadas y la Europa avanzada se lanz¨® al descubrimiento cient¨ªfico del mundo. La figura del sabio se hizo popular. "Algunos individuos ganaban su sustento ense?ando de plaza en plaza experimentos f¨ªsicos; en especial les atra¨ªa y apasionaba la electricidad". ?Y aqu¨ª? Es imprescindible la lectura de la Hist¨°ria de la Ci¨¨ncia al Pa¨ªs Valenci¨¤, de L¨®pez Pi?ero y Navarro Brot¨®ns. Aunque centrado en tierras valencianas, este estudio ofrece suficientes referencias de lo que ocurr¨ªa en el resto de Espa?a como para que nos hagamos una composici¨®n de lugar.
Ya no procesamos a los gallos ni arrestamos a los caballos, pero nos ha quedado un poso de indiferencia hacia la ciencia, sin que ello se compense con amor a la literatura y al arte. Somos el pa¨ªs del eco, del remolque. As¨ª, no diremos que nuestros pol¨ªticos y nuestros empresarios odian la ciencia y la tecnolog¨ªa, pero s¨ª que no la quieren lo suficiente como para involucrarse en serio no ya en la ciencia te¨®rica, sino en sus aplicaciones. De Isabel y Fernando el esp¨ªritu no impera, pero hasta cierto punto, todav¨ªa reina. Se acoquinaron nuestros erasmistas y aqu¨ª no hubo Lutero ni menos, Calvino. No procesar¨ªamos a los gallos, pero en Salamanca, en pleno siglo XVIII, todav¨ªa se ense?aba que el sol daba vueltas alrededor de la tierra y que el hombre era el centro del universo. Si un pa¨ªs hubo propicio para el desarrollo del mercantilismo, ¨¦se fue Espa?a, gracias al imperio colonial. Pero ya ¨¦ramos eco y remolque.
No nacer¨ªan aqu¨ª los Galileo, los Newton, los Kepler. En una sociedad rezagada y at¨®nita, los culpables verdaderos miran hostilmente a los presuntos y entre unos y otros producen una siembra de naciones sin Estado y de un Estado sin naci¨®n. Malsano es el viva a la homogeneidad y malsano el viva a la diferencia, cuando ambos gritos surgen del terror a reconocerse en el otro. Ni Castilla hizo a Espa?a ni Castilla la deshizo, como pretendi¨® Ortega. Comuneros y agermanados, dos caras de la misma moneda: defensa a ultranza del Estado teol¨®gico-feudal, repudio del Estado moderno.
Sociedad habemos en la que las brujas, los magos, los adivinos, los curanderos y quienes tienen contacto et¨¦reo o presencial con la Virgen, se asoman exitosamente a las pantallas de las televisiones p¨²blicas y privadas y hacen su agosto. No afirmo que esta impostura ha muerto, por falta de clientela, al otro lado de los Pirineos. La heterodoxia teol¨®gica pervive en los mejores pa¨ªses, incluso en sus formas m¨¢s abrumadoramente primitivas. Ya se sabe, el socorrido t¨®pico seudointelectual de "las almas sencillas". Carne de magia y de comicio a la vez, a qu¨¦ extra?arse si todav¨ªa hay algunos -m¨¢s o menos desigualmente repartidos en las c¨²pulas-, trajeados de siglo XXI los cuerpos y empanadas las mentes de un l¨¦gamo medieval. Cuesti¨®n entonces de grado, pero entre nosotros, aqu¨ª en Iberia, el grado hierve amenazador.
Se pierde la apuesta por el ITER y voces heridas lo atribuyen a la malevolencia de la patria de Pascal, Laplace y Lavoisier. Nos fustigan incluso entorpeciendo la comunicaci¨®n v¨ªa r¨¢pida por los Pirineos. Mezquina venganza, por el asunto de Irak. Pero el ITER est¨¢ en el alero de Francia y de Jap¨®n, porque ambos pa¨ªses, sobre todo nuestro vecino, poseen una experiencia y unos conocimientos sobre el ¨¢tomo que no sufren la comparaci¨®n con nosotros. Por el gran predio peninsular todo han sido, son y ser¨¢n, planes, propuestas, promesas, arengas y, en definitiva, humareda. "Con la grande polvareda/ Perdimos a don Beltrane". Y con intensa y dolorosa belleza metaf¨®ricamente: "Liebre huye; galgos la siguen: ?Dulcinea no (a)parece!". Un pa¨ªs que se escurre de las manos sin que nadie vaya al rescate. Ser¨ªan tiempos para la eleg¨ªa si uno no estuviera ya curado de espanto. "?No me podr¨¦is quitar / el dolorido sentir?". ?Seguro? La resignaci¨®n es un puente hacia la indiferencia, que por cierto, tambi¨¦n a "ellos" alcanza, si bien como ¨²til pretexto.
"El gasto en I+D de las empresas espa?olas es un ¨ªnfimo porcentaje de su facturaci¨®n, y son bien conocidas sus reticencias a invertir en creaci¨®n de conocimiento, tanto fuera como dentro de sus instalaciones". Esto lo dec¨ªa EL PA?S en 2001 y el reproche se extend¨ªa al Gobierno e incluso a la Universidad. Por aquellas fechas, aqu¨ª en Valencia dejaban o¨ªr sus quejas, entre otros, expertos como Gregorio Mart¨ªn y Santiago Grisol¨ªa. Dec¨ªa este ¨²ltimo que "en la Comunidad Valenciana no estamos mejor que el resto de Espa?a". Pero el lamento de estos testigos como de tantos otros, es m¨¢s antiguo y no lleva camino de quedarse anticuado.
Una revista de divulgaci¨®n cient¨ªfica hizo una encuesta entre sus lectores: "Los veinte inventos del siglo". Resultado, de m¨¢s a menos: Penicilina, trasplantes, bombilla, autom¨®vil, ordenador, aspirina, televisi¨®n, radio, avi¨®n, chip de silicio, pl¨¢sticos, l¨¢ser, insulina, ingenier¨ªa gen¨¦tica, nevera, p¨ªldora anticonceptiva, cine, sat¨¦lites artificiales, Internet, lavadora".
No aparecen la fregona ni el chupa-chups, ambos espa?oles. ?Ser¨¢ pudor de los opinantes? Pero no teman los estamentos, en realidad, ya s¨¦ que no temen. Este asunto desde?a las urnas. La costra secular tiene un espesor paquid¨¦rmico.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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