Gui?o a los hispanos
Las medidas que propone Bush para regularizar a millones de inmigrantes ilegales no van a satisfacer a todos los hispanos ya nacionalizados en EE UU y con derecho de voto. Tampoco es lo que busca. Le basta con atraerse a un n¨²mero suficiente de ellos,
en particular en Estados como California, Florida, Tejas o Nuevo M¨¦xico, para reforzar sus posibilidades de reelecci¨®n en noviembre: el pa¨ªs est¨¢ tan dividido como en 2000 y unos pocos votos de la primera minor¨ªa en EE UU pueden inclinar el colegio electoral a su favor.
La iniciativa, en la que faltan muchas precisiones que el presidente deja al legislador, es una expresi¨®n m¨¢s del "conservadurismo compasivo" del que se reclama Bush. En la primera gran reforma desde 1988 de la pol¨ªtica de inmigraci¨®n, propone que un n¨²mero indeterminado de sin papeles -entre 8 y 10 millones, m¨¢s de un 60% de ellos mexicanos- obtengan permisos formales de trabajo para puestos que no quieran ocupar los ciudadanos estadounidenses, por tres a?os renovables, con derechos sociales garantizados, pero que regresen a su pa¨ªs de origen una vez agotados los plazos. De ah¨ª que la principal central sindical de EE UU, la
AFLCIO, considere que estas medidas crear¨ªan una "subclase permanente de trabajadores que no podr¨¢n participar en la democracia", pues no podr¨¢n adquirir la nacionalidad estadounidense, con los consiguientes riesgos de abuso y explotaci¨®n. Para un sector de los dem¨®cratas, es una versi¨®n actualizada del programa de braceros de los a?os cuarenta, y los indocumentados pueden acabar siendo "trabajadores desechables".
Tampoco M¨¦xico est¨¢ satisfecho, aunque el presidente Fox lo haya calificado de un "primer paso", y se haya atribuido parte del m¨¦rito. Fox esperaba que, tras su elecci¨®n, Bush adoptara un programa de regularizaci¨®n plena de estos millones de mexicanos en EE UU, pero el 11-S y sus derivaciones congelaron todo avance, ante la prioridad de "asegurar las fronteras" y la ca¨ªda en el olvido de esta Administraci¨®n de lo que ocurr¨ªa al sur del r¨ªo Grande. No ha sido precisamente el inter¨¦s por el vecino lo que ha movido a Bush en esta materia.
Es un gesto cargado de electoralismo, pero que le permite retomar la iniciativa en pol¨ªtica interna, en un ambiente cargado por la situaci¨®n en Irak, donde siguen muriendo soldados estadounidenses, y robar de forma anticipatoria una parte de la agenda a los dem¨®cratas, sin peligro por su ala derecha, pues por ese lado Bush no tiene rivales.
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