"La poes¨ªa es aquello que quiere liberar a los hombres de los prejuicios y quimeras que los empobrecen"
Yves Bonnefoy (Tours, 1923), poeta, ensayista, cr¨ªtico y traductor, es uno de los grandes escritores vivos en lengua francesa. Ahora se publican en espa?ol dos de sus libros, lo que vuelve a poner de actualidad a este apasionado de las letras, y tambi¨¦n de la pintura -Bonnefoy prepara un ensayo sobre Goya-, que responde a las preguntas de Babelia m¨¢s all¨¢ de las estrictas urgencias editoriales.
PREGUNTA. Usted ha dicho que el gran veh¨ªculo de la poes¨ªa es la confianza, primero en el otro, luego en la palabra. Su obra est¨¢ muy marcada por la voluntad de renovar las relaciones con el mito y lo arcaico. ?Se trata de un deseo de retomar la palabra original, liberada de adherencias de todo tipo?
"La raz¨®n es el ¨²nico motor concebible del posible progreso humano"
"Si los poetas se han dejado llevar al terreno de las enso?acio-nes idealizantes se debe en parte a que la tradici¨®n filo-s¨®fica occidental no ha sabido liberarse de sus quimeras"
RESPUESTA. Es cierto que desde siempre me he interesado por el mito. Hace dos d¨¦cadas coordin¨¦ el trabajo de historiadores y analistas franceses de los mitos en un Diccionario de las mitolog¨ªas concebido como una encuesta sobre la naturaleza de los mitos y su raz¨®n de ser. Pero no por ello creo que el futuro de la sociedad -o el futuro del esp¨ªritu, pues no quiero separarlo de aqu¨¦lla- sea, como cre¨ªa ese gran pensador del surrealismo que fue Andr¨¦ Breton, la creaci¨®n de un nuevo mito en el seno del cual las necesidades humanas puedan establecer una dial¨¦ctica y armonizarse. Tal y como demuestran los estudios de las m¨¢s opuestas sociedades, los mitos son siempre el resultado de m¨²ltiples componentes, muchos de ellos impensados, es decir, fruto de confusiones y errores en la apreciaci¨®n de las situaciones de la vida. Lo que vale es la raz¨®n, el trabajo de la raz¨®n, el an¨¢lisis de esas estructuras complejas o de los deseos y las ambiciones de poder de grupos particulares que se ocultan tras seudoverdades. A partir de ah¨ª es posible separar de toda esa amalgama la forma natural de intercambio viable entre las personas, aquella que mejor garantiza la supervivencia de la humanidad.
P. El t¨®pico quiere que el poeta no profese el culto a la raz¨®n.
R. Desde el momento mismo en que emito reservas respecto al instrumento conceptual puede creerse que no soy amigo de la raz¨®n, que prefiero el juego libre de la imaginaci¨®n, tal y como ¨¦sta aparece implicada en acciones y acontecimientos concretos de nuestra existencia. No es el caso. Pienso todo lo contrario: que la raz¨®n es el ¨²nico motor concebible del posible progreso humano. ?Por qu¨¦? Porque es capaz de deducir de la realidad emp¨ªrica formulaciones que todos debemos aceptar, es decir, el mundo de la ciencia. Y, sin embargo, para llegar a esas formulaciones necesita reducir lo que estudia al estatuto de cosa, lo que hace de los objetos de su atenci¨®n -y tambi¨¦n de nosotros- entidades que parecen manipulables y que nuestro deseo querr¨¢ poseer, consumir, dir¨ªa yo. De ah¨ª que nuestra voluntad se vea destinada a perseguir lo irreal, a empantanarse en quimeras, a perderse en lo fantasmal. El pensamiento conceptual, cuando no es ciencia pura, se ve entorpecido por fantasmas que contribuyen a encerrar cada persona en su soledad y a empobrecer el gran intercambio posible.
?Cu¨¢l es el papel de la poes¨ªa en el proceso que describe?
R. Es en nombre de la poes¨ªa como hay que luchar contra esos fantasmas que empa?an el pensamiento, contra esa confusi¨®n de la mente ocupada por motivaciones ego¨ªstas e inconscientes. La raz¨®n, que sabe que un gato es un gato y que dos y dos suman cuatro, nos permite ver de manera m¨¢s directa cu¨¢les son las necesidades humanas en este mundo. Para m¨ª, la poes¨ªa es lo que libera la acci¨®n de hip¨®tesis falsas, de representaciones que tambi¨¦n lo son y en las que se pierde la palabra. La poes¨ªa hace que pasemos del esp¨ªritu de posesi¨®n, impulsor de equ¨ªvocos y guerra, al deseo de participaci¨®n simple y directa en el mundo.
P. Su manera de referirse a la raz¨®n remite a esa idea de Adorno sobre la imposibilidad de hacer poes¨ªa despu¨¦s de Auschwitz. Para usted es la filosof¨ªa y no la poes¨ªa la que debiera tener dudas sobre su viabilidad...
R. Es verdad, esa frase de Adorno repetida aqu¨ª y all¨¢ se me antoja incomprensible, salvo que ese fil¨®sofo de la creaci¨®n art¨ªstica no llegara nunca a comprender lo que es la poes¨ªa. En resumen, puede que Adorno creyese, banalmente, que la poes¨ªa consiste en so?ar que el mundo es hermoso y que el hombre y la mujer son bondadosos en medio de un mundo maravilloso, es decir, algo que ha sido cruelmente desmentido por los campos de exterminio. Esas ilusiones volatilizadas, y que no hay por qu¨¦ poner en circulaci¨®n de nuevo, eran imaginaciones que la filosof¨ªa hubiera debido hacer imposibles a trav¨¦s de una cr¨ªtica atenta a las trampas en que puede caer el pensamiento conceptual. Si los poetas se han dejado llevar a lo largo de la historia hacia el terreno de las enso?aciones idealizantes y, por consiguiente, falaces, se debe en parte a que la tradici¨®n filos¨®fica occidental tampoco ha sabido liberarse antes de sus quimeras y creencias injustificadas. Pero todos los grandes autores, como Leopardi o Mallarm¨¦, han sido esp¨ªritus l¨²cidos. La poes¨ªa, como tal, no se ve cuestionada por Auschwitz. ?Qu¨¦ es la poes¨ªa? Es aquello que quiere liberar las relaciones entre los hombres de los prejuicios, ideolog¨ªas y quimeras que los empobrecen. La poes¨ªa quiere garantizar un futuro a esa palabra exigente que las ideolog¨ªas detestan y que el nazismo quiso destruir para siempre. Renunciar a la poes¨ªa tras los campos de exterminio ser¨ªa admitir la victoria de estos ¨²ltimos.
P. El centro de inter¨¦s de su obra aparece muy alejado de lo que se ha dado en llamar la "realidad del momento". Seg¨²n usted, ?qu¨¦ relaci¨®n debe existir entre la poes¨ªa o el arte y la realidad?
R. ?Es verdad que me intereso poco por la "realidad del momento"? Me lo han dicho otras veces, pero no es as¨ª como percibo mi relaci¨®n con el presente de la sociedad y del mundo. De hecho, nada me preocupa m¨¢s que la situaci¨®n en que se ha colocado la humanidad y que se me antoja desastrosa. Somos responsables de peligros inmensos que apenas percibimos. ?Hace falta que los enumere? El r¨¢pido deterioro de las condiciones clim¨¢ticas, la transformaci¨®n -que ahora parece fatal- de lo que hubiera podido ser un para¨ªso en un desierto azotado por vientos irrespirables y que se ba?a en mares hoy est¨¦riles es uno de ellos, como lo es la miseria que destruye una humanidad tambi¨¦n amenazada por ideolog¨ªas perniciosas, ninguna de las cuales tiene ni siquiera en cuenta el futuro inmediato del planeta. A?adamos al panorama el deambular de esa multitud ignorante y salvaje de turistas que oculta con su presencia los m¨¢s bellos vestigios del pasado... En fin, prefiero no seguir para no dar la sensaci¨®n de ser un pesimista cuando no lo soy o no quiero serlo. En efecto, por amenazadores que sean los nubarrones que se acumulan en nuestro horizonte com¨²n, una evidencia subsiste: la permanencia de la palabra. El simple animal que somos -y que en tantos aspectos seguimos siendo- ha introducido en la tierra, en el espacio ciego, inconsciente, del propio ser, de la materia, el lenguaje, y ¨¦sa es la v¨ªa que, aunque tambi¨¦n sirve de cauce a lo peor, nos ofrece una oportunidad de salvaci¨®n. Tenemos que confiar en el lenguaje.
P. El lenguaje est¨¢ pues en el centro de su reflexi¨®n y de su manera de estar en el mundo.
R. La esperanza que deposito en el lenguaje es la que hace que parezca que no me intereso por los problemas contempor¨¢neos. Mi reflexi¨®n, mi trabajo, consiste en dar prioridad a todo lo que puede ayudar de manera m¨¢s radical y directa a mejorar la situaci¨®n: no ataco los conflictos o debates del momento, uno a uno, sino que he optado por ir a buscar la ra¨ªz del mal: el desastroso empleo que nuestra modernidad hace del lenguaje. Obnubilados como estamos por el desarrollo del conocimiento cient¨ªfico -que, como tal, es admirable- y prisioneros como somos de las aportaciones tecnol¨®gicas -que pone m¨¢s y m¨¢s distancia entre nosotros y la experiencia de la realidad natural-, hoy s¨®lo pensamos y hablamos de manera conceptual, es decir, sirvi¨¦ndonos de nociones y representaciones generales, que nada saben del tiempo, que nos hacen olvidar nuestra condici¨®n de mortales, que nos impiden comprender el valor fundamental del instante vivido, que nos alejan de los dem¨¢s seres, unos seres que sustituimos por la idea abstracta que nos hacemos de la humanidad y de cada uno en particular. Resumiendo: perdemos contacto tanto con la profundidad del lugar que ocupamos en la tierra como con la dignidad de las dem¨¢s personas. ?sa es la maldici¨®n que acompa?a nuestra palabra.
P. El t¨¦rmino "maldici¨®n" sugiere fatalismo...
R. ?Es una maldici¨®n contra la que se puede luchar! En los poemas encontramos palabras, sonidos y ritmos que permiten escapar a ese encadenamiento conceptual que monopoliza nuestro discurso cotidiano. Es una manera de reabrir el esp¨ªritu a una comprensi¨®n m¨¢s inmediata y plena de la existencia. Ese recurrir a una m¨²sica elemental, original, esa implicaci¨®n del cuerpo en el ejercicio de la palabra, pone en evidencia nuestras aut¨¦nticas necesidades de seres que viven en el azar y el tiempo, en la finitud. Ello no significa que baste para poner fin a las contradicciones y a los conflictos en los que anda empantanada la humanidad, pero s¨ª sirve para separar, para devolver su pureza a la ¨²nica corriente que, a la larga, puede hacer florecer de nuevo la realidad. Debido al temor que siento ante el futuro de la sociedad humana es por lo que estimo necesario que, al menos unos pocos de entre nosotros, nos ocupemos y tengamos como prioridad la investigaci¨®n po¨¦tica de lo inmediato a trav¨¦s de las palabras, aunque parezca que nos desentendemos de los aspectos cotidianos del devenir hist¨®rico, en el plano pol¨ªtico por ejemplo, el cual -cr¨¦ame usted- est¨¢ en el centro de mis preocupaciones cuando, cada ma?ana, escucho las tristes noticias de estos a?os. Es en el nivel fundamental de la relaci¨®n con las palabras, en el seno de significaciones que ocultan la plenitud de las cosas, donde hay que comenzar la lucha contra la violencia y la injusticia. Se trata de cuestionar, no los poderes del concepto, sino su tendencia a limitarse a unas representaciones del mundo autosuficientes, que se olvidan de nuestras necesidades de mortales.
P. Ese culto a la palabra es indisociable de su actividad como traductor de Shakespeare y de otros poetas. ?Qu¨¦ le aporta de espec¨ªfico la traducci¨®n?
R. Es una actividad espec¨ªficamente po¨¦tica. En efecto, traducir no es igual que leer. Cuando se lee se est¨¢ obligado a ir relativamente deprisa, es imposible dedicarse a un intercambio con detenimiento con el autor de la obra. Y si se quiere profundizar ese intercambio a trav¨¦s de la reflexi¨®n cr¨ªtica, entonces se escribe un an¨¢lisis de la obra, un ensayo, es decir, hay que embarcarse en ese pensamiento conceptual que priva, tal y como he intentado explicar antes, de la intuici¨®n po¨¦tica, la del otro ser humano como presencia en el absoluto de un instante compartido. El traductor tiene, sin embargo, otras obligaciones que pueden constituir una gran fortuna, pues si por un lado est¨¢ obligado a ce?irse al menor detalle de los textos, a conocer todos sus aspectos, aunque le obligue a dedicar a ello largos momentos de su vida, estableciendo as¨ª con el poeta que traduce una relaci¨®n de t¨² a t¨² fundada en la b¨²squeda de la verdad, una relaci¨®n verdaderamente ¨ªntima que no tiene equivalente en nuestras vidas, pues la relaci¨®n amorosa no es necesariamente l¨²cida, por otro lado, en la medida en que traduce -dentro de lo posible- poemas por otros poemas, puede realizar ese acercamiento al otro a trav¨¦s de esos sonidos y ritmos que constituyen la escritura po¨¦tica, una escritura que trasciende desde el interior mismo de las palabras a su condici¨®n de meros conceptos y permite comprender una trascendencia parecida en el poeta traducido. Y esto es tanto m¨¢s enriquecedor cuanto que la interrelaci¨®n de conceptos entre un idioma y otro es distinta. Ello sugiere al traductor que debe considerar esas interrelaciones relativas y no absolutas y darse cuenta de que la mirada conceptual no aborda la totalidad de nuestra pr¨¢ctica del mundo. El traductor, de entrada, vive una experiencia aut¨¦nticamente po¨¦tica. Su propio proyecto le prepara para revivir la poes¨ªa que ha escogido traducir.
BIBLIOGRAF?A
Poes¨ªa
Las tablas curvas (Hiperi¨®n).
Principio y fin de la nieve (Hiperi¨®n).
Del movimiento y la inmovilidad de Douve (Visor).
Antolog¨ªa (Lumen).
Ensayo
La nube roja (S¨ªntesis).
La traducci¨®n de la poes¨ªa (Pre-Textos).
Alberto Giacometti (Kliczkowski).
Notas sobre el dibujo (La Esperanza).
Donde la flecha cae (Asphodel).
El artista del ¨²ltimo d¨ªa (Asphodel).
Diccionario de las mitolog¨ªas y de las religiones (Destino).
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