El precio oculto del marisco
El consumo de langostinos crece a costa del impacto ambiental que causa su cultivo
En Andaluc¨ªa, y en el imaginario popular, el langostino se considera un manjar propio de las mesas m¨¢s pudientes, reservado para las grandes ocasiones o adecuado tan s¨®lo para celebraciones muy determinadas, como las de Navidad. Sin embargo, este tipo de asociaciones, razonables hasta hace pocos a?os, se alimentan hoy del t¨®pico. Este marisco ha terminado por convertirse en un alimento de consumo cotidiano, al alcance de casi todos los bolsillos, ofertado de manera permanente, y en grandes cantidades, por numerosos comercios.
Teniendo en cuenta que los recursos pesqueros son cada vez m¨¢s escasos y codiciados, ?c¨®mo es posible este milagro? Al margen de que se haya incrementado el nivel adquisitivo de buena parte de la poblaci¨®n, los langostinos son ahora mucho m¨¢s asequibles gracias a la acuicultura. Seg¨²n datos de la FAO, entre 1970 y 1992 el precio real de los crust¨¢ceos, categor¨ªa en la que se incluyen ¨¦ste y otros mariscos, descendi¨® un 29%. Aunque la pesca tradicional sigue aportando, a escala planetaria, el grueso de este recurso alimenticio (cerca de tres millones de toneladas al a?o), las granjas en las que se cultivan langostinos colocan ya en el mercado cerca de un mill¨®n y medio de toneladas/a?o.
A juicio de numerosos expertos, el precio de los langostinos es artificialmente barato, puesto que no refleja los costes sociales y ambientales que est¨¢ provocando su cultivo en granjas.
En un reciente y documentado informe sobre la cuesti¨®n, redactado por especialistas de Greenpeace, se desvela c¨®mo el 99% de los langostinos cultivados proceden de pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, en donde se est¨¢n destruyendo importantes zonas naturales para el establecimiento de granjas destinadas a la producci¨®n de marisco.
El 25% de la superficie que ocupaban los manglares, bosques que crecen sobre las zonas h¨²medas costeras de pa¨ªses tropicales, ha desaparecido en los ¨²ltimos 20 a?os, fen¨®meno que en gran medida est¨¢ asociado al establecimiento de las conocidas como "piscinas camaroneras". En total se han perdido alrededor de cinco millones de hect¨¢reas de este tipo de ecosistemas, vitales, por ejemplo, para el mantenimiento de las pesquer¨ªas tradicionales.
Asimismo, este tipo de cultivos demandan un uso intensivo de productos qu¨ªmicos y biol¨®gicos, desde fertilizantes hasta pesticidas, pasando por antibi¨®ticos o desinfectantes. Al margen de la contaminaci¨®n que causan en las aguas colindantes, tambi¨¦n se producen graves riesgos para los consumidores finales del marisco. La Uni¨®n Europea ya se vio obligada a prohibir, en 2002, las importaciones de langostinos cultivados en China (el primer productor mundial) debido a la presencia de elevadas concentraciones de antibi¨®ticos, y restos de otras sustancias qu¨ªmicas nocivas se han detectado en partidas procedentes de Tailandia, Indonesia y algunos pa¨ªses latinoamericanos.
Por ¨²ltimo, y aunque resulte parad¨®jico, el engorde de este marisco cultivado se sostiene gracias al aporte de piensos obtenidos a partir de harinas de pescado, de manera que se sacrifican m¨¢s prote¨ªnas de las que se obtienen. Un verdadero derroche en pa¨ªses que son incapaces de alimentar a todos sus ciudadanos.
Greenpeace, al igual que otros colectivos conservacionistas, insiste en la responsabilidad que recae en todos los consumidores a la hora de poner freno a estas pr¨¢cticas y ordenar as¨ª un mercado insostenible desde el punto de vista social y ambiental. Y a los consumidores espa?oles, advierte el informe de esta organizaci¨®n, les corresponde gran parte de esta tarea solidaria. La Uni¨®n Europea es el primer importador mundial de langostinos, y Espa?a lidera la clasificaci¨®n continental con unas 127.000 toneladas/a?o.
Los pa¨ªses de procedencia son variopintos, y suman una veintena, aunque los principales env¨ªos al mercado espa?ol proceden de Colombia, Mozambique, T¨²nez, Brasil, Ecuador y Honduras, pa¨ªses en donde el grueso de estos crust¨¢ceos se obtiene mediante acuicultura.
A comienzos de este mismo invierno, Greenpeace remiti¨® una encuesta a los responsables de centros comerciales y mayoristas que en Espa?a distribuyen este tipo de langostinos, tratando de averiguar las condiciones en que se encuentran las granjas de procedencia, sus sistemas de tratamiento de aguas contaminadas, el control que llevan a cabo en el uso de productos qu¨ªmicos nocivos o las condiciones laborales de los trabajadores que faenan en ellas. De las 13 empresas a las que se solicit¨® esta informaci¨®n, s¨®lo dos contestaron al requerimiento, aunque ninguna de ellas facilit¨® los datos que se le ped¨ªan.
sandoval@arrakis.es
Etiquetas con detalle
Desde 2002 todos los productos pesqueros comercializados en el mercado espa?ol deben estar etiquetados siguiendo unas determinadas pautas. As¨ª, el consumidor debe conocer el nombre comercial y cient¨ªfico de la especie en cuesti¨®n, zona de procedencia o pa¨ªs de cultivo, m¨¦todo de producci¨®n y datos de la empresa que lo oferta. Aunque con esta informaci¨®n es posible discriminar si el producto se ha obtenido mediante pesca o ha sido cultivado, y tambi¨¦n puede determinarse su lugar de origen, hay otros datos, de importancia, que no aparecen detallados.
Al margen de pedir a los consumidores que dejen de comprar langostinos hasta que las correspondientes empresas no garanticen que ¨¦stos han sido producidos de forma sostenible, Greenpeace reclama una modificaci¨®n de las normas que regulan el etiquetado de los productos pesqueros. A juicio de esta organizaci¨®n, deber¨ªa indicarse tambi¨¦n el arte de pesca empleado, el tipo de instalaci¨®n en el caso de explotaciones de acuicultura, el estado en que se encuentra el stock natural de la especie, as¨ª como la cantidad de descartes originados en la pesquer¨ªa.
Esta ¨²ltima informaci¨®n es particularmente importante en el caso de los langostinos, ya que no s¨®lo es insostenible su producci¨®n en granjas, sino que la pesca de los mismos provoca un gran volumen de descartes. Este marisco s¨®lo representa el 2% de todas las capturas pesqueras desembarcadas en el mundo y, sin embargo, protagoniza un tercio del total de descartes. En algunos casos los ¨ªndices de descarte pueden llegar a ser de 40 a 1, es decir, por cada kilo de langostino que se pesca se arrojan al mar 40 kilos de otras especies, o de alevines, que han ca¨ªdo en las redes pero que no son aprovechables o rentables.
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