Monedas
Mis preocupaciones tienen una deuda hist¨®rica conmigo, llevan muchos a?os sin dejarme tranquilo. Cuando empieza el a?o nuevo, todo el mundo desea que se cumplan sus sue?os. Yo me conformo con que se acaben mis pesadillas. As¨ª que cito a mis preocupaciones y me pongo a discutir con ellas, mientras paseo nervioso por mi dormitorio, o por mi despacho, o por mi cuarto de estar, o por mi cocina, o por mi ba?o, o por el pasillo de mi casa. Cargado de paciencia, les recito 2.500 millones de razones para que me dejen tranquilo, pero ellas me los devuelven en calderilla, y se r¨ªen de m¨ª con toda la desfachatez del mundo. Saben perder las formas mejor que nadie, y hablan mientras comen, y se meten el dedo en la nariz mientras hablan, y luego empiezo a oler mal y es que est¨¢n haciendo pol¨ªtica. Huyo para no asistir a su competici¨®n de malas intenciones y de malos vientos, pero me persiguen con la misma furia de una precampa?a electoral en una tribu de can¨ªbales o de chantajistas. Mis preocupaciones han roto cualquier posible pacto con la decencia, no conocen las reglas, ni la verg¨¹enza, sacan lo peor que hay en m¨ª, me indignan y no me dejan pensar. Por eso suelo tomar mis decisiones lanzando una moneda al aire. Hoy he lanzado una moneda para resolver una duda sobre la financiaci¨®n dom¨¦stica. Si sale cara, pens¨¦, le pido a mi vecina lo que me debe, y si sale cruz me hago el tonto y espero a que vuelva a darme un sablazo. La moneda subi¨®, gir¨® en el aire de mi cuarto de estar, cay¨® de canto y se puso a rodar por el suelo.
Como es l¨®gico, yo me puse a seguir a la moneda que se hab¨ªa puesto a rodar por el suelo como un perrito pequin¨¦s. Sali¨® al pasillo, pas¨® por delante de la puerta del despacho, de la cocina, del dormitorio y se meti¨® en el ba?o. No lleg¨® a darse contra el retrete, porque pas¨® por la derecha y fue a estrellarse contra un libro de Historia Universal que me hab¨ªa dejado por descuido en sus cercan¨ªas. Los libros, como las preocupaciones, acompa?an al ser humano en cualquier situaci¨®n, y los lectores vamos dejando huellas y monedas por todas partes. La moneda me condujo hacia un libro de t¨ªtulo exacto: Lista de precios. Sin duda es un buen t¨ªtulo para una biograf¨ªa o un volumen de historia. Cualquier coraz¨®n es un ministro de hacienda, un juego de prometo, compro y vendo. La vida y la historia son as¨ª, una mercader¨ªa, un ajedrez de intereses y necesidades. Todos tenemos un precio delante de los ojos, ya sea a la hora de pagar o de vender. Mis preocupaciones tienen un precio que yo no puedo pagar, y por eso siguen siendo mis preocupaciones, porque no puedo adaptar mis presupuestos a la bisuter¨ªa que me ofrecen. En los negocios son necesarias por lo menos dos manos, la del comprador y la del vendedor. Ya sabemos que hay vendedores con colmillos de vampiro, pero no son m¨¢s indignos que los compradores que le ofrecen el cuello para hacer negocio con su propia sangre. Somos una lista de precios. Y no tenemos derecho a quejarnos del diablo cuando el diablo se aprovecha de nuestra bajeza, de nuestra estupidez, de nuestra indignidad. Lo que me asusta de los vendedores es la confianza que tienen en su idea de la realidad. Consideran que el mundo est¨¢ habitado por seres dispuestos a venderse. Sus razones tendr¨¢n. Y sus preocupaciones.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.