El buen ejemplo

Los modernos estamos cargados de prejuicios contra la imitaci¨®n. Salvo cuando se reserva al grado m¨¢s popular de lo c¨®mico, se presupone contrapuesta a aquellos valores en los cuales el sujeto moderno se ha jugado su mayor¨ªa de edad: la creaci¨®n, la libertad, la autonom¨ªa. Se admite, por tanto, la imitaci¨®n como un comienzo pedag¨®gico, en niveles inferiores del desarrollo individual o colectivo, pero siempre en vista de una madurez que habr¨¢ de excluirla para alcanzar la verdadera originalidad personal, moral, intelectual o est¨¦tica.

Todos los derivados del verbo copiar expresan, en el castellano habitual, este desprestigio. Y, en consecuencia, toda defensa seria del valor de la imitaci¨®n es asociada a un sustrato de pensamiento conservador, cuando no reaccionariamente antimoderno. Javier Gom¨¤, que sin duda ha estado largos a?os prepar¨¢ndose para escribir este libro, nos pone en ¨¦l ante un hecho que, precisamente por el peso del prejuicio reci¨¦n citado, puede resultarnos sorprendente: que este modo de proceder hoy tan desacreditado ha sido regla cultural y principio privilegiado de psicolog¨ªa social durante casi dos milenios de nuestra historia. De ah¨ª una primera virtud de su texto: la erudici¨®n filol¨®gica con la que exhuma esa larga tradici¨®n, en los m¨¢s variados ¨¢mbitos de la cultura, a lo largo de la antig¨¹edad, la Edad Media y el Renacimiento, como imitaci¨®n de la naturaleza, de las ideas y de los cl¨¢sicos.

Puede que la gran ambici¨®n

de esta mirada retrospectiva desdibuje en alg¨²n momento el concepto mismo de "imitaci¨®n", debido al n¨²mero de pr¨¢cticas que intenta abarcar en ¨¦l, pero en cualquier caso tambi¨¦n lo enriquece y es perfectamente eficaz a la hora de lograr el prop¨®sito de poner ante nuestros ojos, de un modo a la vez sin¨®ptico y cuidadoso, ese vasto continente que la Ilustraci¨®n habr¨ªa sepultado tan r¨¢pidamente en beneficio de un modelo de representaci¨®n l¨®gico-abstracto. Esta rememoraci¨®n, empero, no est¨¢ determinada por la nostalgia de la antig¨¹edad ni por un intento de retornar a la ejemplaridad del clasicismo. Gom¨¤ atiende y comparte las razones del proceso incoado por la modernidad contra el privilegio de la imitaci¨®n en nombre de los derechos del progreso, de la creatividad y del conocimiento cient¨ªfico. Pero, al mismo tiempo, entrev¨¦, en las l¨ªneas que derivan de la crisis de la modernidad a partir del ¨²ltimo tercio del siglo XIX, un resurgimiento posmoderno de la cultura del ejemplo, aunque ya no se trate de imitar la naturaleza, las ideas o a los antiguos, sino de emular prototipos (esencial, aunque no ¨²nicamente, morales), y aunque este nuevo paradigma de la m¨ªmesis, por recoger el legado de la modernidad, no pueda ya por menos de ser cr¨ªtico. Scheler, Bergson, las ciencias sociales y la teolog¨ªa, Thomas Mann, Mircea Eliade o Paul Ricoeur son algunos de los elementos de este resurgir cr¨ªtico de los que Javier Gom¨¤ toma los mimbres para esbozar el programa de una "Teor¨ªa general de la imitaci¨®n", a mitad de camino entre lo universal y lo concreto, que se caracteriza por su car¨¢cter declaradamente pragm¨¢tico y por su negativa a integrarse en el "giro ling¨¹¨ªstico" cuya atm¨®sfera sigue hoy dominando la filosof¨ªa.

La defensa de la imitaci¨®n aparece, entonces, como la doble asunci¨®n, por parte de una modernidad autoconsciente, de la necesidad de lo inimitable y de su imposibilidad, que es precisamente lo que hace que pueda haber imitaciones valiosas. As¨ª, en las ¨²ltimas p¨¢ginas se descubre la noci¨®n que gobernaba todo el proyecto -la de experiencia de la vida-, que constituye lo m¨¢s prometedor del ensayo y que nos hace esperar, m¨¢s all¨¢ de su brillante arquitectura de remoci¨®n de prejuicios mundanos y recaudaci¨®n de deudas acad¨¦micas, nuevos ejemplos en los cuales aquello que hemos conocido en la representaci¨®n se nos revele tambi¨¦n en la experiencia, aunque -pues todo lo humano es imperfecto- se trate de la experiencia te¨®rica o literaria.