Una muestra evoca la obra del ilustrador Herreros en la posguerra
Madrid
Enrique Herreros, el portadista m¨¢s c¨¦lebre de la revista de humor de la posguerra La Codorniz, recibe en el Museo de la Comunidad de Madrid el homenaje de una exposici¨®n que glosa su personalidad multifac¨¦tica. Pintor, cineasta, ilustrador, humorista y monta?ero, am¨¦n de ferviente cervantino, Herreros recordaba a uno de esos personajes signados por una capacidad de asombro y un inter¨¦s creativo enraizados en el Renacimiento.
Sin embargo, al vers¨¢til artista pl¨¢stico no le toc¨® vivir tiempos de libertad en la etapa de su vida sobre la que esta muestra versa, entre 1945 y 1958. M¨¢s bien hubo de pechar contra todo lo contrario. Por esta raz¨®n, quiz¨¢, de cuantas formas de expresi¨®n empleara en su pl¨¢stica para invitar a la sonrisa y a la reflexi¨®n, fue el collage su preferida. Con ella defini¨® aquella ¨¦poca, singularizada por la fragmentaci¨®n de un pl¨¢cido mundo de entreguerras que salt¨® en a?icos y devast¨® Europa, mientras Espa?a languidec¨ªa bajo las dictaduras de Primo de Rivera y Francisco Franco.
Resulta sorprendente, pues, contemplar desde hoy la osad¨ªa de algunas de las portadas de La Codorniz realizadas por Herreros en los a?os m¨¢s duros del ¨²ltimo aut¨®crata. Tuvo el coraje de llevar a la cubierta de la revista m¨¢s esperada de aquella Espa?a reprimida, bien la cabeza de un militar separada del tronco, a modo de esos mu?ecos de muelle; bien las efigies huecas de los poderosos o los rostros de mujeres sin relaci¨®n con hombres, mostrando el desd¨¦n por un mundo machista que, tambi¨¦n entonces, las exclu¨ªa del disfrute del vivir, que no del sufrir diario.
Llaman la atenci¨®n los subterfugios empleados a la saz¨®n por humoristas e ilustradores como ¨¦l para publicar cosas tremendas, sin dejar apenas resquicio a la censura. No obstante, Enrique Herreros trabaj¨® en un ambiente period¨ªstico donde la se?a ideol¨®gica dominante, que distingu¨ªa a intelectuales tan dispares como Gonzalo Torrente Ballester o Miguel Mihura, ambos vinculados a La Codorniz, era el falangismo.
La exposici¨®n invita a repensar aquella ¨¦poca de un modo menos t¨®pico que el usual. No es menos dif¨ªcil que necesario convenir en que la est¨¦tica falangista, con tantos elementos tomados del futurismo de Marinetti o del vivere pericolosamente de D'Annunzio, implicaba para sus exponentes la expresi¨®n de un vanguardismo concebido como malestar cultural y, en cierta medida, rompedor, del que dan fe algunas de las composiciones contemplables en esta muestra sobre Herreros, del que no consta, sin embargo, que fuera falangista notorio. La exigua crom¨¢tica que la impresi¨®n t¨¦cnica de revistas admit¨ªa entonces da una idea de la p¨¢tina de aquella edad, entre naranja p¨¢lido, fucsia y el gris dominante.
La exposici¨®n ha sido montada con respeto hacia una figura y una ¨¦poca cuya evocaci¨®n resulta recomendable en tiempos como los presentes, en los que la memoria social para algunos apenas abarca hasta el mi¨¦rcoles de la semana pasada. Su visita acredita que el progreso siempre es posible.
La Codorniz de Enrique Herreros. Museo de la Comunidad. Ram¨ªrez de Prado, 3. Entrada libre. Metro Palos de la Frontera.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.