Par¨ªs descubre la obra del reportero gr¨¢fico Georges Simenon
Exposici¨®n en el Jeu de Paume de las m¨¢s de 3.000 fotos que tom¨® el creador de Maigret
El 18 de mayo de 1989 mor¨ªa en Suiza, a la considerable edad de 86 a?os, el novelista Georges Simenon. Dejaba tras s¨ª una obra reunida en 25 tomos y 25.000 p¨¢ginas, un personaje universal -el comisario Maigret-, un n¨²mero incalculable de amantes y trabajo inacabable para bi¨®grafos y adaptadores. El Jeu de Paume de Par¨ªs nos descubre ahora una faceta mal conocida del escritor: su trabajo como reportero gr¨¢fico, realizado entre 1931 y 1935.
De esa ¨¦poca del escritor, el Jeu de Paume expone en la capital francesa una selecci¨®n de las m¨¢s de 3.000 fotos que el escritor tom¨® con su Leica, un aparato que perdi¨® justo al terminarse la Segunda Guerra Mundial, en el momento en que se instalaba en Estados Unidos. La selecci¨®n se ha realizado a partir de las im¨¢genes captadas entre 1931 y 1935 y ofrecen dos vertientes de la personalidad de Simenon: en un caso descubrimos el universo propio del escritor; en el otro, al ciudadano que intenta comprender y descubrir el mundo en el que vive.
Las fotos simenonianas corresponden a esos paisajes mil veces descritos en sus novelas, a los puertos y sus tabernas, al paisaje industrial del sur de B¨¦lgica, de Charleroi, a las carreteras rectil¨ªneas y brillantes de lluvia que se pierden en el horizonte, siempre enmarcadas por ¨¢rboles filiformes. Son los a?os en que Simenon descubre el mar y el placer de viajar en barco, el tiempo de fascinaci¨®n por Honfleur, Concarneau Boulogne, por una po¨¦tica que respeta tanto la humanidad de las personas como la desolaci¨®n del mundo.
Las mujeres de Tahit¨ª
El otro Simenon, a priori menos personal, es el periodista que da la vuelta al mundo, que se embarca para recorrer el ?frica colonial, que visita los guetos de Varsovia o Vilnius, que se interesa por las horas de asueto de unos trabajadores sovi¨¦ticos que se supone viven en un para¨ªso construido a su medida. Las andanzas del escritor le llevan a Nueva York y a Suram¨¦rica, m¨¢s tarde a Tahit¨ª, donde dice haber encontrado -?al fin!- "mujeres que hacen el amor por el placer de hacer el amor y no para autofinanciarse o progresar en la escala social del universo burgu¨¦s".
La exposici¨®n L'Oeil de Simenon (El ojo de Simenon), que nos revela el talento de periodista de un belga c¨¦lebre, coincide en el tiempo con el 75 aniversario de otro periodista belga famoso: Tint¨ªn. Y resulta interesante comparar las fotos de uno con los dibujos de Herg¨¦, que en esos a?os tambi¨¦n hizo viajar a su h¨¦roe por la URSS, ?frica o Estados Unidos. Los dos coincidieron colaborando tambi¨¦n en la prensa diaria, pero las im¨¢genes de Simenon, que dec¨ªa de s¨ª mismo que no era "ni economista ni pol¨ªtico", y que simplemente intentaba "fotografiar aspectos de la Europa de hoy que preparan la Europa de ma?ana", no pretenden transmitir la superioridad del hombre blanco que se pasea por los suburbios de la civilizaci¨®n y tienen un valor prof¨¦tico: sus paisajes atl¨¢nticos ser¨¢n destruidos por las bombas y los habitantes de los guetos morir¨¢n en las c¨¢maras de gas.
La miseria y desnudez africana no las mira Simenon desde un punto de vista racista, sino que, en el caso de las mujeres, a menudo se asoma el deseo por la boca del objetivo. "Estos reportajes me han ense?ado algo: a considerar las fronteras como inexistentes, las razas como inexistentes. Los hombres y las mujeres son los mismos en todas partes. Basta con rascar un poco, con no quedarse en la superficie pintoresca".
Tras ver ese mundo que se prepara, sin saberlo, para la peor de las guerras, Simenon avanza que "en el fondo, si se quiere matar a un hombre, eso no se hace arranc¨¢ndole la vida, sino priv¨¢ndole de su dignidad". O lo que es lo mismo, convirtiendo el gueto en sistema. Y una vez arrebatada la dignidad, a¨²n har¨¢ falta ir m¨¢s lejos, en contra de lo que cre¨ªa el escepticismo humanista de Simenon.
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