Viva la muerte
Nuestros intelectuales reprochan amargamente la existencia de suicidas asesinos, terroristas de s¨ª mismos, en el agredido mundo ¨¢rabe. Algunos cr¨ªticos son los mismos o los descendientes de los que ensalzaban la muerte heroica del espa?ol en himnos, canciones y art¨ªculos y poemas. Los del "viva la muerte", que dec¨ªa aquel general. Los del "pueblo que sabe morir", los "novios de la muerte" que escoltan ahora Irak para que mejore algo. Pusimos monumento a Eloy Gonzalo, y calle; y lo tienen Manuela Malasa?a o Agustina de Arag¨®n (la primera no cometi¨® m¨¢s hero¨ªsmo que ser fusilada por llevar tijeras de bordadora en su faltriquera y la segunda muri¨® de militara vieja en Ceuta). Aprendimos en el obligatorio Amicis (Coraz¨®n) la historia del tamborcillo sardo que, obligado a arriar de una torre la bandera italiana, se envolv¨ªa en ella y arrojaba de la torre: ejemplo para la infancia. Y eso que son contrarios al suicidio, y yo no: siempre he defendido que cada uno tiene derecho a acabar su vida, pero nunca la de los dem¨¢s. Pero en Espa?a y su Norte se ha determinado siempre que el que acepta la muerte para defender a su patria, que todos dicen que es la elegida por Dios -"Gott mit uns", los alemanes; "God's own country", los americanos...-, es sagrado. Excepto los musulmanes, porque su Dios es un usurpador; o lo ha robado el falso Profeta. Sin embargo, ellos, en su enga?o, creen que su civilizaci¨®n est¨¢ siendo velozmente destruida. Empez¨® despacito a caer, pas¨® siglos de decadencia y ahora es un mundo de pobres dirigido por un grupo de ricos y por los due?os de esos ricos: todo se acaba. Como somos nosotros los que acabamos con ellos, y con sus huellas -el Museo de Bagdad-, y como los dos primeros dioses -el de Judah y el nuestro, que vienen a ser el mismo- les dan a ellos piedras y a nosotros misiles, habr¨¢ que concluir lo que decimos, sobre todo los buenos moralistas -hay tambi¨¦n malos moralistas; yo mismo, a veces: la salvajada de que entre los ni?os de Palestina, a la inevitable pregunta de "Y t¨², ?qu¨¦ vas a ser de mayor?", respondan "terrorista sagrado".
Vista la vida en sus pa¨ªses y su miedo, sus asesinos, sus esclavistas, prefieren el para¨ªso de r¨ªos de leche y miel y d¨¢tiles portados por hur¨ªes virtuales de su religi¨®n. (Las religiones siempre enga?an, ofrecen lo falso a cambio de algo real. Ellos no lo saben).
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