Objetivos fundacionales
La salida de Xabier Arzalluz de la presidencia del Euskadi Buru Batzar del PNV ha dado lugar a todo tipo de conjeturas por parte de observadores y analistas de la realidad vasca. A ello ha contribuido sin duda la manera en que su relevo -y la consiguiente llegada de Imaz a la m¨¢xima responsabilidad del partido- se ha llevado a cabo, con los mismos gestos malhumorados que han jalonado sus ¨²ltimos a?os de presidencia. Parece bastante claro que el resultado de la elecci¨®n llevada a cabo no ha sido del agrado de Arzalluz y que ¨¦ste hubiera preferido dar el relevo a alguien m¨¢s en l¨ªnea con su manera de "ver las cosas". Ahora bien, pocos se atreven a aventurar las consecuencias pol¨ªticas que puede acarrear dicha sucesi¨®n lo que, a su vez, tiene cierta relaci¨®n con la indefinici¨®n ideol¨®gica y program¨¢tica en la que hist¨®ricamente se ha movido el PNV.
Xabier Arzalluz, en una de sus recientes declaraciones vino a decir que la beligerencia del Estado contra su partido demostraba que ¨¦ste se encontraba en la l¨ªnea correcta, es decir, aquella "para la que fuimos fundados". La apelaci¨®n al objetivo fundacional constituye sin duda una llamada a la necesidad de guardar las esencias y evitar tentaciones revisionistas, pero plantea, al mismo tiempo, un serio problema para una formaci¨®n pol¨ªtica fundada hace m¨¢s de un siglo. ?Puede o debe el PNV -o cualquier otro partido- seguir reclamando en el siglo XXI objetivos pol¨ªticos proclamados en el siglo XIX y, m¨¢s a¨²n, hacer de ello el estandarte capaz de unir tras ¨¦l a toda la militancia?
La historia de los ¨²ltimos veinticinco a?os ha venido a demostrar que, tras la muerte de Franco, todos los partidos pol¨ªticos preexistentes a la misma han tenido que modificar, en mayor o menor medida, aspectos que hasta entonces hab¨ªan estado fuera de toda discusi¨®n. Cabe recordar, entre otros, el caso de los partidos que se llamaron durante una ¨¦poca eurocomunistas y que, no sin traumas, decidieron abandonar toda referencia a la dictadura del proletariado como objetivo program¨¢tico. Otro tanto ocurri¨® con el PSOE y su conflictiva renuncia a seguir defini¨¦ndose como partido marxista.
S¨®lo el PNV parece resistir la invitaci¨®n de la historia para redefinir sus objetivos, adecu¨¢ndolos al contexto actual. Antes al contrario, los objetivos fundacionales constituyen la referencia fundamental, la apelaci¨®n recurrente, cada vez que el debate sobre las personas amenaza con abrir el debate sobre las ideas.
Ciertamente, el PNV est¨¢ en su derecho de reclamar la constituci¨®n de un Estado-naci¨®n propio, al estilo de los que se conformaron en siglos anteriores. Ahora bien, no estar¨ªa de m¨¢s que ello fuera el resultado de una reflexi¨®n actualizada, en la que se reconociera que, m¨¢s all¨¢ de lo simb¨®lico, la soberan¨ªa de un territorio -siempre limitada en un mundo como el de hoy- no depende exclusivamente de constituir o no un Estado, sino de otros muchos factores. No hace falta ser un lince para ver que la soberan¨ªa -llam¨¦mosle, si me lo permiten, margen de maniobra o capacidad para incrementar el bienestar de la ciudadan¨ªa- es muy superior en California, en Baviera, o en Euskadi, de lo que lo es en Burkina Faso, en Honduras, o en Laos, lo que en modo alguno significa que dicha capacidad de decisi¨®n y actuaci¨®n no pueda aumentarse, incluyendo algunos aspectos simb¨®licos. Significa simplemente reconocer que conceptos como soberan¨ªa o Estado-naci¨®n no tienen hoy el mismo significado que hace m¨¢s de un siglo.
En este contexto, apelar a los objetivos fundacionales suena m¨¢s a una manera de evitar determinados debates, reduciendo la discusi¨®n a algo mucho m¨¢s prosaico: el dise?o de estrategias de corto y medio plazo que, de paso, permitan fortalecer la propia posici¨®n institucional y la perpetuaci¨®n en el poder.
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