Tapia y tapiz
Tradici¨®n sin costumbrismo, emoci¨®n sin lagrimeo y ornamento sin pastiche: tales son los mimbres con los que est¨¢ trenzado este proyecto de Herzog y De Meuron para la Ciudad del Flamenco de Jerez. Culta y canastera, la propuesta de los suizos re¨²ne el lenguaje contempor¨¢neo y la vida cotidiana en las tapias de un jard¨ªn de estanques y naranjos, que aproxima el ramaje y las ra¨ªces tejiendo una urdimbre de hormig¨®n y aire sobre la trama de una ciudad hist¨®rica. En el coraz¨®n craquelado de la medina, un muro esgrafiado con patrones de interferencia -que de cuando en vez se tornan celos¨ªas- suministra una decoraci¨®n sin delito cuya geometr¨ªa necesaria y azarosa reconcilia la imaginer¨ªa ar¨¢bigo-andaluza con el graffiti urbano, y esa piel de cemento sensualmente escarificada por el encofrado y el tiempo amalgama asimismo la aspereza r¨ªtmica del flamenco y la violencia t¨¢ctil del tatuaje. Tapia y tapiz, la pared luminosa del recinto jerezano es p¨¦trea y textil, grave y delicada, intemporal y juvenil: s¨®lidamente arraigada en el lugar f¨ªsico y simb¨®lico de su emplazamiento, y no menos tupidamente entrelazada con las l¨ªneas de innovaci¨®n material y formal de sus autores.
Fortaleza y para¨ªso, la propuesta de los suizos ofrece un espacio p¨²blico y abierto en el denso n¨²cleo de la ciudad hist¨®rica
La Ciudad del Flamenco -un conjunto de auditorio, museo, escuela y centro de documentaci¨®n- es una iniciativa de Pedro Pacheco, el carism¨¢tico pol¨ªtico que ha sido durante 24 a?os alcalde de la ciudad, con el doble prop¨®sito de servir de escenario emblem¨¢tico y lugar de referencia para la red de pe?as y actividades en torno a esta singular forma art¨ªstica, y de contribuir a regenerar un centro hist¨®rico degradado y progresivamente deshabitado. Al concurso para su construcci¨®n fueron invitados dos equipos sevillanos con importantes obras en Jerez (Cruz y Ortiz, que han remodelado el estadio de Chap¨ªn, y V¨¢zquez Consuegra, que ha proyectado el Palacio de Congresos); el pintor y arquitecto Juan Navarro Baldeweg, que actualmente construye en Madrid una gran obra esc¨¦nica amenazada de paralizaci¨®n, el teatro del Canal; los japoneses Sejima y Nishizawa, cuya ambiciosa ampliaci¨®n del IVAM est¨¢ provisionalmente detenida; el portugu¨¦s ?lvaro Siza, asociado con Juan Miguel Hern¨¢ndez Le¨®n, con quien tambi¨¦n remodela el paseo del Prado madrile?o; y los suizos Herzog y De Meuron, que con su victoria en esta ocasi¨®n a?aden Jerez a un itinerario espa?ol que tiene ya estaciones en Barcelona, Madrid, C¨®rdoba y Santa Cruz de Tenerife.
Localizado en el centro de gra
vedad del recinto delimitado por la antigua muralla almohade, entre dos barrios intramuros -San Miguel y Santiago- que han sido cuna del cante jondo, y sobre el solar del convento mercedario de Bel¨¦n (transformado en c¨¢rcel tras la desamortizaci¨®n, y reemplazado despu¨¦s por una escuela demolida hace una d¨¦cada), el concurso del complejo cultural se enfrentaba a una doble dificultad: la de insertar un significativo volumen de construcci¨®n en un tejido urbano de edificaci¨®n modesta entre calles estrechas y laber¨ªnticas; y la de interpretar con idioma actual un programa que, por su ubicaci¨®n y naturaleza, parece conducir inevitablemente hacia el pintoresquismo folcl¨®rico. Con su decisi¨®n, el jurado quiso reconocer el talento del equipo suizo para abordar ambas cuestiones con una propuesta que, sin renunciar a lo contempor¨¢neo, se integra bien en el grano de la ciudad y en la memoria visual de sus habitantes.
Los restantes participantes en el concurso eligieron estrategias diferentes, desarrolladas en todos los casos con una minuciosidad y compromiso que s¨®lo es explicable desde la fascinaci¨®n que suscita un patrimonio tan esencial como el que se estratifica en el casco antiguo de Jerez, y una vitalidad popular que desborda los t¨®picos genuinos del flamenco, el vino y el caballo. Las propuestas andaluzas fueron casi antit¨¦ticas: Cruz y Ortiz superpusieron los usos en una sobria pieza rectangular, admirablemente encajada en el entorno inmediato, con la escuela colgada en dientes de sierra sobre una plaza cubierta en pendiente, y disponiendo una versi¨®n del teatro total de Gropius sobre el museo subterr¨¢neo para conformar un proyecto seco y exigente, con planta de pabell¨®n expositivo y apariencia de bodega p¨¦trea, a medio camino entre el Moneo rossiano y el Sota del Maravillas; V¨¢zquez Consuegra, en contraste, se inspir¨® en los movimientos del baile flamenco para dise?ar un colosal edificio de fachadas c¨®ncavas, construido con el hierro oscuro de un dolor ancestral que s¨®lo se ilumina con violentos fogonazos de sangre, en una expresionista zarabanda roja y negra.
Juan Navarro proyect¨® un ex
quisito volumen de vidrio opaco y transparente, monumental y cristalogr¨¢fico como una Stadtkrone danzante, con grandes planos mates y lechosos enmarcando fachadas fracturadas que dejan ver el interior ambarino, dorado y blanco como la transfiguraci¨®n luminosa y aristada de una catedral de piedra y porcelana. Sejima y Nishizawa, por su parte, presentaron la idea m¨¢s radical, excavando en el solar un enorme cr¨¢ter escalonado bajo una tit¨¢nica cubierta reflectante, y proponiendo que el recinto sin l¨ªmites protegido por esta nube geom¨¦trica sea a la vez plaza y auditorio, mientras los restantes usos se sit¨²an en las edificaciones circundantes. Siza y Hern¨¢ndez Le¨®n, por ¨²ltimo, ofrecieron un conjunto de prismas y patios tan sabiamente articulados entre s¨ª y tan elegantemente insertos en la trama urbana como cab¨ªa esperar de la caligraf¨ªa inconfundible del maestro portugu¨¦s, rematando el lac¨®nico proyecto con un escult¨®rico ca?¨®n trapezoidal, en voladizo sobre la entrada, que culmina el itinerario interior con la vista enmarcada de la catedral sobre las cubiertas abigarradas del casco hist¨®rico.
Al final, fue la oficina de Basilea -representada en el exposici¨®n p¨²blica de los proyectos por Pierre de Meuron y Christine Binswanger- la que obtuvo el encargo con su versi¨®n libre y abreviada del Alc¨¢zar jerezano: un jard¨ªn oculto tras un per¨ªmetro de tapias en cuyo grosor se alojan las escaleras y tragaluces que comunican con el auditorio y las aulas subterr¨¢neas, y una torre-atalaya de museo que se eleva por extrusi¨®n desde las trazas del suelo. Fortaleza y para¨ªso -en su interpretaci¨®n isl¨¢mica del hortus conclusus cl¨¢sico-, la propuesta de los suizos ofrece un espacio p¨²blico y abierto en el denso n¨²cleo de la ciudad hist¨®rica, se?alado por el hito del mirador y construido con un encaje de tracer¨ªas y celos¨ªas geom¨¦tricas que facilitan la identificaci¨®n popular. Este tratamiento ornamental que coquetea con lo tem¨¢tico y el kitsch venturiano es, desde luego, un homenaje al sitio, pero proviene tambi¨¦n de un prolongado proceso de experimentaci¨®n que ha llevado al estudio desde los gaviones bas¨¢lticos de las bodegas Dominus -celos¨ªas cicl¨®peas a su manera- y los muros rugosos perforados por grietas del Schaulager de Basilea, hasta la ¨²ltima hornada de pieles pixelizadas en los proyectos de museos en San Francisco y Tenerife. El tapiz de tapias de la Ciudad del Flamenco se inscribe en esta secuencia feliz, que alcanza en Jerez un v¨¦rtice de emoci¨®n dif¨ªcil de imaginar con otro tema y en otro lugar.
Luis Fern¨¢ndez-Galiano form¨® parte del jurado del concurso para la Ciudad del Flamenco, integrado asimismo por los arquitectos David Chipperfield, Vittorio Magnago Lampugnani y Dominique Perrault, y presidido por Pedro Pacheco.
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