La igualdad sigue sin echar ra¨ªces
Las mismas cajas que luego llenar¨¢n de naranjas se improvisan r¨¢pidamente como asientos y mesas. Aunque un jornalero nunca sabe a ciencia cierta d¨®nde comer¨¢ cada d¨ªa, el par¨®n del almuerzo toca hoy en una finca de c¨ªtricos en Alcal¨¢ del R¨ªo (Sevilla), a la vera del Guadalquivir, donde est¨¢n recogiendo fruto desde hace varias jornadas. Las mujeres sacan latas de conserva, bocadillos, termos de caf¨¦ y zumos mientras comentan de todo un poco y se lamentan de la informalidad del cami¨®n que deben cargar y que se retrasa por segundo d¨ªa consecutivo.
Es una cuadrilla un tanto ins¨®lita en el campo andaluz. Hay una clara hegemon¨ªa femenina (15 mujeres y siete hombres) y su gobierno est¨¢ en manos de una mujer, Mar¨ªa Jos¨¦ Arco Hidalgo, la "manijera". Tal vez la primera manijera que conduce una cuadrilla de jornaleros. Lo que s¨ª es seguro es que se desmarca de los procedimientos habituales. "Un manijero es el que te dice que no vuelvas al d¨ªa siguiente", suelta una con sarcasmo. "El que te dice: 'ni?a, vu¨¦lvete a por las naranjas", aclara ?ngeles Mart¨ªnez, una jornalera con un pie en la jubilaci¨®n.
En la agricultura andaluza latifundista siempre ha habido jornaleras. En 2002, el Inem pag¨® a 131.600 mujeres de Andaluc¨ªa y Extremadura el subsidio para trabajadores agrarios eventuales
En etapas de bonanza econ¨®mica, cuando los hombres dejan huecos en el campo para dedicarse a otras actividades, los empresarios contratan manos femeninas sin pegas para cualquier tarea
Mar¨ªa Jos¨¦, no. Est¨¢ pendiente de la llegada del transporte, de anotar las peon¨¢s de cada uno y de la organizaci¨®n del trabajo, pero tambi¨¦n retira naranjas como las dem¨¢s. No da ¨®rdenes, propone. "Entre todas buscamos las soluciones, yo conf¨ªo en ellas, s¨¦ que son muy buenas", dice del equipo. Uno de los pocos varones de la cuadrilla, Manuel Conde, de 37 a?os, observa dos cualidades: "Es m¨¢s democr¨¢tica que otras" y "hay m¨¢s compromiso". "La diferencia respecto a otras es del ciento por ciento, este a?o estamos a gust¨ªsimo trabajando", expone de nuevo ?ngeles.
En la agricultura andaluza latifundista siempre ha habido jornaleras, aunque su cifra haya aumentado en los ¨²ltimos tiempos. En 2002, el Inem pag¨® a 131.600 mujeres de Andaluc¨ªa y Extremadura (y a 109.100 hombres) el subsidio para trabajadores agrarios eventuales.
Hay una mayor¨ªa femenina ofreci¨¦ndose como mano de obra y una mayor¨ªa masculina dando empleo. En un encuentro celebrado en El Coronil (Sevilla) en noviembre pasado, Lola, una jornalera de Posadas (C¨®rdoba), denunciaba la discriminaci¨®n que hab¨ªa vivido en los tajos. "Vas a pedir trabajo y el encargado te dice: ?t¨² tienes un hombre?". "Muchas agachan la cabeza y se van, pero otras insistimos en que necesitamos trabajar y no podemos estar a expensas de un hombre", agregaba.
En etapas de bonanza econ¨®mica, cuando los hombres dejan huecos en el campo para dedicarse a otras actividades, los empresarios contratan manos femeninas sin pegas para cualquier tarea. En tiempos de crisis aflora sin tapujos el sexismo. A Mari ?ngeles Gonz¨¢lez, de 34 a?os, la rechazaron en un cortijo de Bollullos del Condado (Huelva) en la campa?a pasada para recoger aceituna, "hasta que no volviera con dos hombres con una escalera". "Los buscamos, y despu¨¦s yo llev¨¦ la escalera igual que un hombre", concluye su historia.
Mar¨ªa Jos¨¦ suscita numerosos comentarios y tambi¨¦n desconfianza por raz¨®n de su g¨¦nero. Como si estuviera incapacitada para organizar una cuadrilla que, como remache, est¨¢ llena de mujeres. De lo m¨¢s variopintas. En la cuadrilla de Mar¨ªa Jos¨¦, formada entre trabajadoras de La Rinconada (Sevilla), figuran jornaleras bien experimentadas, como ?ngeles Mart¨ªnez, que comenz¨® a despuntar el algod¨®n con 12 a?os y, a sus 57 ya cumplidos, sigue saliendo al campo porque, aunque no le guste decirlo tan claro, "es una ayuda para la casa". Pero tambi¨¦n va Davinia Castro, una joven madre soltera de 22 a?os, que s¨®lo hab¨ªa tenido experiencia laboral en la hosteler¨ªa. "A lo mejor aqu¨ª pasas m¨¢s fr¨ªo, pero pasas tambi¨¦n menos horas y est¨¢ mejor pagado", se?ala.
Por 12 horas de trabajo en un bar le pagaban 20 euros. En el campo, por una jornada de seis horas y cuarto que establece el convenio provincial de Sevilla, le abonan 35,88. No todo el a?o, claro. Los ciclos laborales dependen del calendario agr¨ªcola. "Normalmente tienes cinco o seis meses de trabajo al a?o, el resto es de subsidio", indica la manijera.
O de emigraci¨®n temporal. "Irte a 900 kil¨®metros de tu casa y dejarte a tus hijos con tus padres porque no puedes llev¨¢rtelos es muy duro", se lamentaba Antonia, una trabajadora de J¨®dar (Ja¨¦n) en aquel encuentro sobre mujeres jornaleras organizado por el Sindicato de Obreros del Campo (SOC) en el que narr¨® sus salidas a Navarra para recoger esp¨¢rragos. "Y que ahora no s¨¦ por qu¨¦ se dice que es m¨¢s bueno si se coge de noche, que para m¨ª que es igual pero con escarcha encima", apostillaba con iron¨ªa.
El basti¨®n de Marinaleda
Entre jornaleras, la conciliaci¨®n de la vida familiar y laboral se logra con los mismos parches de toda la vida: las abuelas de los cr¨ªos o cuidadores pagados. Las guarder¨ªas pocas veces se ajustan al horario matinal que exige el trabajo agr¨ªcola, a excepci¨®n de la puesta en marcha en Marinaleda, uno de los cl¨¢sicos bastiones jornaleros andaluces, que abre sus puertas a las 6.00 para acoger a los hijos de los trabajadores. Pero Marinaleda es un mundo aparte, creado por gentes del SOC tan peculiares como su alcalde de toda la vida -de la transici¨®n-, Juan Manuel S¨¢nchez Gordillo.
Hace dos d¨¦cadas, ?ngeles, por ejemplo, decidi¨® dejar de trabajar cuando tuvo a sus tres hijos. Volvi¨® a los tajos cuando ya hab¨ªan cumplido los nueve. Mar¨ªa Jos¨¦ ha optado por pagar a alguien para que le lleve a sus dos ni?os al colegio. Davinia deja a su beb¨¦ al cuidado de la abuela. A pesar de todo, la cuadrilla les ofrece un marco flexible para atender cuitas familiares mayor que otros empleos de horario r¨ªgido. Ana Rend¨®n del R¨ªo, de 31 a?os, cerr¨® el bar que gestionaba con su marido cuando decidieron tener hijos. "Una mujer que quiera tener trabajo y ni?os tiene que ganar mucho para pagar a alguien que se quede con ellos", sostiene. Ella se ha adaptado a la vida jornalera. "Me da m¨¢s libertad horaria". Y lo ejemplifica: "Ma?ana tengo que ir al m¨¦dico a hacer una prueba a uno de ellos y voy a faltar". Porque tal vez los tajos se est¨¢n transformando con la entrada de m¨¢s jornaleras, pero donde ha madurado poco la igualdad es dentro de las hogares. "Nosotras tenemos la carga de la casa", concluye Ana.
180 euros menos al mes
A MENUDO EL TRABAJO en el campo se rige, incluso en el siglo XXI, por costumbres de otra ¨¦poca. Raro es el empresario que acude a una oficina de empleo si necesita mano de obra. Sin embargo, m¨¢s frecuente de lo deseable son las desigualdades salariales por raz¨®n de sexo, a la vista del resultado de un estudio elaborado en 2002 por la secretar¨ªa de la mujer de CC OO en Andaluc¨ªa a partir del an¨¢lisis de 11 convenios del campo vigentes entre 1998 y 2002.
En el informe, que incluy¨® entrevistas a 207 trabajadoras, figuraban dos datos que avalaban lo dicho anteriormente. El 58,9% hab¨ªa accedido al trabajo mediante un conocido, lo que llev¨® al sindicato a concluir que "este tipo de pr¨¢cticas no objetivas en la contrataci¨®n son discriminatorias y afectan particularmente, en mayor medida, a las mujeres".
En cuanto a las discriminaciones salariales por raz¨®n de sexo, salieron a la luz algunas tan evidentes como las de M¨¢laga, donde las recogedoras de aceituna recib¨ªan 1,8 euros menos que los vareadores, a pesar de tratarse de un cometido de igual valor. Y las mujeres siempre recogen y los hombres varean. En el estudio se lleg¨® a la conclusi¨®n de que un trabajador del campo cobraba de media 180 euros m¨¢s cada mes que una trabajadora que realizase una labor de igual valor. Casi el 32% de las entrevistadas daba fe de las diferencias salariales.
A tenor del estudio, la igualdad no reina en los tajos, pero casi ni siquiera lo hace sobre el papel. En el informe se estudiaron los convenios con el acento puesto en la perspectiva de g¨¦nero. Sus conclusiones resultaron demoledoras: "La realidad actual de la negociaci¨®n colectiva es que es la ¨²nica fuente del derecho laboral que contiene discriminaci¨®n por raz¨®n de sexo".
En la mayor¨ªa de los acuerdos apenas se mencionaban aspectos relacionados con la maternidad, el embarazo y la lactancia. Tampoco las alusiones al acoso sexual, y menos a¨²n algunas medidas para prevenirlo, a excepci¨®n de los de Granada y Almer¨ªa y el que regula la actividad en la vid en C¨¢diz. Por el contrario se inclu¨ªan disposiciones a favor de quienes tuvieran que realizar el servicio militar o la prestaci¨®n social sustitutoria hasta que se aboli¨®, que iban dirigidas s¨®lo a los hombres.
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