Estrellas
En realidad, los agujeros negros del espacio infinito, que se tragan galaxias enteras, se asemejan a los orificios de nuestra humilde nariz, porque con un poco de pr¨¢ctica, respirando correctamente, cualquiera puede introducir todo el universo en los pulmones para transformarlo en sangre. Esta haza?a espiritual est¨¢ al alcance de cualquier persona sensible, pero hay que seguir algunas reglas. Si¨¦ntese con la espalda recta sobre el aspa de las piernas, cierre los ojos, concentre la mente en la nada, disuelva el yo hasta olvidar el propio nombre e imagine por un momento que todos los astros del firmamento se contraen en un punto luminoso. Si su concentraci¨®n es muy potente sentir¨¢ que esa m¨ªnima ascua, atra¨ªda y guiada a placer por una lenta inhalaci¨®n, atraviesa toda la oscuridad del espacio, entra en la atm¨®sfera terrestre, perfora limpiamente la pared de la habitaci¨®n, se posa en las aletas de su nariz y las hace vibrar como las alas de una lib¨¦lula. De pronto, los pulmones se llenan de estrellas. Hay que retenerlas all¨ª con la respiraci¨®n contenida todo el tiempo posible. Una vez sometidas a un deseo ferviente, con esas esferas celestes uno puede hacer cualquier cosa. Puede llevar la constelaci¨®n de Ori¨®n al h¨ªgado, dejar la Casiopea colgada de la rabadilla, llenar de polvo c¨®smico el intestino grueso o liberarlas de nuevo a trav¨¦s de las u?as iluminadas. Usted es capaz de eso y m¨¢s. Someter los astros incandescentes, puros, arm¨®nicos y algebraicos a la mente es muy f¨¢cil. Pero este ejercicio se complica cuando el iniciado pretende inhalar la suciedad del mundo que le rodea. Hay que realizar un esfuerzo sobrehumano para que el agujero negro absorba la basura diaria que flota en el ambiente alrededor del yo. Empiece de nuevo. Ponga el trasero en la alfombra, concentre su mente en la nada, respire profundamente. Una detr¨¢s de otra las galaxias en fila emprender¨¢n camino en direcci¨®n a su nariz y cuando, al inhalarlas, se sienta uno el ser m¨¢s puro del universo, sin duda, oir¨¢ un enorme rebuzno de un asno que cruza la Tierra formando parte del ox¨ªgeno del aire, y a ese sonido seguir¨¢ el guirigay de innumerables monos, muchos de ellos armados y algunos coronados con mitras, birretes y gorras de plato. No obstante, inspire, inspire. Trate de meter toda la historia de este jodido mundo por la nariz para convertirla en anh¨ªdrido carb¨®nico. Al final puede que le quede colgada del diafragma una estrella que no ha querido volver al espacio.
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