"La definici¨®n etnicista del nacionalismo hizo imposible la s¨ªntesis con el socialismo"
El libro Se?as de identidad. Izquierda obrera y naci¨®n en el Pa¨ªs Vasco, 1880-1923 (Editorial Biblioteca Nueva. Madrid 2003) forma parte de un amplio proyecto para abordar una nueva historia social del Pa¨ªs Vasco. En esta obra, Antonio Rivera, catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea y vicerrector del campus de ?lava de la UPV, bucea en una ¨¦poca apasionante y esencial de nuestro pasado para buscar las razones por las que en Euskadi fue tan dif¨ªcil que la izquierda obrera asumiera un perfil m¨ªnimamente vasquista.
Pregunta. ?Cu¨¢l es la aportaci¨®n de este trabajo sobre los ya publicados sobre la cuesti¨®n?
Respuesta. Trata de retomar un debate que ya fue abordado lateralmente entre los setenta y principios de los ochenta. Historiadores se?eros, como Fusi, Antonio Elorza o Juan Jos¨¦ Soloz¨¢bal, en sus trabajos sobre el nacionalismo vasco, se interesaron por sus relaciones con el primer socialismo y en alg¨²n caso se preguntaban porqu¨¦ no fue posible en aquel tiempo la configuraci¨®n de una izquierda vasquista. Lo que yo hago es centrar la mirada en la cuesti¨®n de la identidad nacional de la clase obrera en la primera industrializaci¨®n vasca y, en concreto, de la parte movilizada y de la opci¨®n pol¨ªtica mayoritaria entre ellos, el socialismo. Trato de responder a la pregunta de porqu¨¦ esta gente de la izquierda no tuvo la posibilidad, no ya de definir una opci¨®n nacional, sino siquiera de afirmarse en t¨¦rminos vasquistas, de abrazar una suerte de cultura com¨²n que pudiera integrar a la mayor¨ªa de la poblaci¨®n vasca, ya fueran nacionalistas, mon¨¢rquicos, carlistas o socialistas.
"Era imposible que los obreros se identificaran con la imagen de lo vasco vigente entonces"
"Ambas ideolog¨ªas supieron catalizar las energ¨ªas enfrentadas para prosperar"
P. ?Y por qu¨¦ no fue posible, a su juicio?
R. La definici¨®n de lo vasco que en el ¨²ltimo tercio del XIX hac¨ªa la clase dominante era casi la ant¨ªtesis de las se?as de identidad con las que se reconoc¨ªa el movimiento obrero de la ¨¦poca. La identificaci¨®n del Pa¨ªs Vasco por la tradici¨®n, la religi¨®n, la lengua y la tierra mal pod¨ªa encajar con la visi¨®n de clase, internacionalista y laica de una gente que en gran parte ven¨ªa de fuera. Y menos cuando se impone la formulaci¨®n m¨¢s dura que hace Sabino Arana.
P. ?Era inevitable, pues, el choque entre estos dos movimientos casi coet¨¢neos?
R. En realidad, hay dos choques. El de dos opciones pol¨ªticas que entran en liza por un mismo espacio electoral, pero que en ese momento se reduce b¨¢sicamente a Bilbao y la R¨ªa. Y luego hay otro choque abiertamente cultural, entre dos cosmovisiones que no tienen ning¨²n punto de encuentro. En este sentido, creo que la formulaci¨®n etnicista, antiespa?ola, tradicionalista e, incluso, integrista que adopta el nacionalismo imposibilita ese punto de encuentro con el socialismo o, en sentido m¨¢s amplio, el obrerismo. Esta definici¨®n antimaketa del nacionalismo favorece que el socialismo, salvo excepciones, como el doctor Jos¨¦ Madinabeitia o Toribio Echevarr¨ªa (curiosamente, guipuzcoanos, del entorno de Eibar, y que lo hacen confusamente), renuncie a una discusi¨®n sobre cu¨¢l es su opci¨®n nacional en el marco vasco. Acuden a un doctrinarismo tradicional y a la vieja frase de que los obreros no tiene patria.
P. Curiosamente, ambas ideolog¨ªas salen fortalecidas de ese enfrentamiento directo.
R. S¨ª. Hay un pron¨®stico muy ingenuo de Unamuno, que dice que el destino del choque de estas dos fuerzas es que una elimine a la otra, porque de lo contrario la historia se detendr¨ªa. No fue as¨ª, sino que ambas se alimentaron mutuamente, fueron capaces de catalizar las energ¨ªas enfrentadas para prosperar, en perjuicio de movimientos muy potentes entonces, como los mon¨¢rquicos o los carlistas, que son subsumidos dentro del nacionalismo en general. Esto, no obstante, s¨®lo pasa en Vizcaya.
P. En el libro apunta que el autonomismo fue la forma en que el socialismo vasco encar¨® la cuesti¨®n nacional partiendo de su espa?olismo.
R. S¨ª, pero el autonomismo hay que ir a buscarlo ya a la Segunda Rep¨²blica. He puesto fin a la primera parte de este trabajo en 1923, en puertas de la dictadura de Primo de Rivera, porque entend¨ªa que el periodo ya ten¨ªa una entidad suficiente. Es a partir de la posici¨®n muy clara de Indalecio Prieto contra la dictadura, desde 1927, y sobre todo con la llegada de la Rep¨²blica cuando cobra cuerpo su idea, ya enunciada anteriormente, de que la ¨²nica v¨ªa de que el autonomismo prospere es que lo dirijan los socialistas, como se vio en el primer bienio de la Rep¨²blica. Pero antes del 23 no hay un discurso autonomista bien trabado dentro del socialismo vasco, por m¨¢s que en el congreso del PSOE de 1918 ya se enuncia como una soluci¨®n general para el problema regionalista planteado en Espa?a.
P. ?Es una peculiaridad vasca esa s¨ªntesis imposible entre nacionalismo y socialismo?
R. Esto no sucede en otros lugares. Ah¨ª est¨¢ la referencia de Catalu?a, que experimenta un fen¨®meno de industrializaci¨®n e inmigraci¨®n similar al de Vizcaya y, sin embargo, el nacionalismo que prospera a partir de la crisis de la primera guerra mundial, en los a?os treinta o ahora mismo es muy distinto al vasco; es un nacionalismo de abanico, que tiene una expresi¨®n de izquierda, de derecha y de centro. Y al mismo tiempo surgen grupos de izquierda catalanistas. Quitando la an¨¦cdota de ANV, aqu¨ª el nacionalismo s¨®lo tuvo una ¨²nica expresi¨®n pol¨ªtica, el PNV, hasta la irrupci¨®n de ETA en el sesenta y ocho. Este nuevo discurso nacionalista s¨ª conecta con una determinada tradici¨®n de la izquierda, aunque no sea la m¨¢s liberal sino la m¨¢s dogm¨¢tica y ortodoxa, que era una del las que se llevaba entonces.
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