?Nos lo merecemos?
Me parece que no nos lo merecemos. No nos merecemos que las expectativas generadas por el Gobierno plural de izquierdas, tras 23 a?os de hegemon¨ªa convergente, queden en entredicho por un asunto m¨¢s de forma que de fondo. El problema no es que Carod Rovira, el ex abad de Montserrat, Llu¨ªs Llach o un humilde servidor nos entrevistemos con el mism¨ªsimo diablo en Perpi?¨¢n. Nadie puede sorprenderse de ello ya que son innumerables las ocasiones en que Carod Rovira ha manifestado por activa y por pasiva su compromiso con el di¨¢logo para contribuir a pacificar definitivamente el Pa¨ªs Vasco. Tampoco deber¨ªa ser problema que lo haya hecho sin alharacas y ruedas de prensa dada la naturaleza del encuentro. El problema es de sombrero. Lo hizo siendo conseller en cap y presidente en funciones de la Generalitat tras apenas unos d¨ªas de su toma de posesi¨®n. No nos merecemos que por un evidente sentido de falta de oportunidad y de protagonismo mal entendido se pueda dar munici¨®n de tal calibre al ej¨¦rcito de resentidos y preocupados dispuestos a arruinar tantas esperanzas.
No nos merecemos tampoco que esas mismas esperanzas sean simple carnaza para profesionales del complot, interesados s¨®lo en triturar las ya de por s¨ª pocas posibilidades del PSOE para disputar la hegemon¨ªa del PP. Suena tanto a operaci¨®n y a montaje de los Zarzalejo Brothers, bien situados en Abc y La Moncloa, que no nos queda m¨¢s remedio que preguntarnos por qu¨¦ no se aplica tama?a eficiencia en perseguir facinerosos y malhechores, y no s¨®lo en utilizar los ping¨¹es beneficios que origina el airear oportunamente los trapos sucios de ¨¦ste o aqu¨¦l. ?Se hace eso mismo en otras ocasiones menos publicitadas pero igualmente rentables? Tanto sentido de la oportunidad y tanta explotaci¨®n de las ganas de Carod nos deber¨ªan obligar a ser exigentes con las condiciones de trabajo de tales fontaneros.
No nos merecemos tampoco que las ambivalencias del PSOE y su heterogeneidad interna, la lucha por el poder que se abrir¨¢ sin cuartel el d¨ªa 14 de marzo por la noche a poco que los resultados electorales se acerquen a lo que se?alan los sondeos, o la falta de alternativa a la pol¨ªtica antiterrorista del PP, acaben contaminando la vida pol¨ªtica catalana, y llenando un d¨ªa s¨ª y el otro tambi¨¦n las p¨¢ginas de los peri¨®dicos de puyazos al acuerdo de Gobierno tripartito. No es de recibo, como dec¨ªa ayer Joan Barril en las p¨¢ginas de El Peri¨®dico, que lo que val¨ªa el lunes por la tarde para Rodr¨ªguez Zapatero no valiera ya a las once de la noche tras recibir el aparente l¨ªder del PSOE las oportunas advertencias de Bono y c¨ªa. Al final resultar¨¢ que quien marca la estrategia pol¨ªtica del Gobierno catal¨¢n sigue siendo el PP, aunque ahora con m¨¢s costes de transacci¨®n v¨ªa barones y calle de Ferraz.
No nos merecemos salir de esta crisis sin cerrarla. No era f¨¢cil. Y menos con los focos instalados en frente del Palau de la Generalitat y a pocas semanas de unas elecciones. La salida hacia delante de Carod, su planteamiento plebiscitario, la ambig¨¹edad en relaci¨®n con la identidad entre su persona y Catalu?a (sonsonete que conocemos bien, pero que cre¨ªamos haber dejado atr¨¢s), su enga?osa reclamaci¨®n de ser la ¨²nica izquierda catalana sin ataduras con otras fuerzas del resto de Espa?a, o su complejo viaje de ida y vuelta de Madrid, si bien parecen solucionar airosamente la situaci¨®n planteada y permitir¨¢n probablemente recomponer unos equilibrios hoy cuestionados, pueden acabar provocando m¨¢s y m¨¢s contradicciones internas en el seno del tripartito.
No nos merecemos la oposici¨®n que concita el tripartito. Sin duda, siguen demasiado abiertas las heridas. Son demasiado recientes las escenas de traspaso de poderes y el hacer y deshacer maletas y cajas. Pero quiz¨¢ era ¨¦sta una buena ocasi¨®n para que CiU buscara posiciones propias, actuando sin resentimiento, yendo m¨¢s all¨¢ de la temprana emisi¨®n de certificados de defunci¨®n del Gobierno neonato; tendiendo puentes, a lo mejor, hacia una posici¨®n unitaria catalana en relaci¨®n con el Pa¨ªs Vasco que ayudara al PSC a clarificar un poco m¨¢s su posici¨®n y aislar a la parte m¨¢s recalcitrante del PP.
No nos merecemos que se nos espa?olice definitivamente la pol¨ªtica catalana. Una versi¨®n de Espa?a que cada vez nos entiende menos. Ofuscada por la pol¨ªtica partidistamente patriotera y sembradora de miedos del PP. No podemos resistir mucho m¨¢s tiempo en esa visi¨®n de Espa?a que no deja que nos asomemos a Europa. Que no tolera la pluralidad ni la disidencia. Como tampoco merecemos que avance el totalitarismo. El totalitarismo al que me refiero es el aspecto an¨®nimo, burocr¨¢tico y omnicomprensivo de una concepci¨®n de la sociedad que se nos presenta como la ¨²nica racional y que pretende imponerse a cualquier atisbo de vida colectiva diferenciada. Aznar tiene incrustada una idea totalitaria de Espa?a, una imagen de lo que debe ser ese pa¨ªs, a la que quiere someter al conjunto de la poblaci¨®n, est¨¦ o no de acuerdo. Y para ello no duda en utilizar el terrorismo, la inseguridad, Irak o la inmigraci¨®n como los espantajos en los que seguir construyendo su hegemon¨ªa.
Nos merecemos respirar. Nos merecemos que nos dejen probar. Que nos permitan equivocarnos. Sin los mesianismos de unos y sin las amenazas de los otros. Con las complicaciones y riquezas de gobernar pluralmente, con tres voces y tres tenores. Una Catalu?a plural, laica y socialmente avanzada. Nos merecemos unos gobernantes que entiendan que estamos viviendo momentos complicados en los que conviene trabajar sin atizar demasiado el fuego. Nos merecemos poder confiar en nuestros gobernantes, pero sin que esa confianza sea ilimitada. "Confiad en m¨ª", nos dice Carod. Ser¨ªa probablemente mejor que nos dijera que conf¨ªa en nosotros y que har¨¢ todo lo posible para caminar juntos y no todos detr¨¢s de uno. No nos merecemos que el tripartito sea una carrera de obst¨¢culos sin fin en la que cada dos por tres vivamos meneos como ¨¦stos. Nos merecemos y debemos exigir compostura, seriedad y af¨¢n de responder a los retos sin miedos, pero tambi¨¦n sin audacias fuera de lugar ni plebiscitarismos recurrentes. Nos merecemos que la ilusi¨®n nos dure, al menos, unos meses m¨¢s.
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