Tripartito
El arte de gobernar entre tres es sin duda una tarea dif¨ªcil. Hay que convivir con las sorpresas y esforzarse para que los vientos y el tim¨®n lleguen a un pacto que permita mantener el rumbo. Al principio se corre el peligro de cohabitar en la barca de los locos, amenazados por las tentaciones de la promiscuidad, pero despu¨¦s las cosas encajan, unos intereses se mezclan en los otros y llegan a fundirse con milagrosa perfecci¨®n. El modelo m¨¢s envidiable fue alcanzado hace siglos por la unidad trina de Dios, que consigui¨® ser tres en uno y gobernar los rumbos de la creaci¨®n como un tripartito de pol¨ªticas celestiales. Padre, Hijo y Esp¨ªritu Santo tienen a la vez un poco de todo, se complementan como personajes de un mismo sue?o y comparten las carteras hasta el punto de que nadie se atreve a decidir d¨®nde empiezan o acaban las competencias culturales, militares, econ¨®micas, ecol¨®gicas o medioambientales de la divinidad. El tripartito perfecto es un asunto de planificaci¨®n familiar, el arte maravilloso de una paloma del Coto de Do?ana que vuela hasta la base de Rota para decirle a una sargento americana, de parte del reverendo presidente de Cajasur, que va a ser madre de un hijo gracias a un padre con el que no ha tenido trato de var¨®n. Ya se ve que en esta clase de razonamientos hay tripartitos milagrosos en los que caben incluso m¨¢s de tres.
El PP ha aprendido la lecci¨®n del tres en uno. Puede sentirse orgulloso de la eficacia de su mayor¨ªa absoluta en Espa?a. M¨¢s que PP, hay que llamarlo PPPP, porque en la boca triunfalista de Arenas las siglas del partido parecen el inicio de una sinfon¨ªa de Beethoven: PPPP... La verdad es que han sabido renovar y fundir en uno los tres poderes de siempre: el ej¨¦rcito, la iglesia y la banca. Una vejez moderna, y no hay forma m¨¢s divina de abordar los asuntos terrenales. Tres partidos en uno. El milagro puede explicarse con la siguiente par¨¢bola. Imaginemos un hermoso rascacielos en el paisaje de Manhattan. Un ascensor baja solo por las entra?as del monstruo. En el piso n¨²mero 30 se sube un banquero con su malet¨ªn repleto de ideas sobre los impuestos, la congelaci¨®n salarial, las privatizaciones, el gasto p¨²blico y los derechos sociales. Se trata de crear m¨¢s riqueza, pero de hacer m¨¢s pobres y m¨¢s encogidos a los ciudadanos. En el piso n¨²mero 20 entra un obispo con sus sermones sobre la moral cristiana y la ense?anza de la religi¨®n. Los conciertos que ofrece no s¨®lo sirven para extender los mandamientos, sino para asegurar un sentimiento de clase. La palabra desigualdad empieza a escribirse con una tiza en una pizarra de colegio. En el piso n¨²mero 10 entra un almirante, dispuesto a dirigir las tropas del bien contra los peligros del mundo, que son el demonio, la carne humana y las armas qu¨ªmicas. Se mueve con la solemnidad de las banderas y los valores patri¨®ticos. El ascensor baja, desciende hasta el ¨²ltimo piso, y de pronto estamos en un edificio modesto de C¨¢diz, y por la puerta del ascensor sale Te¨®fila, que es el puente sem¨¢ntico entre la teolog¨ªa y el PPPP andaluz. Tres en uno, la derecha no cambia de receta, defiende en versi¨®n moderna las viejas alianzas entre el ej¨¦rcito, la iglesia y los bancos. Tres intereses y un solo partido verdadero.
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