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La Praia das Ma??s de nuevo, la casa de mis padres de nuevo. Todos los a?os me prometo a m¨ª mismo
-?ste es el ¨²ltimo
y no s¨¦, sinceramente, qu¨¦ me hace volver. ?Qu¨¦ echo de menos? Nunca me he sentido especialmente feliz aqu¨ª, las personas de las familias con las que se trataba mi familia no me interesan, estoy escribiendo un libro y me paso los d¨ªas en la habitaci¨®n, por la noche la neblina se disipa dentro de m¨ª y me entristece: ?qu¨¦ me har¨¢ volver? Mis hermanos, que me gustan mucho, la luz, que me gusta tambi¨¦n, y no es eso, Dios m¨ªo, no es eso. ?Mi infancia? El ni?o que dej¨¦ de ser se convirti¨® en un antepasado y, en cierta medida, en una criatura enigm¨¢tica, distante, de la cual soy hijo o nieto, de la cual conservo unos rasgos: el orgullo, la paciencia, la soledad. La sonrisa, tal vez. Ya de ni?o se me antojaba extra?o haber nacido de mis padres: hered¨¦ poca cosa de ellos, creo yo, cualidades, defectos, parecidos f¨ªsicos. La violenta inseguridad de mi padre y la aspereza de mi madre me impacientaban: tuve que construirme solo, no contra ellos sino de espaldas a ellos, y creo que me vino bien: me hizo libre. Les estoy agradecido porque no me dieron nada, a no ser la materia con la que me model¨¦. Pens¨¢ndolo mejor, creo que hered¨¦ su austeridad, su desprendimiento. No me resulta dif¨ªcil marcharme, en cualquier momento, sea a donde sea, sin necesitar maleta. Lo que me hace falta cabe, literalmente, en los bolsillos de los pantalones. ?Por qu¨¦ vuelvo entonces a Praia das Ma??s? Tuve momentos duros aqu¨ª, los fines de semana de invierno, con Zezinha y Joana cuando eran peque?as. No voy a hablar de eso. Tuve momentos buenos, claro: novias, partidos de hockey sobre patines, la alegr¨ªa, dif¨ªcil de explicar, de los goles, el d¨ªa de mis dieciocho a?os, dos meses antes de la muerte de mi abuelito, que trajo la botella de oporto de su abuelo, de Bel¨¦m do Par¨¢, con el nombre en la etiqueta, Bernardo Ant¨®nio Antunes, guardada durante mucho m¨¢s de un siglo
El ni?o que dej¨¦ de ser se convirti¨® en un antepasado y en una criatura enigm¨¢tica de la cual soy hijo y nieto
-Para que nos la bebamos cuando seas mayor
y que al final, para su terrible disgusto, estaba estropeado. El abuelo de Bel¨¦m do Par¨¢ era el abuelo vizconde, como le dec¨ªamos todos, un mi?oto al que embarcaron hacia Brasil siendo todav¨ªa un chiquillo, acab¨® haci¨¦ndose rico en el Amazonas, y hab¨ªa recibido ese t¨ªtulo del rey don Luis. Llevo su anillo en el dedo: soy el heredero de nada, porque las fortunas de la Amazonia se esfumaron con el caucho de Singapur. Sospecho que el rey don Luis no le dio el t¨ªtulo: se lo vendi¨®. Pobre abuelo vizconde, al que no he visto siquiera en una foto. He visto fotos de mi abuelo, peque?ito, en Bel¨¦m. Del vizconde nanay, salvo este anillo, claro, y una botella de oporto irrecuperable. Tomamos una copa heroica, entre estilogr¨¢ficas. Pero aqu¨ª no viene eso a cuento; s¨ª viene a cuento la Praia das Ma??s y yo. Si me preguntasen
-?Te gusta la Praia das Ma??s?
vacilar¨ªa. Y no obstante, me doy cuenta, se repite en mis libros. Como Nelas, pueblo muy querido, al que vuelvo siempre que puedo. ?Si me gusta la Praia das Ma??s? No tengo nada en com¨²n con las personas que veranean aqu¨ª, ni las saludo siquiera
(-Ant¨®nio es tan malcriado)
porque no las veo, si las viese no tendr¨ªa paciencia, veo los pinos, el mar
(con ellos tengo paciencia)
los habitantes de esta tierra que me conocen desde siempre
(con ellos tengo paciencia)
ando un poco a pie, por ah¨ª, al azar, en una pausa del libro, paso por la casa de mi t¨ªa Bia como si ella no se hubiese muerto, me apetece entrar en la sala, sentir que estamos juntos, los dos en silencio frente al televisor apagado. No la he olvidado, t¨ªa, no voy a olvidarla. ?Qu¨¦ m¨¢s? En mi familia no somos especialmente divertidos ni habladores, una implacable discreci¨®n cubre el afecto, no se hacen preguntas personales, no se comenta la vida de nadie. Qu¨¦ gracioso: duermo en mi cama de adolescente, no duermo ni mejor ni peor que en cualquier otra cama y, en general, nunca me acuerdo de los sue?os. ?Qu¨¦ me har¨¢ volver? Creo que vuelvo por mis hermanos. Por cierto mirlo en el pinar. Por el olor que despiden las olas. Por esa criatura de la que soy hijo o nieto y a quien, a ¨¦se s¨ª, le debo lo que soy. Para que el aire de la playa le d¨¦ un buen color. Para reencontrar sus aspiraciones confusas, la fiebre de sus entusiasmos, sus ingenuas certidumbres. All¨ª est¨¢ ¨¦l contando las olas, midiendo versos con los dedos, poemas que consideraba buenos y no val¨ªan un pimiento. Despu¨¦s se daba cuenta de que no eran buenos y volv¨ªa a empezar. Ten¨ªa una fe en s¨ª mismo que me confunde y, en cierto modo, me conmueve. Qu¨¦ digo en cierto modo, me conmueve de verdad. Me acuerdo de que ¨¦l pensaba
-Aunque me deje la piel en esto, lo conseguir¨¦
y se dej¨® la piel en esto: se convirti¨® en m¨ª. ?Mereci¨® la pena? Me acuerdo de que ¨¦l pensaba
-No escribir es estar muerto
y hasta en la guerra, todos los d¨ªas, sigui¨® escribiendo. Creo que vuelvo, en definitiva, por mis hermanos, por ¨¦l y por m¨ª. No se me escap¨®, ha sido a prop¨®sito: vuelvo por m¨ª tambi¨¦n. Por el hombre que soy ahora. Con la profunda humildad que surge, inevitablemente, del orgullo, ese orgullo que mencion¨¦ al principio. Ahora que mi padre ya no est¨¢, lo veo leyendo bajo una copa. Veo leyendo a mi madre. Oigo al mirlo. A¨²n sacan la mesa de ping-pong del garaje. Pedro enciende un puro. Los ojos azules de Miguel, los m¨¢s azules de todos nosotros. Las nubes de Sintra. Yo pedaleando en Tomadia. Es curioso: me cuesta marcharme. Siento que me aburro y me cuesta marcharme. La correspondencia m¨¢s breve que existe fue la que se entabl¨® entre V¨ªctor Hugo y sus editores. Hab¨ªa enviado Los miserables, los editores no le hicieron ning¨²n caso y V¨ªctor les pregunt¨®, en una hoja de papel:
Tiempo despu¨¦s lleg¨® la carta esperada. Dec¨ªa:
y se acab¨® la correspondencia. De modo que si me preguntasen
-?Te gusta la Praia das Ma??s?
ser¨ªa capaz de responder as¨ª:
S¨®lo que desconozco el sonido que corresponde a los signos de exclamaci¨®n. ?Cu¨¢l ser¨¢?
Traducci¨®n de Mario Merlino.
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