Fantas¨ªas, magias y servicios secretos
Mientras los escritores consagrados, y otros con suficiente prestigio, se lamentan, ocasionalmente, del grado de indiferencia y vac¨ªo que aqueja a la creaci¨®n literaria -inapreciada por el mercado y sustituida por la marca de f¨¢brica, quiero decir, por el valor de los nombres-, los problemas de los nuevos novelistas son todav¨ªa de ubicaci¨®n, de hallar una editorial con cierta presencia en la mesa de novedades de las librer¨ªas. Pese al alarde pol¨ªtico, que consigna que vivimos en un ¨¢mbito de libertades, hay una constricci¨®n, m¨¢s sutil que la censura de anta?o, que obliga a escribir a las claras, para que todo el mundo lo entienda, o dicho de otro modo, para que el lector no tenga que esforzarse m¨¢s all¨¢ del movimiento de ojos y la rutina de pasar la p¨¢gina. A esta constricci¨®n, tambi¨¦n llamada diafanidad narrativa, se debe la "conquista del lector" y el aumento de la producci¨®n editorial. Hay motivos para alegrarse. Ahora bien, conquistado y colonizado el lector, la novela ha quedado reducida a buena artesan¨ªa y fluidez admirable. Y si los autores maduros no se arriesgan con obras que exijan una lectura distinta a la absorbente y entretenida, los nuevos van a la zaga y componen una manufactura acorde con el gusto com¨²n. As¨ª las cosas, la novela se autogenera, pero expulsando la ambici¨®n formal y cualquier delirio imprevisible.
En este sentido, a las novelas que hoy ocupan esta secci¨®n no se les puede imputar una fractura entre intenci¨®n y resultado, ni haberse equivocado por exceso. De ning¨²n modo. Son obras que denotan una excelente aplicaci¨®n, proporci¨®n de la medida y una val¨ªa de la que cabe esperar otros libros tambi¨¦n dignos de recepci¨®n.
A La triple m¨¢scara, que lleva el expl¨ªcito subt¨ªtulo Historia de una b¨²squeda fant¨¢stica, el editor la define como "novela fractal", pero no se distingue mucho del g¨¦nero fant¨¢stico, excepto en que la narraci¨®n transcurre ahora mismo, o mejor, ma?ana mismo, en 2005, y en un infinito postulado por el s¨ªmbolo matem¨¢tico que lo representa, agregado a ese a?o en los ¨²ltimos cap¨ªtulos. Se trata, en todo caso, de una novela cuya envoltura es m¨¢s sorprendente que su contenido. Nada se dice de la autora, Gl¨°ria Sales; el pr¨®logo lo firma una "editora y profesora de m¨²sica"; de la traducci¨®n de los numerosos ep¨ªgrafes, "tanto en el caso de las lenguas vivas como en el de las lenguas muertas", se responsabiliza el equipo editorial, y hay que suponer que tambi¨¦n de las notas explicativas, donde se aclara someramente la figura del diablo y la significaci¨®n de las Moiras. Apartados el revestimiento cultural y los seres y s¨ªmbolos que no necesitan divulgaci¨®n, la novela es una actualizaci¨®n de la tentaci¨®n f¨¢ustica, contada con una prosa tan sencilla que tiene la extra?a virtud de despejar el misterio que quiere convocar. Aun as¨ª, esa sencillez act¨²a a favor del argumento, y lo que podr¨ªa haber sido un enrevesado galimat¨ªas de demonolog¨ªa, arte y ciencia, en un caser¨®n con confabulaciones y malignos gatos negros, se convierte en una f¨¢bula que provoca, no un escalofr¨ªo por alguna presencia fantasmal, sino la desaz¨®n de que conocimiento e ignorancia son lo mismo.
La sombra del escapista, de Rub¨¦n Abella (Valladolid, 1967), debe sus m¨¦ritos al magisterio literario de Garc¨ªa M¨¢rquez. No es posible leer esta novela sin percibir la influencia del escritor colombiano. Abella ha asimilado muy bien los recursos de estilo, las vueltas atr¨¢s, las focalizaciones, los movimientos de rotaci¨®n de la prosa del autor de Cien a?os de soledad, pero ha despojado esos procedimientos de ret¨®rica y cascabeleo, y ha logrado una concisi¨®n y transparencia que remonta su novela a los or¨ªgenes orales del arte de narrar. La sombra del escapista tiene ingredientes de prodigio, pero es el prodigio de una ni?ez asombrada; incluye historias de amor y calamidad, pero evita la desesperaci¨®n y la tragedia; expone una fascinaci¨®n colectiva que se transforma en venganza y violencia, pero mantiene la convicci¨®n de que el error reside en la restricci¨®n moral, no en el encantamiento. El n¨²cleo de la novela es un mago itinerante, "dotado de la fabulosa facultad de hacer reverdecer el mundo", que conoce "cientos de recetas curativas, trucos de magia, consejos para afligidos y pociones de amor", y es la soluci¨®n para las vidas menesterosas de los vecinos de la calle de la Luna, que aguardan su llegada todos los a?os. A trav¨¦s de cuatro personajes, un mocet¨®n acomplejado por la anomal¨ªa de su cuerpo, un matrimonio abotargado por la decepci¨®n del amor y un viejo acomodador, unidos en una trama de azares y desdichas, la narraci¨®n despliega una par¨¢bola de tintes fant¨¢sticos, aunque muy apegada a la realidad, sobre el enga?o y el rencor colectivo. A los ojos de sus devotos, el mago es el amor, el entusiasmo y la vitalidad, pero sus artes de seducci¨®n son tambi¨¦n mezquinas. Novela coral -los personajes son todos y nadie-, La sombra del escapista est¨¢ impregnada de melancol¨ªa, y tal vez sea la melancol¨ªa el personaje principal.
En un registro totalmente opuesto, Operaci¨®n Chaplin, de Emilio Campmany (Madrid, 1958), se acoge a lo que se viene llamando thriller de pol¨ªtica-ficci¨®n, es decir, que parte de un suceso real, al que se a?ade una intervenci¨®n an¨®nima que desvela una trama oculta, para someter la realidad a la verosimilitud narrativa, y con el cat¨¢rtico efecto final certificar la sospecha de que los servicios secretos, si lo requieren los intereses de Estado, se apoyan en bandas terroristas. En este caso el suceso que da pie a la novela es el atentado sufrido, en la primavera de 1995, por el entonces l¨ªder de la oposici¨®n y hoy presidente del Gobierno. Con enorme soltura, sin recurrir a sinuosas explicaciones, siempre a ras de la m¨¢s comedida eficacia, Campmany compone con precisi¨®n un s¨®lido argumento, basado en los turbios manejos de los GAL y los m¨¦todos de ETA, y desarrolla la hip¨®tesis de que aquel atentado fue cometido por ETA en colaboraci¨®n con el Gobierno. La filtraci¨®n de esa informaci¨®n, hasta llegar a las manos de un periodista, que intentar¨¢ impedir la consecuci¨®n del plan, tiene un sobrepeso excesivamente favorable; las licencias del autor para que su protagonista impida el atentado recuerda ciertos guiones de Hollywood, con un Harrison Ford, por ejemplo, salvando a la v¨ªctima en el ¨²ltimo segundo. Al margen de esta concesi¨®n a la galer¨ªa, Operaci¨®n Chaplin propone una desasosegante inmersi¨®n en el orbe de los Servicios Secretos de Seguridad, en la doble y triple moral de su organizaci¨®n y en el siempre negado terrorismo de Estado.
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