El poder y el ombligo
"Un veredicto es algo demasiado importante para dejarlo en manos de un jurado". Semejante frase, tremenda, reaccionaria, tenebrosa, autoritaria, pronunciada por el m¨¢s inquietante de los personajes del filme, justifica toda una historia. Los cimientos del sistema, ¨¦se que s¨®lo parece favorecer a los potentados, a las grandes corporaciones y a los bancos, no pueden verse amenazados porque a 12 hombres sin piedad se les ocurra dar una vuelta de tuerca y buscar el origen del mal: en este caso, condenar a una empresa armament¨ªstica por la matanza perpetrada por un demente.
John Grisham es uno de los pocos escritores capaces de vender (a precios desorbitados) los derechos de una novela incluso antes de llevarla a cabo. Las pel¨ªculas sobre sus obras siempre son, como m¨ªnimo, interesantes, ideales, para que especialistas en los entresijos del poder como Alan J. Pakula (El informe pel¨ªcano) o Sydney Pollack (La tapadera), o peritos en los secretos del entretenimiento como Joel Schumacher (El cliente, Tiempo de matar), lleven a buen puerto historias en las que David se enfrenta a Goliat. En El jurado conviven variadas especies: abogados idealistas, letrados marioneta, manipuladores profesionales, ambiciosos ciudadanos dispuestos a inclinar la balanza por un m¨®dico precio y, sobre todo, 11 tipos de la calle sin preparaci¨®n para sobrellevar la presi¨®n que supone dictar un veredicto de tal calibre. El retrato de Grisham del poder es magn¨ªfico, demoledor, y los descomunales int¨¦rpretes de los bien dibujados personajes, un lujo. Hasta el m¨¢s secundario de los secundarios hace cre¨ªble cada mirada, cada frase. La secuencia en la que Dustin Hoffman y Rachel Weisz discuten en la terraza pone de manifiesto por qu¨¦ ese peque?o gran hombre es un mito del cine. El gesto con el brazo que hace a la joven Weisz y su grito, entre agresivo y controlado, ponen el vello de punta. Como la pelea dial¨¦ctica en los servicios entre el mismo Hoffman y Gene Hackman, cargada de pesimismo y pesadumbre; una escena que podr¨ªa haber pasado a la historia del cine judicial si no fuera por la falta de respeto del director hacia sus actores. La cabezoner¨ªa de Gary Fleder por no dejar la c¨¢mara quieta un instante y por cortar cada secuencia en infinitos planos, evita que los inmensos Hackman y Hoffman lleven las riendas del lucimiento. A Fleder le hab¨ªan regalado unos actores que no se merec¨ªa, pero no estaba dispuesto a dejar de imponer su sello en un penoso ombliguismo.
EL JURADO
Direcci¨®n: Gary Fleder. Int¨¦rpretes: John Cusack, Gene Hackman, Dustin Hoffman, Rachel Weisz. G¨¦nero: thriller judicial. EE UU, 2003. Duraci¨®n: 128 minutos.
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