Una de aventuras
En la noche del mi¨¦rcoles pasado, Canal 9 sorprendi¨® a sus espectadores con la emisi¨®n de una producci¨®n propia sobre la vida de Ausi¨¤s March (absolutamente en castellano, por cierto), de algo m¨¢s de dos horas de duraci¨®n distribuidas en dos grandes bloques narrativos, que al parecer ha tenido un coste de algo m¨¢s de dos millones de euros. Hay que apresurarse a decir que, para ser la primera vez que nuestra televisi¨®n p¨²blica se ocupa en ese formato del mayor poeta de nuestra historia, la experiencia no puede ser m¨¢s decepcionante.
Y eso es as¨ª porque la riqueza de la peripecia vital del poeta viene a quedar en una especie de relato de aventuras m¨¢s o menos intrigantes y de una superficialidad pasmosa. Donde cualquier matiz se ignora, no es de extra?ar que el montaje una como buenamente puede diversos fragmentos narrativos apenas comprensibles para el espectador no avisado, como tampoco es de extra?ar que la interpretaci¨®n de un plantel de buenos actores (desde Eusebio Poncela o Cristina Plazas hasta Juli Cant¨® o Julio Salvi, pasando por el protagonista, Miguel Hermoso, siempre oscilante entre la solemnidad impostada y la trivialidad) proporcione unos perfiles de una elementalidad aterradora.
Cabe preguntarse por qu¨¦ se pone la vida de Ausi¨¤s March en semejantes manos
Pero no es s¨®lo un montaje sincopado ajeno a todo ritmo el que arruina la pel¨ªcula. Un color¨ªn como de anuncio de Nescaf¨¦ pero en m¨¢s chirriante, que no renuncia al recurso de algunas referencias pict¨®ricas, y una planificaci¨®n que ni es cine ni llega a ser televisi¨®n, sino m¨¢s bien un h¨ªbrido narrativo dif¨ªcil de seguir en sus curiosas evoluciones, contribuyen de manera decisiva a introducir una distancia seguramente indeseada entre la progresi¨®n narrativa del relato y el espectador, perdido entre un aluvi¨®n de im¨¢genes sin demasiada fortuna. Del nivel de los di¨¢logos, puede dar una idea el hecho de que los guionistas se permiten recuperar aquel chiste de Mae West sobre su compa?ero de baile, al decirle si lleva una pistola en el bolsillo del pantal¨®n o si es que simplemente se alegra de verla, aunque aqu¨ª la pistola se convierte en una daga, por aquello de respetar los usos de la ¨¦poca.
Daniel M¨²gica, que nunca ha demostrado ser gran cosa como escritor, tiene aqu¨ª la ocasi¨®n de certificar que tampoco destaca como argumentista de cine ni, mucho menos, como director. En realidad, hace tiempo que no ve¨ªamos una direcci¨®n tan desastrosa, repleta de escenas en corto que rara vez contribuyen a enderezar la acci¨®n dram¨¢tica, en una ceremonia de la confusi¨®n que naufraga sin remedio en las tomas exteriores, con esas maquetas inm¨®viles de nav¨ªos en el horizonte de un mar que parece una ba?era azul. Decepciones est¨¦ticas al margen (y ¨¦sta es enorme), cabe preguntarse por qu¨¦ se pone la vida de Ausi¨¤s March en semejantes manos y con qu¨¦ derecho se espanta al espectador a prop¨®sito de la fascinante vida de uno de nuestros poetas emblem¨¢ticos.
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