La herencia de un fil¨®sofo
EL LEGADO de un fil¨®sofo se detecta, claro est¨¢, en la bibliograf¨ªa que sobre ¨¦l existe, las traducciones de su obra, los debates celebrados a su cuenta. Pero cuando su influencia es decisiva, se percibe en algo m¨¢s, en que no se puede prescindir de ¨¦l para comprendernos a nosotros mismos, para entender nuestro modo de hacer ¨¦tica, pol¨ªtica, econom¨ªa, ciencia, arte o religi¨®n. Y ¨¦ste es el caso de Kant. El virus de la autonom¨ªa, que ¨¦l introdujo filos¨®ficamente en nuestra cultura, es ya inextirpable. La convicci¨®n de que el ser humano es ante todo creador, proactivo; no vasallo, no siervo, no pura reacci¨®n ante los hechos, menos a¨²n reaccionario.
Hacer ciencia no es s¨®lo tomar nota de lo que la realidad ense?a sino, y sobre todo, dise?arla, construir modelos, so?ar utop¨ªas cient¨ªficas, sin m¨¢s l¨ªmite que el de la experiencia real o posible.
Vivir ¨¦ticamente no es conformarse con lo que nos pasa -el hambre, la pobreza, las promesas incumplidas, la mentira como instituci¨®n-, es decretar lo que deber¨ªa pasar. Que cada ser humano sea tratado como lo que es, como un fin en s¨ª mismo y no un simple medio; como lo que no tiene precio, sino dignidad. Por eso, el principio supremo de una ¨¦tica ciudadana tiene un lado limitativo -"no instrumentalizar¨¢s" a las personas- y uno positivo -"s¨ª las beneficiar¨¢s"-. S¨ª pondr¨¢s a su servicio la pol¨ªtica, la econom¨ªa y cuanto est¨¦ a nuestro alcance. Los derechos humanos, el consentimiento informado, las voluntades anticipadas, los l¨ªmites y los beneficios de las biotecnolog¨ªas, asientan su base racional en este principio.
Como tambi¨¦n el proyecto indeclinable de construir una cosmo-polis, una ciudad universal en que todas las personas se sepan y sientan ciudadanas, como meta de la pol¨ªtica y la educaci¨®n. Construir comunidades transnacionales, establecer pactos entre ellas, dise?ar organismos internacionales, o bien promulgar una Constituci¨®n mundial republicana, trabajar, en cualquier caso, en un derecho cosmopolita, son pasos necesarios para evitar el da?o siempre indeseable de la guerra, atendiendo al mandato de la raz¨®n: "No debe haber guerra, ¨¦sa no es la forma en que cada uno debe procurar su derecho". Son pasos necesarios para construir una paz duradera.
Pero tambi¨¦n abrir una esfera p¨²blica en cada pa¨ªs y en el nivel mundial, en que las gentes expresen su opini¨®n, se informen, dialoguen y debatan, prosigan la tarea de la Ilustraci¨®n, den cuerpo al Principio de Publicidad, seg¨²n el cual, no es v¨¢lida una ley que no resista ser publicada.
?Y qu¨¦ decir de la religi¨®n? ?Queda anulada por esta autonom¨ªa prometeica, que parece robar el fuego a los dioses? M¨¢s bien quien pierde cr¨¦dito son los dioses que no respetan la dignidad y la igualdad humanas, ni se duelen del sufrimiento. Un dios que humilla a los hombres no es Dios. S¨®lo lo es el que se cuida de que la injusticia no sea la ¨²ltima palabra de la historia.
Fil¨®sofos decisivos en nuestro momento (Rawls, Apel, Habermas, por citar algunos) se dicen kantianos. Otros, que no se dicen, asumen sin embargo buena parte de la herencia de Kant, aunque les falte caletre para darle base filos¨®fica. Y es que renunciar a ese legado es renunciar a nuestro modo de ser personas y ciudadanos (mujeres,varones) en el siglo XXI.
Adela Cortina es catedr¨¢tica de ?tica y Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad de Valencia.
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