Un homenaje "risue?o" evoca a Augusto Monterroso
A un a?o de su muerte, la Casa de Am¨¦rica recuerda al autor guatemalteco
Como queriendo empezar a recordarlo antes de que el primer aniversario de su muerte, que se cumple hoy, llegara al almanaque, el jueves la Casa de Am¨¦rica bautiz¨® uno de sus salones con el nombre de Augusto Monterroso. Informalidad y buen humor marcaron una mesa redonda en la cual participaron los escritores Juan Villoro, Javier Rioyo y Juan Cruz. Un "homenaje risue?o" en el estilo que prefer¨ªa el autor de Lo dem¨¢s es silencio.
Lo formal (el descubrimiento de una placa con su nombre, ante el embajador de Guatemala, Rodrigo Carrillo, y las autoridades de la Casa de Am¨¦rica) dur¨® pocos minutos. Un gesto de cortes¨ªa adicional que Augusto Monterroso (1921-2003), maestro de la brevedad y al¨¦rgico a lo solemne, habr¨ªa agradecido. Luego llegaron la lectura de sus textos y el recuerdo de los amigos.
Refinado ironista y fabulador exquisito, Monterroso ha pasado a la historia como el autor de El
dinosaurio, el relato m¨¢s breve de la literatura universal, de siete palabras: "Cuando despert¨®, el dinosaurio todav¨ªa estaba all¨ª". Un ejercicio magistral de condensaci¨®n que deslumbr¨® al mism¨ªsimo Italo Calvino.
"Una vez cit¨¦ el cuento mal y le agregu¨¦ una palabra", contaba el jueves el escritor mexicano Juan Villoro. "Monterroso me ri?¨® cari?osamente diciendo que se lo hab¨ªa convertido en una novela de Tolst¨®i".
Javier Rioyo prefiri¨® rescatar el contraluz. "Monterroso re¨ªa siempre, pero hacia adentro. Era un melanc¨®lico que supo mirar con lucidez la tristeza", dijo al recordar El cuento triste (1997), escrito por el guatemalteco a cuatro manos con su mujer, la escritora mexicana B¨¢rbara Jacobs. Como maestro de otros narradores, Augusto Monterroso se destac¨® por su capacidad para releer, tachar y reducirse a lo imprescindible: "Nos ense?¨® c¨®mo no hace falta ser excesivo para ser preciso", resumi¨® Rioyo.
Augusto Monterroso, Tito para los ¨ªntimos, naci¨® en Honduras en 1921, pero vivi¨® en Guatemala, donde fue perseguido pol¨ªticamente. Se exili¨® en M¨¦xico en 1944 y all¨ª desarroll¨® su carrera literaria, que lo llev¨® a Chile, en donde fue secretario de Pablo Neruda. Cultiv¨® la f¨¢bula, no le huy¨® a la parodia, se detuvo en el ensayo y la novela, y, sobre todo, regal¨® a varias generaciones de lectores libros que se parecen mucho a una forma de la felicidad. Obras completas y otros cuentos (1959), La oveja negra y dem¨¢s f¨¢bulas (1969), Movimiento perpetuo (1972), Lo dem¨¢s es silencio (1978) y P¨¢jaros de Hispanoam¨¦rica (2002) forman parte de ese luminoso inventario. En 2000 recibi¨® el Premio Pr¨ªncipe de Asturias.
Sobre Monterroso hay miles de an¨¦cdotas. Muchas hablan de su timidez ("lo encontrabas siempre en un rinc¨®n, queriendo pasar desapercibido"). Otras, de su discreci¨®n ("le gustaba escuchar a los dem¨¢s m¨¢s que hablar") o de su humildad: "Se re¨ªa de su estatura. Siempre roz¨® la solemnidad para romperla", recordaba Juan Cruz.
Para Villoro, sin embargo, lo esencial de su estilo es la lucidez. "La iron¨ªa y la inteligencia, dos territorios que manej¨® permanentemente. Hacer pensar, arrojar una mirada oblicua sobre las costumbres, era para ¨¦l lo fundamental. El humor y hacer re¨ªr ven¨ªan despu¨¦s". Ese "temple ¨¦tico hacia la literatura" explica, seg¨²n Villoro, que Monterroso prefiriera la f¨¢bula, "un g¨¦nero eminentemente moral". En ese zool¨®gico ilustrado, lo m¨¢s humano de los bichos que imagina el guatemalteco es que todos envidian al vecino: "Nada es tan alto como el vuelo del ¨¢guila imaginado por la mosca".
A un a?o de su muerte, para sumarse al homenaje, Alfaguara acaba de publicar Literatura y
vida, que re¨²ne por primera vez en forma de libro conferencias, derivas y testimonios de sus ¨²ltimos a?os. En ellos, con su transparencia y elegancia habituales, Monterroso reflexiona sobre los cl¨¢sicos, el idioma espa?ol, la imaginaci¨®n y sus autores favoritos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.