Terrorismo suicida y fanatismo religioso
En Oriente Pr¨®ximo radica el origen de la civilizaci¨®n occidental, pero tambi¨¦n el de sus impulsos m¨¢s autodestructivos y nihilistas. Adem¨¢s de las innumerables guerras ocurridas, las que tienen lugar en estos momentos -ya sea de forma abierta, como en Irak, o sutil, como la que libran Israel y Hezbol¨¢- y las que est¨¢n por llegar, ha supuesto igualmente el banco de pruebas para lo que hoy se considera una amenaza global, a partir de la que toda medida pol¨ªtica y de seguridad parece quedar justificada. El terrorismo suicida, fen¨®meno que alcanz¨® su cl¨ªmax en el atentado del 11 de septiembre, naci¨® aqu¨ª, para luego crecer y reproducirse indiscriminadamente (en Estados Unidos, Turqu¨ªa, Sri Lanka, Kenia y Tanzania, entre otros pa¨ªses).
Sus precedentes hist¨®ricos se remontan a sicarios y zelotes, dos sectas extremistas jud¨ªas cuyos miembros no dudaban en arriesgarse a una muerte segura
El ex agente del MI-6 Alistair Crooke ha propuesto recientemente la creaci¨®n de una Loya Jirga palestina, siguiendo el actual modelo que se aplica en Afganist¨¢n
Sus precedentes hist¨®ricos se remontan a sicarios y zelotes, dos sectas extremistas jud¨ªas cuyos miembros no dudaban en arriesgarse a una muerte segura cuando atentaban en lugares p¨²blicos contra la vida de los representantes del Imperio Romano que en el siglo I antes de Cristo ocupaba su tierra. Este modus operandi fue m¨¢s tarde corregido y aumentado por la secta musulmana de los asesinos.
Como describe en una de sus obras m¨¢s conocidas el orientalista Bernard Lewis, estos primeros exponentes del actual extremismo isl¨¢mico actuaron entre los siglos XI y XIII en el territorio por el que hoy se extienden Siria e Ir¨¢n. Tanto en un caso como en el otro el fanatismo religioso, orientado bien hacia Jehov¨¢ o bien hacia Al¨¢, se convert¨ªa en la principal fuente de legitimaci¨®n de la muerte. Asimismo, el cristianismo medieval proclam¨® una doctrina altamente agresiva, que dio lugar a algunas de las atrocidades perpetradas durante las Cruzadas (tales como los pogromos perpetrados por los cruzados en Europa central cuando se dirig¨ªan a Tierra Santa), aunque en este caso se buscaba la muerte ajena mientras se salvaguardaba la propia. As¨ª vemos que, a pesar de que el juda¨ªsmo y el islam condenan taxativamente el suicidio, en ellas podemos encontrar los or¨ªgenes de esta modalidad de terrorismo.
La manifestaci¨®n contempor¨¢nea del fen¨®meno -que ahora se reproduce casi a diario en Irak- aparece durante la ocupaci¨®n de L¨ªbano a principios de los ochenta. Entonces, 241 marines estadounidenses y 58 soldados franceses fallecieron como consecuencia de los primeros atentados suicidas de grandes dimensiones, ocurridos en Beirut. Con ellos, el movimiento integrista chiita Hezbol¨¢ marc¨® el inicio de una f¨®rmula de resistencia, de la que luego, sin embargo, se desmarc¨® optando por la guerra de guerrillas. Y aunque ahora parezca que las mujeres suicidas hayan surgido con la segunda Intifada palestina, entre 1985 y 1987 al menos cinco se inmolaron en la franja sur y en la capital de L¨ªbano, causando 13 muertos y m¨¢s de un centenar de heridos.
Seg¨²n el investigador Nachman Tal, del Jaffe Center for Strategic Studies de la Universidad de Tel Aviv, el primer ataque suicida palestino tuvo lugar en abril de 1993 cerca de la colonia de Mehola, donde un conductor kamikaze deton¨® su veh¨ªculo, causando un muerto y siete heridos. De acuerdo con las estad¨ªsticas recopiladas por Tal, se produjeron tres olas de ataques suicidas antes de que estallara la segunda Intifada: la registrada inmediatamente despu¨¦s de la firma de los Acuerdos de Oslo, en septiembre de 1993; la ocurrida tras la masacre perpetrada en Hebr¨®n por Baruch Goldstein (que mat¨® a 29 musulmanes mientras rezaban en la mezquita), en febrero de 1994, y la desencadenada por el asesinato del ingeniero de Ham¨¢s, Yihye Ayash, en enero de 1996.
Sin perfil del suicida
La actuaci¨®n decidida de los servicios de seguridad de la Autoridad Nacional Palestina (a costa de flagrantes violaciones de los derechos humanos de los detenidos, que en aquel momento no parecieron molestar a Occidente, hoy tan comprometido con las reformas de la ANP) hizo que el n¨²mero y la magnitud de los atentados descendiera notablemente. Y durante el periodo comprendido entre comienzos de 1998 y finales de 2000 la amenaza terrorista alcanz¨® su punto m¨ªnimo, debido fundamentalmente a la fluida cooperaci¨®n entre los servicios palestinos y los israel¨ªes, a su vez fruto del progreso en el proceso de paz.
Si hasta octubre de 2000 el n¨²mero de atentados suicidas no lleg¨® al medio centenar, en menos de tres a?os y medio esta cifra se ha triplicado, sin contar el gran n¨²mero de intentos frustrados por las fuerzas de seguridad. A este importante incremento hay que sumarle lo que el catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa especializado en terrorismo, Ariel Merari, califica de "ruptura del perfil del suicida". Seg¨²n Merari, "antes sol¨ªan ser hombres, de fuertes creencias religiosas, solteros, y de entre 18 y 38 a?os", mientras que ahora ya no existe ese patr¨®n. Desde el comienzo de la llamada Intifada de Al Aqsa hemos visto c¨®mo el intervalo de edades se estiraba desde los 16 a los 48, las organizaciones radicales laicas se incorporaban a lo que antes hac¨ªan s¨®lo las integristas, las mujeres decid¨ªan participar en lo que antes estaba reservado para hombres y el tener hijos dejaba de ser un impedimento (la reciente mujer suicida de Erez ten¨ªa dos hijos de corta edad).
?sta, con cada vez mayor incapacidad para prever de d¨®nde puede venir una amenaza progresivamente m¨¢s impredecible, ha hecho que el Gobierno israel¨ª haya optado por construir un muro de separaci¨®n que aislar¨¢ herm¨¦ticamente Cisjordania, de la misma forma que antes hizo con la franja de Gaza (desde donde no ha partido ning¨²n ataque suicida exitoso en toda la Intifada). Esta barrera -que alterna tramos de valla electrificada con otros de muro de hormig¨®n de nueve metros de altura- se presenta ahora como la panacea antiterrorista.
Pero el ¨²ltimo atentado, perpetrado por un suicida procedente de Bel¨¦n (donde el muro ya ha sido construido), demuestra que, adem¨¢s de las medidas de seguridad est¨¢ticas, la tantas veces providencial actuaci¨®n de los servicios de seguridad israel¨ªes, y la important¨ªsima cooperaci¨®n por parte de sus hom¨®logos palestinos, es necesario que se intervenga en el ¨¢mbito de las motivaciones. Como sugiere el director del Institute for Counterterrorism de la Universidad de Herzliya, Boaz Ganor, "tiene que haber una oferta pol¨ªtica que haga posible la paz con los palestinos y permita poner fin al c¨ªrculo vicioso de la violencia". No obstante, en su opini¨®n, hoy en d¨ªa compartida por muchos dirigentes israel¨ªes, "esta paz no ser¨¢ viable mientras est¨¦n gobernados por Yasir Arafat", al que los servicios israel¨ªes acusan, si no de promover, s¨ª de no hacer nada para evitar los atentados suicidas.
Seg¨²n el catedr¨¢tico de Historia del Islam de la Universidad Hebrea de Jerusal¨¦n, Rafael Israeli, lo que ocurre en Oriente Pr¨®ximo es parte de lo que califica como "una tercera guerra mundial, en la que hay m¨²ltiples escenarios en los que se est¨¢ combatiendo simult¨¢neamente". Israeli, que acaba de publicar su libro Islamikaze, diferenciaba entre aquellas organizaciones de peque?o tama?o y poca aceptaci¨®n social como la Yihad Isl¨¢mica o las Brigadas de los M¨¢rtires de Al Aqsa, "que pueden ser combatidas por medios militares", de aquellas otras, como Ham¨¢s o Al Fatah, cuyos niveles de apoyo popular son tan altos "que es imposible eliminarlas militarmente".
Organizaciones clandestinas
Quiz¨¢ el mejor conocedor de los entresijos internos de las diferentes organizaciones clandestinas que operan en los territorios ocupados, el ex agente del MI-6 Alistair Crooke, propon¨ªa recientemente la creaci¨®n de una Loya Jirga palestina, siguiendo el actual modelo afgano. En opini¨®n de Crooke, dedicado ahora a la academia tras trabajar varios a?os como asesor de seguridad del enviado especial de la UE Miguel ?ngel Moratinos, s¨®lo la participaci¨®n de los movimientos islamistas palestinos dentro del sistema parlamentario e institucional permitir¨¢ desactivar la llamada "infraestructura terrorista". El reto para Israel con los extremistas palestinos, as¨ª como para Occidente con los extremistas isl¨¢micos, est¨¢ en conseguir integrarlos pol¨ªticamente, que no en eliminarlos f¨ªsicamente, viene a decir este oficial de los servicios secretos brit¨¢nicos.
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