Buen humor y menos mentiras
En la gala de los Goya, Mercedes Sampietro formul¨® un deseo que tambi¨¦n lo es de muchos espa?oles: que nuestros gobernantes tengan sentido del humor. No se trata de que sepan re¨ªrse de an¨¦cdotas o chistes; hemos visto, sin duda, al presidente Aznar y a miembros del gobierno hacerlo con los suyos. M¨¢s bien me parece que el sentido del humor hace aqu¨ª alusi¨®n a tener buen humor, esto es, a ser una persona fundamentalmente alegre, que conoce y aprecia lo que es y lo que hace, su propia vida. La persona que tiene buen humor de verdad se distingue de quien s¨®lo lo ostenta puntualmente: si alguien sale por la ma?ana feliz y contento, y le basta descubrir que le han rayado el coche para amargarse el d¨ªa, no estamos ante una persona de buen humor, ya que su alegr¨ªa no ha durado ni diez minutos. El coche rayado se convierte, si se trata del presidente Aznar, en lo que dice un periodista por la radio, o en las explicaciones que le pide un diputado en el parlamento: el gesto de su cara le traiciona, pierde el buen humor con el que quiz¨¢ se hab¨ªa levantado, es decir, carece por completo de buen humor.
Quiz¨¢ les parezca que esta carencia es algo superficial en la personalidad de un pol¨ªtico, pero yo no lo creo, porque tiene algo de revelaci¨®n: la persona que, en un puesto de responsabilidad pol¨ªtica, se enfada f¨¢cilmente es alguien que se deja dominar por una vanidad que no sabe de s¨ª misma. No le pido a un gobernante que sea un santo o un sabio, pero s¨ª que se esfuerce por no ser un ignorante de las pasiones que presiden las relaciones humanas, justamente porque ¨¦l est¨¢ en un lugar en el que ese conocimiento es esencial. Porque del mismo modo que el buen humor lanza puentes y establece v¨ªnculos con el otro, el enfado, la rabia y la crispaci¨®n no reconocen en el otro nada m¨¢s que lo que lo hace ser otro, un enemigo. El malhumor es ya de por s¨ª contagioso, pero si adem¨¢s va acompa?ado de mentiras, entonces la crispaci¨®n aumenta hasta un punto en el que parece que la posibilidad del di¨¢logo se rompe.
Es posible que, como dicen algunos, la mentira encuentre entre los pol¨ªticos un caldo de cultivo propicio, pero eso s¨®lo indica que hay que estar alerta y combatirla. Quiz¨¢ por ese motivo, los brit¨¢nicos, que tienen en su haber una larga experiencia democr¨¢tica, han inventado una pr¨¢ctica bastante eficaz. Cuando un orador, en un ¨¢mbito p¨²blico democr¨¢tico, falta a la verdad, cualquiera de los que escuchan puede interrumpirle gritando point of information! (algo as¨ª como ?Informaci¨®n!) y, a continuaci¨®n, intercalar la rectificaci¨®n precisa, siempre y cuando el orador se lo permita. El hecho de que estas interrupciones est¨¦n reguladas tiene en s¨ª mismo efectos disuasorios. Con toda seguridad, si esa pr¨¢ctica se impusiera en nuestro pa¨ªs, muchos responsables pol¨ªticos moderar¨ªan su tendencia compulsiva a la mentira.
Cierto es que los brit¨¢nicos saben separar a la perfecci¨®n las afirmaciones sobre las cuales se puede aplicar el criterio de verdad de aquellas sobre las que no es posible. Cuando se altera un hecho pasado o presente, se est¨¢ diciendo una mentira; ahora bien, cuando se enjuicia una realidad pasada o presente, podemos o no estar de acuerdo, pero no podemos decir que esa interpretaci¨®n sea verdadera o falsa. Que Blair dijo que en Irak hab¨ªa armas de destrucci¨®n masiva -como igualmente lo dijo Aznar- es verdad. Que uno y otro lo dijeran enga?ados o enga?ando, eso son interpretaciones posibles. Pero afirmar, como hace Zaplana, que Aznar no lo dijo es un insulto a la raz¨®n, porque la raz¨®n se basa en una regla compartida: no se pueden alterar los hechos.
La falta de buen humor y las mentiras del presidente Aznar y de su gobierno han impregnado la vida pol¨ªtica de un dramatismo insoportable. No es bueno ni para la salud de cada uno de nosotros, ni para la salud de nuestro pa¨ªs. As¨ª que me permito hacerles una sugerencia: cuando alguno de nuestros pinochos diga una mentira -del estilo de: "este gobierno no ha tenido que sufrir ninguna huelga general"-, lev¨¢ntense airados y griten "?Informaci¨®n!"; pero cuando oigan una valoraci¨®n -como, por ejemplo, ¨¦sta de Zaplana: "Espa?a es una de las naciones m¨¢s antiguas del planeta"-, no pierdan el sentido del humor y ¨¦chense a re¨ªr.
Maite Larrauri es fil¨®sofa.
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