Cart¨®n-piedra
Si alguna ¨®pera de repertorio se presta a la actualizaci¨®n esc¨¦nica, ¨¦sa es Madama Butterfly. M¨¢xime en a?os como ¨¦stos, con un amigo americano haciendo de las suyas y un turismo sexual de proporciones may¨²sculas. El nombre de Nagasaki (donde transcurre la acci¨®n) est¨¢ te?ido tambi¨¦n de l¨²gubres v¨ªnculos con Estados Unidos. Y tras ver a Lohengrin en una escuela o a Wotan con traje de chaqueta, no chocar¨ªa mucho encontrarnos a Pinkerton como guapo occidental que compra los favores de una adolescente (que podr¨ªa ser Tailandia), con resultado de enamoramiento e hijo. Por no hablar de una posibilidad conceptualmente m¨¢s amplia, donde no se priorizara el aspecto folkl¨®rico del drama y se pusiera a la vista el laberinto humano de cualquier tipo de dominaci¨®n, cultural o sexual.
Madama Butterfly
Solistas: Heion Seo, Antonio de Palma, Alexandra Canettieri, Eugenio Leeggiadri-Gallani, Ignacio Giner, Juan Jos¨¦ Navarro, Ettore Cresci, Vicente Antequera, Amparo Navarro, Marta Peirats, Marietta Romero. Orquesta Sinf¨®nica del Mediterr¨¢neo. Director musical: Jos¨¦ Luis Pareja. Director de escena: Giampaolo Zennaro. Teatro Principal. Valencia, 11 de febrero.
Esta producci¨®n prefiri¨®, sin embargo, moverse dentro de la est¨¦tica del cart¨®n-piedra, que a nadie molesta: japonesitas agitando sus abanicos y sus sombrillas, el rico Yamadori dej¨¢ndose arrastrar en un muy oriental carrito, unos jarrones endebles que pusieron en aprietos a Cio-Cio San y a Suzuki, un tel¨®n que a punto estuvo de caer sobre los cantantes cuando saludaban, o un ballet pretendidamente psicoanal¨ªtico y con el punto de modernidad que admiten nuestras fuerzas vivas: justo cuando la chica se queda desnuda, va y se apagan las luces.
Todo eso y mucho m¨¢s se aguanta con resignaci¨®n cuando la parte musical convence. Porque los pentagramas de Puccini son de tal calibre que pueden convertir en sol naciente a un miserable farol. Con el ¨²nico requerimiento, claro, de interpretarlos bien. Pero ni las voces ni la orquesta sirvieron de paliativo, al menos el d¨ªa del estreno (hay un segundo reparto para los papeles principales). Pinkerton luci¨® potencia en el agudo, pero se estrangulaba en el paso. A Suzuki se la escuchaba con un entubamiento manifiesto. Sharpless, m¨¢s convincente en la emisi¨®n y en el fraseo, fallaba por arriba. En el dif¨ªcil rol de Cio-Cio San, el calentamiento de la voz dur¨® todo el primer acto, donde cant¨® con un vibrato exagerado. Tras el descanso, sin embargo, la soprano se fue creciendo y consigui¨® convencer en el aspecto dram¨¢tico. No as¨ª en la faceta m¨¢s l¨ªrica. La orquesta parec¨ªa que se hab¨ªan juntado para un bolo, aunque, desde luego, hubo cierta profesionalidad: los desajustes se arreglaban pronto. Eso s¨ª, tocaban a pleno pulm¨®n: las sutilezas orientales o a las contradicciones an¨ªmicas quedaron para otra vez.
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