El preso de conciencia desconocido
El autor lamenta el silencio que rodea el secuestro y la condena del t¨¦cnico nuclear israel¨ª Mordejai Vanunu, encarcelado desde 1986
En su bell¨ªsimo libro Memories of our future, sobre la herencia fecunda de Sefarad, el escritor neoyorquino, o, para ser m¨¢s preciso, de Brooklyn, Ammiel Alcalay se lamenta del clamoroso silencio que envuelve desde 1986 el secuestro, juicio y condena del ciudadano israel¨ª Mordejai Vanunu, un t¨¦cnico nuclear de convicciones pacifistas oriundo de Marraquech. ?Su crimen? Haber roto lo que su abogado Avigdor Feldman denomina "el tab¨² del secretismo israel¨ª" al revelar al The Sunday Times brit¨¢nico el programa de fabricaci¨®n de armas nucleares, que conoc¨ªa de primera mano en raz¨®n de su trabajo de especialista en la materia, en la central de Dimona (v¨¦ase la cr¨®nica de Julio de la Guardia, EL PA?S, 30-1-2004).
Desde hace 18 a?os, Mordejai Vanunu permanece encarcelado en unas condiciones que traen a la memoria las de ¨¦pocas pasadas de la historia europea o de las dictaduras de todo pelaje se?aladas con el dedo por Amnist¨ªa Internacional. Pero, en vez de ser sostenido por los partidos democr¨¢ticos y los movimientos pacifistas, subraya Alcalay, Vanunu ha sido abandonado a su suerte. Secuestrado en Italia por agentes del Mosad (los servicios secretos israel¨ªes), como lo fueron en su d¨ªa Gal¨ªndez y Ben Barka, parece haber desaparecido desde entonces de la faz de la Tierra. Sepultado en vida a causa de unas ideas trasladadas con valent¨ªa al terreno de los hechos, ha resistido y resiste con dignidad a su inhumana condena. Acusado por el tribunal que le juzg¨® de haber descubierto secretos de Estado, replic¨® a sus jueces: "El ciudadano puede exigir cuentas a la clase pol¨ªtica, ustedes son responsables ante m¨ª. (...) El ciudadano puede desvelar las maquinaciones de todos los reg¨ªmenes del mundo mediante la desobediencia civil. (...) Una acci¨®n como la m¨ªa ense?a a los dem¨¢s que el propio razonamiento, el de todo individuo, no es menos importante que el de los jefes. ?stos se sirven de la fuerza y sacrifican a millares de personas en el altar de su megaloman¨ªa. No les sig¨¢is a ciegas".
Mordajai Vanunu, miembro de esta vasta comunidad judeomarroqu¨ª a la que pertenecen personalidades tan diversas como el influyente consejero real Andr¨¦ Azulay, el militante izquierdista Abraham Serfaty o el gran escritor Amran el Maleh, expuso al tribunal que lo juzgaba la experiencia de muchos sefard¨ªes durante la ¨¦poca del Protectorado: "Los ricos viv¨ªan a extramuros, pero la mayor parte de los miembros de la comunidad resid¨ªan en el Melah. Hab¨ªa escuelas jud¨ªas en el barrio, pero yo estudiaba en la de la Alianza Israelita, situada fuera. Los cursos se daban medio d¨ªa en franc¨¦s y medio en ¨¢rabe, con alrededor de una hora en hebreo. Acostumbraba a pasear por la ciudad por una plaza llamada Xemaa el Fna, donde se congregaba gente venida de todas partes y hab¨ªa una gran variedad de actores. (...) Todos sol¨ªan sentarse all¨ª y yo iba tambi¨¦n, siendo muy ni?o, a vagar y divertirme". En otras palabras, el acusado recordaba a sus jueces que la relaci¨®n entre las dos comunidades religiosas era entonces pac¨ªfica y no hab¨ªa entrado en la interminable espiral de violencia y de odio que hoy conocemos.
Antes de ser esposado y amordazado en la misma sala del tribunal que le conden¨® a cadena perpetua, Vanunu alcanz¨® a denunciar las circunstancias de su secuestro: "Me trajeron aqu¨ª encadenado como un esclavo". Seg¨²n Ammiel Alcalay, Vanunu fue transferido a mediados de los noventa a un centro psiqui¨¢trico, como en los buenos tiempos de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
S¨®lo una movilizaci¨®n internacional -as¨ª lo muestran los casos recientes de Al¨ª Lmrabet, los disidentes chinos y otros presos de conciencia del mundo entero- puede contribuir a liberar a un pacifista cuyo ¨²nico delito fue el de anteponer la propia reflexi¨®n a la raz¨®n de Estado. Las verdades inc¨®modas pagan un precio. Pero ¨¦ste no puede ser en ning¨²n caso el de pudrirse de por vida en el calabozo-enfermer¨ªa de un Estado que se precia de defender los valores democr¨¢ticos, al menos para sus ciudadanos. Quienes defendemos los acuerdos de Ginebra en pro de una paz justa entre Israel y Palestina tenemos el deber moral de exigir su liberaci¨®n.
Juan Goytisolo es escritor.
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