El mito del origen
Ante las perplejidades e incertidumbres del presente imperfecto, parece ser que no nos queda otra meta que mirar hacia atr¨¢s en busca del para¨ªso perdido por culpa de la modernidad. As¨ª que, en palabras de Karl Kraus, "mi meta es el origen" (la cita es de Fernando Savater: El mito nacionalista).
No hay nacionalista, ni globalif¨®bico o anticosmopolita que no acabe en la cafeter¨ªa o en el Parlamento ech¨¢ndonos en cara nuestra modernidad de mestizos hu¨¦rfanos de una sagrada identidad como la que ellos tienen, o que en alg¨²n momento del pasado originario y originante (este pasado no sigue las reglas de la raz¨®n discursiva, sino que se instala en un pret¨¦rito mitol¨®gico en donde era el Ser o la Patria) poseyeron, pero, ay, vinieron los "otros" y nos ensuciaron nuestra aut¨¦ntica ra¨ªz. Es como el aire que respiramos: filos¨®fica, religiosa, pol¨ªticamente, en fin, he aqu¨ª la palabra m¨¢gica, "culturalmente" de lo que se trata, lo que debemos estudiar, el futuro, consiste en ahondar en nuestras diferencias, se?alar ontol¨®gicamente lo que separa a uno del otro y, a partir de ah¨ª, construir un programa pol¨ªtico "emergente" para salvar el derecho a lo regional, lo local, "lo que aqu¨ª realmente interesa", nuestra esencial forma de ser, nuestras costumbres o "usos".
Esta devoci¨®n por las ra¨ªces es lo que, a la postre, cuenta para el nacionalfundamentalismo, cuya identidad inventa reinventando a su gusto los or¨ªgenes para contar oficialmente la historia del pueblo. Por esta raz¨®n, la modernidad, la Ilustraci¨®n, la ciencia y la democracia son los enemigos a machacar en aras de lo puro y ¨²nico que hay en cada cultura, mejor en cada pueblo, en cada raza. ?Por qu¨¦? La respuesta nos parece obvia: porque con lo universal no se diferencia. Todo lo contrario, debe prevalecer el "prejuicio" de cada cultura, raza o naci¨®n porque lo primero, lo que existencialmente est¨¢ m¨¢s "a la mano" (Heidegger: Ser y tiempo) es la lengua de cada pueblo, sus caracter¨ªsticas geogr¨¢ficas, su "ser" tan limitado como finito que, ya lo hab¨ªa defendido Herder contra Voltaire y Kant en el XVIII, resulta "inconmensurable" si se quieren comparar unas culturas con otras. La ciencia no le vale al nacionalista amante de sus inmaculadas ra¨ªces porque el discurso cient¨ªfico aspira a lo universal, al margen del sexo, raza, religi¨®n o folclore del investigador. Tampoco mirar¨¢ con buenos ojos a la revoluci¨®n ilustrada de los individuos porque la Ilustraci¨®n (Kant la defin¨ªa as¨ª: "Sapere aude!", es decir, ten valor de servirte de tu propio entendimiento frente a los tutores que viven, precisamente, de nuestra eterna minor¨ªa de edad), la modernidad, abre irreversiblemente una brecha entre el "individuo" y la "tribu". Ni que decir tiene que el consiguiente asco hacia la democracia como marco pol¨ªtico constitucional en donde dirimir nuestras diferencias se concluye de lo anterior; y es que la democracia aspira a lo universal, defendiendo lo particular e individual como motor de la autonom¨ªa de la sociedad civil. Pero al tratarse de una sociedad m¨²ltiple, plural, mestiza, construida mediante un pacto social, el concepto de patria que de ah¨ª se deriva ya no puede ser el de "la patria como origen", origen que siempre acabar¨¢ siendo ¨¦tnico, sino, en palabras de Habermas (La inclusi¨®n del otro), la patria como "elecci¨®n", la patria constitucional.
Esto no quiere decir, ni mucho menos, que los llamados estudios regionales est¨¦n de m¨¢s. No, lo que s¨ª afirmo es que lo particular no puede aspirar a ser s¨®lo particular porque nadie, individuo, lengua, religi¨®n o cultura, puede entenderse a s¨ª mismo si no es a trav¨¦s de la mediaci¨®n de los dem¨¢s individuos, lenguas, religiones y culturas.
Frente a la patria del origen, la patria constitucional que tenemos que inventar entre todos. ?Artificial? S¨ª, se?or m¨ªo, el artificio m¨¢s hermoso que pol¨ªticamente nos cabe llevar a cabo. Salvo, claro est¨¢, que sigamos creyendo con Gobineau y los nazis que primero se es alem¨¢n, franc¨¦s, mexicano o vasco y, en segundo lugar, hombres. ?Basta ya!
Julio Quesada es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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