En C¨®rdoba, casi como en Gaza
El diplom¨¢tico Moratinos, 'n¨²mero dos' del PSOE cordob¨¦s al Congreso, usa sus dotes de persuasi¨®n para lograr el voto
Miguel ?ngel Moratinos (Madrid, 1951) es un hombre pegado a una maleta, a la habitaci¨®n de un hotel y a una serie de movimientos mec¨¢nicos que le han convertido en un n¨®mada durante media vida. El ojo siempre encima del pasaporte y el m¨®vil cargando por la noche eran axiomas cotidianos. Gajes de la profesi¨®n diplom¨¢tica. Ahora ha cambiado el hotel por su residencia en Madrid y para venir a C¨®rdoba no le hace falta pasaporte. Pero lo del m¨®vil no tiene remedio ni en Gaza, ni en C¨®rdoba.
El pasado mi¨¦rcoles se le olvid¨® cargarlo. Nadie es perfecto. Y el jueves se qued¨® sin bater¨ªa tras una ma?ana de o¨ªdos subyugados a las ondas. Fue a la plaza de las Tendillas a por un cargador. La dependienta le dice que sin el m¨®vil no se pueden ganar las elecciones. Moratinos da la raz¨®n, bromea, paga con tarjeta y enchufa el tel¨¦fono en el coche de su cicerone de turno en C¨®rdoba.
El candidato, residente en Madrid, afronta una inmersi¨®n acelerada en la provincia
Este prestigioso diplom¨¢tico y n¨²mero dos en las listas socialistas al Congreso por C¨®rdoba cree que no le cambia mucho la vida el hecho de que antes despachara con Arafat y Sharon para la imposible tarea de pacificar Oriente Medio y ahora, en plena campa?a, lo haga con pe?as, empresarios, asociaciones o los comerciantes del barrio de Santa Rosa de C¨®rdoba. Todos estos sectores no dejan de tener su particular guerra, aunque aqu¨ª no va m¨¢s all¨¢ de las palabras.
"Sigo siendo amante de la lectura, la m¨²sica, y el deporte, aunque no lo practique mucho", reconoce, "y todo eso no va a cambiar". S¨ª cambia, por ejemplo, que a?os atr¨¢s ten¨ªa que devorar sesudos documentos del juego pol¨ªtico internacional o ser lazarillo de las visitas ministeriales, en busca del "mejor restaurante o el bar de moda". Eso qued¨® atr¨¢s.
Ahora Moratinos tiene sus propios lazarillos. El jueves pasado fueron Mari ?ngeles Luna y Antonio Hurtado, ediles socialistas en C¨®rdoba. Y afirma que lee todo lo que le cae en las manos y se refiere a C¨®rdoba, desde la novela de Antonio Mu?oz Molina que lleva en el t¨ªtulo a la ciudad hasta la obra de Antonio Gala, adem¨¢s de amplia documentaci¨®n sobre la realidad de la provincia.
Pero la tensi¨®n es otra. "No es una situaci¨®n de guerra, aunque hay un d¨ªa a d¨ªa de tensi¨®n electoral y en plena campa?a la adrenalina est¨¢ a tope", aclara. A pesar del cambio de escenario, Moratinos observa, salvando las distancias, ciertos paralelismos entre su estancia en Oriente Medio y sus visitas a C¨®rdoba. Recuerda que cuando cayeron las torres gemelas en Nueva York y se encontraba de visita a Arafat, bloquearon Gaza y "quedamos encerrados". As¨ª que las autoridades palestinas le mostraron "la Gaza real, las peluquer¨ªas, las tiendas de electrodom¨¦sticos...", rememora. Lo mismo hizo el jueves en el barrio de Santa Rosa, donde pase¨® por varias tiendas.
"La diferencia es que all¨ª hab¨ªa una ciudadan¨ªa crispada, no como aqu¨ª", explica. Pero en cierto modo, Moratinos insiste en que lo principal sigue siendo lo mismo que en Oriente Medio: escuchar y transmitir. En su ¨²ltima visita por C¨®rdoba siempre saluda con la mano y, sobre todo, escucha. Una vecina del barrio de Ca?ero le aconseja que le diga a Zapatero que "espabile". ?l no elude el debate y le contesta: "Va bien, va bien". En Santa Rosa se cruza con un hist¨®rico socialista, Gonzalo Barrag¨¢n, que prefiere en su solapa el s¨ªmbolo del yunque y la pluma que precedi¨® al pu?o y la rosa. Moratinos bromea con Barrag¨¢n sobre si cuando ¨¦ste acudi¨® a Suresnes ya sab¨ªa que Felipe Gonz¨¢lez, entonces Isidoro, ganar¨ªa en aquel congreso del partido.
Acostumbrado a la modernidad y sofisticaci¨®n de los salones de Bruselas o Londres, Moratinos cree que "todo eso est¨¢ bien, pero lo que busca la sociedad del siglo XXI es satisfacer lo que se llama el buen vivir". "La sociedad tradicional cordobesa", agrega, "tiene ventajas, pero si quiere mantener las costumbres, tambi¨¦n debe integrarse en un proyecto m¨¢s ambicioso de modernidad y progreso porque si no, pierde su capacidad de influencia", explica.
En un ejercicio de inmersi¨®n en la C¨®rdoba profunda, Moratinos se top¨® con las pe?as, un colectivo de mucho arraigo y peso en la ciudad, un c¨ªrculo social que no controla el poder pero, como recuerda el diplom¨¢tico, "crea opini¨®n". Moratinos ya tiene comprometida la asistencia al tradicional potaje de los viernes en una pe?a de la ciudad, para despu¨¦s escuchar un poco de flamenco. "A m¨ª me gusta el flamenco, tanto que conquist¨¦ a mi mujer con un taconeado", afirma. Aunque ve complicado bajar ese potaje de un arranque de sus pies. "Ahora no estoy tan en forma", bromea.
Aunque ahora es un asiduo de C¨®rdoba, Moratinos recuerda que ya visitaba la ciudad con su padre y llevaba a sus amigos extranjeros cuando hac¨ªa gira por Andaluc¨ªa. No obstante, cuando aterriz¨® en C¨®rdoba no tard¨® en hacer un ejercicio de modestia y admitir que no conoc¨ªa la provincia a fondo y que ven¨ªa a aprender.
De momento no est¨¢ entre sus proyectos instalarse en C¨®rdoba. S¨ª pasar¨¢ la Semana Santa y la fiesta de los patios. Vive en Madrid y ahora es un asiduo de la estaci¨®n del AVE: "Debo pasar mucho tiempo en una doble dimensi¨®n", entre su condici¨®n de notable de Zapatero y la de interlocutor, entre otros, de Alfonso Otero, presidente de la Federaci¨®n Andaluza de Deportes para Minusv¨¢lidos F¨ªsicos. Un d¨ªa despu¨¦s de escuchar a Otero sobre el estatus que deber¨ªa alcanzar este colectivo en el organigrama deportivo espa?ol, Moratinos almorzaba con su jefe de filas y los embajadores ¨¢rabes en la capital. De momento no quiere o¨ªr hablar del Ministerio de Asuntos Exteriores, donde militantes de su partido le sit¨²an si el PSOE gana las elecciones.
Librado de las tensiones de Oriente Medio, Moratinos no deja de tener una vida marcada por una intensa agenda. Y aunque tiene el rabillo del ojo en sus casi treinta a?os de carrera diplom¨¢tica, parece obvio que Moratinos est¨¢ m¨¢s relajado paseando por Santa Rosa o hablando con los joyeros y pe?istas de C¨®rdoba, que por los territorios palestinos ocupados, donde cada d¨ªa es una macabra loter¨ªa entre las piedras palestinas y las balas israel¨ªes.
De mucho comer
"Yo soy de mucho comer y siempre he sido gordito", afirma sin complejos Miguel ?ngel Moratinos. Sigue rellenito. Pero en julio pasado, cuando volvi¨® del polvor¨ªn de Oriente Medio atraves¨® por un "par¨®n personal y profesional dif¨ªcil de asumir", comenta. "Comenc¨¦ a adelgazar y adelgazar y lo que hice fue comer m¨¢s", recuerda.
Fueron unos meses de un reposo at¨ªpico y de cierta presi¨®n psicol¨®gica de los m¨¦dicos sin saber lo que ten¨ªa. "Me encontraba muy cansado", afirma. Despu¨¦s de pasar por el esc¨¢ner y de ponerse en lo peor, le diagnosticaron una "anemia de caballo", como califica. "Me dijeron que si hubiera cogido un avi¨®n en ese estado me hubiera dado un infarto o una hemorragia general", recuerda ahora aliviado. Asegura que fue un periodo en el que reflexion¨® mucho. "El cuerpo me pas¨® factura y eso que nunca he enfermado, s¨®lo recuerdo una gripe; en la carrera diplom¨¢tica nos dan puntos por no faltar", explica.
Ese buen comer que este diplom¨¢tico defiende lo pondr¨¢ en pr¨¢ctica en C¨®rdoba. La edil socialista Mari ?ngeles Luna asegura que propondr¨¢ la realizaci¨®n de un perol, tradicional d¨ªa l¨²dico-gastron¨®mico en el campo, con la participaci¨®n de los diferentes candidatos. "Eso est¨¢ comprometido", dice.
Moratinos tendr¨¢ dif¨ªcil triunfar en la competici¨®n culinaria. "La verdad es que la cocina no es lo m¨ªo, tengo platos limitados como los mejillones con perejil y pan o la tortilla", reconoce.
Ahora afirma que est¨¢ descubriendo una gastronom¨ªa cordobesa "interesante porque combina la dieta mediterr¨¢nea con la sofisticaci¨®n de la cocina ¨¢rabe; la miel, los flamenquines...". Est¨¢ claro que en C¨®rdoba, Moratinos saciar¨¢ su gusto por el buen comer.
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