Un terrible dilema moral
EL PA?S ofrece ma?ana, lunes, por 1 euro, 'Frankenstein', la genial novela de Mary Shelley
En el verano de 1816, como es bien sabido, se reunieron en Suiza cuatro personajes a cual m¨¢s extraordinario: Lord Byron, que abandonaba definitivamente Inglaterra; el poeta Percy Bisshe Shelley; el m¨¦dico de Byron, John William Polidori, y Mary Goodwin, amante de Shelley, el cual hab¨ªa huido de Inglaterra dos a?os antes con ella y con su esposa, Harriet Westbrook, a cuya muerte Mary se cas¨® con Shelley y tom¨® el nombre de Mary Wollstonecraft -por su madre- Shelley. En el mes de junio alquilaron la Villa Deodati, a orillas del lago Leman, y una noche que se ha hecho legendaria en la historia de la literatura se propusieron el reto de escribir cada uno una historia de fantasmas. De aquella noche quedaron intentos (el de Byron pas¨® a engrosar una parte de su poema Mazeppa titulado 'El entierro', Shelley se declar¨® impotente ante la prosa y Polidori perge?¨® una historia imposible). Sin embargo, quedan dos textos; uno, de Polidori, escrito tiempo despu¨¦s de ser despedido por Byron -que le consideraba insufrible-, titulado El vampiro y que es, de hecho, la primera aparici¨®n de esta figura legendaria en el mundo de la literatura. Y qued¨®, sobre todo, el relato de Mary, Frankenstein, que se convirti¨® en un mito del mundo moderno. Pero dejemos hablar a la propia Mary Shelley:
El libro de Mary Shelley nos remite a esa prodigiosa criatura que debi¨® ser la propia autora
La existencia de Frankenstein no es un asunto de intriga, sino un dilema moral terrible
"Hab¨ªa pasado la hora de las brujas, antes de que nos retir¨¢ramos a descansar. Cuando apoy¨¦ la cabeza sobre la almohada, no me dorm¨ª, aunque tampoco puedo decir qu¨¦ pensaba. Mi imaginaci¨®n, espont¨¢neamente, me pose¨ªa y me guiaba, dotando a las sucesivas im¨¢genes que surg¨ªan en mi mente de una viveza muy superior a los habituales l¨ªmites de la enso?aci¨®n. Vi -con los ojos cerrados, pero con la aguda visi¨®n mental-, vi al p¨¢lido estudiante de artes imp¨ªas de rodillas junto al ser que hab¨ªa ensamblado. Vi el horrendo fantasma de un hombre tendido; y luego, por obra de alg¨²n ingenio poderoso, manifestar signos de vida, y agitarse con movimiento torpe y semivital"; y sigue un poco m¨¢s all¨¢: "S¨®lo necesito describir el espectro que ha visitado mi almohada a medianoche". Al d¨ªa siguiente anunci¨® a todos que hab¨ªa pensado una historia; iba a ser un relato m¨¢s bien breve, pero se convirti¨® en un libro inolvidable.
Frankenstein nace al calor del romanticismo, de una parte, y de otra al abrigo de la fascinaci¨®n por la ciencia. Estamos en una ¨¦poca en la que no se ha abandonado el g¨¦nero g¨®tico -de ah¨ª la idea de hacer unas historias de fantasmas-, pero a la vez los estudios sobre el galvanismo, las teor¨ªas de Darwin y otros muchos experimentos alientan la idea de que se est¨¢ abriendo una nueva dimensi¨®n en el Conocimiento de la Realidad. No es casual que figuras como los juguetes mec¨¢nicos, los primeros y primitivos robots, o el mismo mito del Golem, es decir, la creaci¨®n artificial de la vida, ensamble expectativas de futuro con enso?aci¨®n rom¨¢ntica para imaginar asuntos que, mucho m¨¢s tarde, no ser¨¢n ajenos a lo que hoy conocemos con ciencia-ficci¨®n.
Hay, en el punto de vista de Mary Shelley, una cuesti¨®n trascendental, una cuesti¨®n de principios: finalmente, la criatura creada por el insensato proceder del doctor Frankenstein es, al fin y al cabo, vida, una criatura viva y, como tal, susceptible de emociones, afecto y conocimiento. Mary Shelley concibe enseguida la dimensi¨®n tr¨¢gica de la criatura como condenado por raz¨®n de su nacimiento. Es entonces cuando surge lo verdaderamente narrativo del asunto que no es, como podr¨ªa parecer, el tormento de Frankenstein por haber osado suplantar las leyes de la naturaleza, sino el drama, el conflicto dram¨¢tico de esa criatura que, una vez creada, ya no puede ni dejar de existir ni sustraerse a su horrible condici¨®n.
La autora plantea admirablemente la situaci¨®n. Un joven aventurero dispuesto a llegar a los confines del mundo por descubrir algo m¨¢s, siempre a favor del progreso del g¨¦nero humano, encuentra en los hielos del continente ¨¢rtico a alguien que antes que ¨¦l ha experimentado esa pasi¨®n. El relato del n¨¢ufrago, cuyo encuentro da lugar a una escena memorable, digna del mayor talento novel¨ªstico, se convierte en la historia del propio V¨ªctor Frankenstein que ilumina al joven y ardoroso Walton respecto a la limitaciones del deseo. La novela sigue las reglas del melodrama, esto es, la de conseguir que, siempre que algo est¨¢ a punto de aclarar la situaci¨®n a la que ha conducido el conflicto dram¨¢tico, surja una circunstancia que impide que se haga la luz sobre el conflicto; de este modo, la acci¨®n se contin¨²a de manera tan equ¨ªvoca como excitante cap¨ªtulo tras cap¨ªtulo. Pero la novela de Mary Shelley no casa con el pensamiento blando. Ella sabe cu¨¢l es el conflicto que ha construido, es un conflicto propio de su tiempo -cuyas razones sustanciales contin¨²an hoy en pie [v¨¦ase el asunto de la clonaci¨®n o de la investigaci¨®n con c¨¦lulas madre]- y con enorme coraje se enfrenta a las consecuencias de su propia invenci¨®n.
El monstruo creado por Frankenstein es una aut¨¦ntica f¨¢brica de conflictos morales y su autora no se los ahorra al lector. De aqu¨ª surge una ambig¨¹edad que es parte esencial del elemento "sugerencia" que caracteriza a toda gran creaci¨®n literaria y que convierte esta obra, que parece trazada por un juego o apuesta entre cuatro amigos, en una pieza literaria de primer orden. La existencia de Frankenstein no es un asunto de intriga, sino un dilema, un dilema moral terrible, y la autora lo extiende ante nuestros ojos con una valent¨ªa digna de toda admiraci¨®n.
"La vida o la muerte de un hombre no son sino un precio peque?o que pagar por la adquisici¨®n de conocimientos que yo busco". Esta declaraci¨®n resume el optimismo cient¨ªfico que enardece a la ¨¦poca. Veremos, pues los conocimientos cient¨ªficos a¨²n son poco menos que rom¨¢nticos en su descripci¨®n, c¨®mo V¨ªctor Frankenstein llega asombrosamente a adquirir en breve tiempo conocimientos extraordinarios: "Tras d¨ªas y noches de incre¨ªble trabajo y fatiga, logr¨¦ averiguar la causa de la generaci¨®n y de la vida; y m¨¢s a¨²n, consegu¨ª dotar de animaci¨®n a la materia inerte". Pero ?qu¨¦ importa? Confesiones como ¨¦sta de V¨ªctor Frankenstein nos sumen en la hermosa ingenuidad con que este libro plantea un conflicto ¨¦tico de primera magnitud, plenamente vigente, y ¨¦se es su encanto: primitivo, pero esencial. Y no es asunto menor aceptar que, tan ingenuo como l¨²cido, el libro de Mary Shelley nos remite, finalmente, a esa prodigiosa criatura que debi¨® ser la propia autora.
Babelia
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