Propuestas de escaparate
En la sala Este-alta del Artium vitoriano, la joven artista Naia del Castillo (Bilbao, 1975) ha presentado sus ¨²ltimos trabajos. Son propuestas envueltas por el lenguaje de la moda, la insinuante seducci¨®n femenina, el arrebatado esteticismo, la sutil y recatada ambig¨¹edad, adobado todo ello por varios grados de extravagancia, entre otras procuras.
En efecto, sobre tres maniqu¨ªes, alzados como en los escaparates en un pelda?o, se muestran tres bell¨ªsimos vestidos de ricas telas. Dos de ellos dejan ver el primer grado de extravagancia al llevar sendos farolillos adosados al cuerpo, uno de ellos oculto entre los ropajes y el otro a la vista, en un extremo de la larga cola del ropaje. Esos mismos vestidos se los van a ce?ir tres mujeres. Posan despu¨¦s para la foto. La imagen fotogr¨¢fica nos revela otro punto realmente extravagante, ya que se han dejado posar en posturas extra?as, una inclinada boca abajo con las manos sobre el suelo, otra -m¨¢s normal-, como nost¨¢lgica proa del barco de una imaginaria luna de agosto y la otra insinuando con la mirada el camino que conducir¨ªa hasta su soterrado pubis.
Por otro lado, tres im¨¢genes fotogr¨¢ficas exhiben una sensualidad carnal. Una, donde dos piernas femeninas de diferentes due?as, calzadas sobre altos botines, se acercan, cruzan y levemente se rozan. Dos, un par de mujeres posan desnudas de medio cuerpo para arriba, toc¨¢ndose los hombros, pero con el cuidado de portar dos baberos cubridores de sus pechos. Tres, una elegante dama -sin que veamos su rostro-, luce una blusa blanca perforada justo a la altura de uno de sus pechos, por donde asoma el pez¨®n. De modo fetichista, en una vitrina, se exhiben los botines, el babero y la camisa perforada. Tanto los botines como el babero llevan im¨¢genes galantes del rococ¨® franc¨¦s, como si fueran grabados sacados de pinturas de Chardin, Boucher o Fragonard.
Hay otras im¨¢genes fotogr¨¢ficas menos sofisticadas. Como, por ejemplo, la serie de cabelleras de mujer. Las largas melenas sirven para ocultar entre mara?as sus rostros, lo mismo cada una por separado (rubia, pelirroja y morena), como por la juntura de dos modelos, donde se enhebran sus melenas. Tres fotograf¨ªas m¨¢s a?aden nuevas y muy estudiadas extravagancias. Dos vitrinas m¨¢s, cual dos esculturas, tienen como tema un conjunto de barras de pintalabios y un sui g¨¦neris tiro con arco, con arquera femenina. Se inserta la correspondiente r¨¦plica fotogr¨¢fica de ambas.
Salir de la exposici¨®n y pensar en la lucidez de Karl Kraus (1874-1936) fue todo uno. Anticipadamente predijo el austr¨ªaco: "Tambi¨¦n el escaparatista puede instalarse en la posteridad. Pero s¨®lo si el l¨ªrico le hace un poema". ?No es una asombrosa predicci¨®n?
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