S¨®lo propaganda
Los partidos pol¨ªticos metidos en campa?a electoral tienden a convertirse en maquinarias comerciales que ponen en riesgo a veces lo que est¨¢ en la base de su propia actividad: la pol¨ªtica. La pretensi¨®n de que tienen derecho a colocar en los medios los mensajes que les interesan, huyendo de cualquier pregunta que no entre en su gui¨®n, confunde informaci¨®n con propaganda y est¨¢ re?ida con la naturaleza de la democracia como sistema de opini¨®n p¨²blica. El art¨ªculo 20 de la Constituci¨®n consagra el derecho a "comunicar o recibir libremente informaci¨®n veraz". Un derecho cuyo titular es la ciudadan¨ªa y que constituye la base para la formaci¨®n de la opini¨®n del votante. De ah¨ª la prevalencia que le reconoce el Tribunal Constitucional.
La libertad de informaci¨®n est¨¢ en la base de un r¨¦gimen democr¨¢tico, y de ah¨ª la obligaci¨®n de los pol¨ªticos, y con m¨¢s motivo de los candidatos, de someterse a escrutinio del p¨²blico. Los electores tienen derecho a saber lo que los candidatos piensan respecto a muy diversos asuntos, aunque al candidato le vengan mal para su campa?a. La dial¨¦ctica del "ahora no toca", extravagancia que hace a?os son¨® a graciosa, ha acabado extendi¨¦ndose y ya se considera un recurso leg¨ªtimo. Las ruedas de prensa sin preguntas (una contradici¨®n en los t¨¦rminos) son cada vez m¨¢s frecuentes.
Se comprende que a Blair le incomode que le pregunten por Irak ahora que hasta los servicios secretos dicen que nunca hubo evidencia de que Sadam tuviera armas de destrucci¨®n masiva. Pero va en su sueldo. El gesto del ministro Trillo de ofrecer un euro al primer periodista que volviera a preguntarle por tales armas resulta ofensivo y revelador de esta tendencia a administrar el derecho a la informaci¨®n no en funci¨®n de lo que interesa al p¨²blico, del que los periodistas son mediadores, sino de lo que el pol¨ªtico decide que toca en cada momento.
Con m¨¢s motivo ser¨ªa l¨®gico que los candidatos a presidir el Gobierno respondieran a las preguntas sobre esas u otras cuestiones de actualidad, con independencia de lo que diga el libro de ruta de la campa?a; y deseable que aceptasen debatir de ellas en p¨²blico, como ocurre en casi todas las democracias en periodo electoral. Por aqu¨ª puede empezar el PP a rescatar el compromiso de regeneraci¨®n democr¨¢tica que Rajoy enuncia en su programa despu¨¦s de ocho a?os de olvido.
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