Estr¨¦s
Seg¨²n el ministro de Fomento, se?or ?lvarez Cascos, la vivienda est¨¢ cara pero se venden m¨¢s pisos que nunca gracias al poder adquisitivo del paisanaje, que por lo visto debe ser el m¨¢s alto del mundo. Aunque los n¨²meros cuentan otra historia, por ejemplo, que todav¨ªa andamos bastante lejos de la renta media europea. Entiendo que es un ejemplo funesto, pues se basta para cargarse muchas tentaciones dogm¨¢ticas. As¨ª, no se puede decir que si nos sentamos en los vagones de cola del gasto social europeo es porque somos tan ricos que la asistencia estatal est¨¢ de m¨¢s. Con nuestro PIB por habitante las cl¨ªnicas privadas no se hicieron para nos, mientras el mercado inmobiliario excluye de entrada a m¨¢s de un tercio del censo.
Tanta insensibilidad es frustrante y dolorosa. Una pareja hace frente a una hipoteca que se lleva por delante casi la mitad de unos ingresos inseguros. Es vivir en vilo, echando el bofe. Para el mercado y sus voceros, tan larga y tensa aventura se expresa as¨ª: Se ha vendido un piso. Otro m¨¢s y van... (Luego, el mismo ministro desata una peque?a o no tan peque?a tormenta en su partido por elegir ¨¦ste a sus candidatos en raz¨®n de los resultados de la encuestas electorales). Lo cierto es que no s¨®lo se ha vendido un piso, medio mill¨®n de pisos. Hay que contar con la percepci¨®n del comprador, con la idea que la sociedad tiene de la situaci¨®n del mercado inmobiliario. ?Puede que a m¨¢s viviendas vendidas m¨¢s votos perdidos? Si se vende en un paquete piso y estr¨¦s (utilizo "estr¨¦s" en su acepci¨®n popular), puede ser. Depender¨¢ tal vez del n¨²mero de factores estresantes que acogoten al cliente; y de lo acostumbrada que est¨¦ una sociedad a convivir con una serie de coyunturas previstas. Mi madre tuvo cuatro hijos, pero la asustaba m¨¢s deber un duro. Es un ejemplo muy desnudo, pero suficiente, quiero creer, para ilustrar lo anterior.
La fuente de la eterna juventud es un tema recurrente en la historia de nuestra especie. Pero subyace a otro, el de la inmortalidad. Y a ambas, a la juventud perpetua y a la inmortalidad se accede, obviamente, por la ausencia de riesgo. Dado que las excepciones a esta regla son bastante numerosas acaso cabr¨ªa hablar de grupos m¨¢s que de individuos. Pero valga. A?adamos que un cierto grado de tensi¨®n es estimulante. Seg¨²n Orson Welles, a la pl¨¢cida Suiza le debemos el reloj de cuco. J. S. Mill, entre otros, hab¨ªa escrito que demasiada seguridad conduce al estancamiento, pero sin perder de vista el polo opuesto, el miedo causado por la inseguridad, por el "estado de naturaleza", contundentemente denunciado por Hobbes primero y despu¨¦s por Rousseau. Del estado de naturaleza al estado civil por medio de la organizaci¨®n pol¨ªtica; tal fue el trayecto que, sorteando acechanzas, fue capaz de recorrer el hom¨ªnido en su larga aventura hacia la humanidad plena. Ni cultura ni conocimientos, ni ciencia, ni arte, ni letras sin contrato social, o sea, sin organizaci¨®n pol¨ªtica; pues es ¨¦sta la que procura la ausencia de un miedo perpetuo, un miedo que estrangula toda acci¨®n significativa. Si sabemos que lo extra?o no es la muerte, sino seguir todav¨ªa vivos, ?para qu¨¦ molestarse en hacer nada?
Hoy se vive un clima de inquietud y una nube de expertos se afana en desentra?ar las razones, al parecer muy ocultas. Pues dicen algunos que durante el ¨²ltimo medio siglo la seguridad no ha dejado de ir en aumento en los pa¨ªses industrializados, mientras que, simult¨¢neamente, ha ido creciendo tambi¨¦n la percepci¨®n de la inseguridad. ?Quiz¨¢s pol¨ªticos y mass media han creado una visi¨®n ficticia de la realidad? Ciertamente, uno escucha los informativos y en media hora oye tal sucesi¨®n de sucesos perversos que se extra?a de que a¨²n no le haya tocado la china, si es que no le ha tocado. Los medios (con excepciones) son perfectamente capaces de crear alarma social a cambio de clientela; eso no es noticia. Pero no necesitan inventarse mostruosidades, puesto que ¨¦stas se producen diariamente a manos llenas. Y si un soci¨®logo nos dice que "la campa?a contra el botell¨®n se produce en un momento en que baja el consumo global de alcohol, incluso entre los j¨®venes", nos quedamos perplejos. Al parecer, "las instituciones no se movilizan por los problemas reales, sino por las crecientes presiones". Presiones que pueden ser debidas a una percepci¨®n subjetiva de los hechos. (?) Digo yo que este ejemplo del botell¨®n no nos sirve. ?Se bebe menos alcohol? Tal vez, pero el consumo est¨¢ m¨¢s concentrado en ciertos d¨ªas, concretamente, los fines de semana. Y m¨¢s mezclado que nunca con drogas, y en multitud ruidosa que hace imposibles las noches de los vecindarios afectados. Que hablen las v¨ªctimas, que hable el personal de urgencias de los hospitales, que hable la polic¨ªa, que hablen los padres. El problema es real y aunque no la mayor, ni de lejos, es una de tantas amenazas como contribuyen al malestar y al desasosiego de las gentes, a esa tensi¨®n negativa que en t¨¦rminos no estrictamente cl¨ªnicos llamamos estr¨¦s.
Es totalmente incierto que en el ¨²ltimo medio siglo la seguridad ciudadana no haya hecho sino ir en aumento. En realidad, no puedo pensar en ning¨²n tipo de delito que no haya experimentado un crecimiento espectacular. Pero es que, adem¨¢s, los factores estresantes no derivan ¨²nicamente de la amplia gama del crimen callejero. Hay otras muchas causas, entre ellas el trabajo. Leo que hoy, los estudiantes norteamericanos aspiran, ante todo, a un empleo fijo, preocupaci¨®n que hace pocas d¨¦cadas estaba casi ausente de sus c¨¢lculos. Innecesario mencionar las condiciones laborales en nuestro pa¨ªs. La sociedad de las estresantes compras a plazos, del colesterol y del culto al cuerpo, de la distorsi¨®n del individualismo, de los vaivenes de la econom¨ªa, de la p¨¦rdida de asideros, de los alimentos dudosos, de los accidentes y de los terrorismos, de las deslealtades conyugales, del entretenimiento espurio, de la ruina del medio ambiente, del hambre universal, del descr¨¦dito de las religiones, de los ruidos, de la zarabanda medi¨¢tica, de los traficantes de todo, de los pol¨ªticos venales y banales, de las amistades y relaciones por el m¨®vil y por Internet...
Seres atrapados en una tupida red de amenazas, de peligros, de extorsiones y trampas de mayor o menor densidad. Pero consol¨¦monos, arriba esos ¨¢nimos. Todo se reduce a percepciones subjetivas. Lo dice un n¨²mero de expertos.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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