Lo otro son delirios
El peri¨®dico brit¨¢nico The Guardian tiene una secci¨®n muy ingeniosa que se llama "Los 10 tops". En la lista est¨¢n incluidos "Los 10 mejores delirios de la modernidad", seleccionados por Francis Wheen, un bi¨®grafo de Karl Marx que gan¨® en 2003 el premio Orwell de periodismo (http://books.guardian.co.uk/). Dos de los mejores delirios actuales son "No existe eso que se llama realidad" y "No hay que ser tajante en las cr¨ªticas". ?C¨®mo que no existe la realidad?, dice Wheen, "?acaso Auschwitz fue un discurso?". Y ?c¨®mo que hay que mantener un total relativismo cultural e intelectual. "?Acaso vamos a permitir que se ense?e la Biblia en la clase de biolog¨ªa?".
Parece que estos dos delirios han tenido un gran predicamento en el pensamiento de Josep Llu¨ªs Carod Rovira. No crey¨® que ETA fuera real y adem¨¢s le aplic¨® una cierta dosis de relativismo intelectual. As¨ª que una vez m¨¢s, de nuevo, todos, en plena campa?a electoral, hablando de ETA. Si no fueran tan agotadores, se dir¨ªa que el problema del nacionalismo democr¨¢tico no es tanto su voluntad de independencia como su apabullante mezquindad.
ETA es real y adem¨¢s tiene una extraordinaria capacidad para evitar que se hable de otra cosa que no sea su pura existencia. Es cierto que cuenta para ello, en muchas ocasiones, con el sorprendente y valios¨ªsimo efecto espejo que le proporcionan el Gobierno y el PP. Aznar y Rajoy habr¨ªan sacado de quicio a Margaret Thatcher, para quien la primera obligaci¨®n del Gobierno era tratar al IRA como un grupo de delincuentes cuyas acciones no ten¨ªan contestaci¨®n pol¨ªtica y, desde luego, ninguna repercusi¨®n en su discurso electoral.
Sea como sea, lo que est¨¢ claro es que, una vez m¨¢s, ETA ha conseguido acaparar el protagonismo durante los primeros escarceos de la campa?a. Habr¨¢ que tomar en cuenta que el procedimiento no ha sido esta vez tan sangriento como en 2000, cuando asesin¨® al portavoz socialista en el Parlamento vasco y a su escolta. Pero el resultado pol¨ªtico es el mismo. Entonces hac¨ªa dos semanas que hab¨ªan ocurrido los incidentes de El Ejido, pero los problemas de la inmigraci¨®n desaparecieron como por ensalmo del debate electoral.
En 2004 vamos por el mismo camino. Y es curioso porque, en el fondo, lo ¨²nico que de verdad ha cambiado en Espa?a en estos cuatro a?os ha sido eso, el n¨²mero de inmigrantes. En toda Catalu?a, por ejemplo, en 2000 hab¨ªa 148.803 extranjeros. Hoy, s¨®lo en Barcelona, hay 202.489. ?Qu¨¦ hace que estemos siempre absorbidos por ETA, sin tiempo ni ganas para hablar en plena campa?a electoral de otras noticias que aparecen en las ediciones locales de los diarios? Por ejemplo: "El 35% de los muertos en accidentes de trabajo en Alicante son indocumentados" o "Uno de cada tres muertos en el tajo en 2002 en Madrid era inmigrante".
Espa?a ha pasado en s¨®lo cuatro a?os de tener menos de un mill¨®n de inmigrantes, europeos comunitarios incluidos, a casi tres millones. Ahora son indispensables para construir casas, limpiar acequias, abrir zanjas, cuidar a ancianos, recoger fresas o verduras o, incluso, para vender sexo. Y lo digan o no los pol¨ªticos, dentro de otros cuatro a?os ¨¦ste ser¨¢ uno de los verdaderos temas de discusi¨®n en nuestra sociedad.
La inmigraci¨®n volver¨¢ a desaparecer de los debates electorales, pero continuar¨¢ llenando los peri¨®dicos de noticias. ?Seguir¨¢ la Guardia Civil recogiendo los cuerpos de inmigrantes ahogados en nuestras costas (104 en 2003) y ni siquiera hablaremos de ello y de c¨®mo evitarlo? ?Cu¨¢ntas veces leeremos en los pr¨®ximos cuatro a?os que hombres y mujeres han desaparecido en el mar cuando intentaban trabajar para nosotros? ?Cu¨¢ntas que han naufragado 10, 20, 30 pateras con 40 personas en cada una? ?Cu¨¢ntas veces nos dir¨¢n que unos muchachos han muerto asfixiados en un cami¨®n de basura cuando intentaban entrar en Espa?a y ser alba?iles?
Algunas asociaciones dicen que ya son 4.000 los inmigrantes muertos intentando entrar en Espa?a. Ellos (y ellas) fueron probablemente los m¨¢s decididos, los m¨¢s fuertes, los m¨¢s dispuestos a luchar de entre los habitantes de sus pueblos o ciudades y, sin embargo, cuando llegan las elecciones, nosotros ni siquiera nos acordamos de su existencia. Eso s¨ª es la realidad y eso s¨ª merece criticarse. Lo otro es delirio.solg@elpais.es
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