Cambio de paradigma
Esta colecci¨®n est¨¢ compuesta, al d¨ªa de la fecha, por 233 obras de un total de 31 fot¨®grafos -prefieren que se adjetive como "artistas" en lugar de operarios de la c¨¢mara- de diferente procedencia nacional (en su manual de uso se nos advierte, previamente, de que se trata de "una colecci¨®n en proceso de constituci¨®n"). Lo cual es cierto y, adem¨¢s, resulta honesta la advertencia, porque como bien explican, parte de un criterio -que puede ser compartido o no, como ocurre en cualquier ¨¢rea en la que medie un proceso selectivo-, pero la intencionalidad -en la que juega un papel determinante el eclecticismo- es la de formar un conjunto y a su vez la de "reflejar el cambio de paradigma de la fotograf¨ªa que, en el umbral de siglo XXI, pase de ser un documento a convertirse en un relato art¨ªstico para adquirir conciencia de su capacidad expresiva y subvertir sus c¨®digos y lenguajes". En los ¨ªndices de este ¨¢lbum figuran nombres de referencia como Philip-Lorca di Corcia, que manifiesta lo mejor de lo aprendido en la Universidad de Hartford a comienzos de los a?os setenta; Olafur Eliasson (Copenhague, Dinamarca, 1967), que puede ser la s¨ªntesis de las ense?anzas de una de las academias m¨¢s amuermantes, fotogr¨¢ficamente hablando, de la vieja Europa: la K?niglich D?nische Kunstakademie de Copenhague -Real Academia de las Artes de aquel pa¨ªs- (abstenerse de entrar en ella mientras se padezcan estados depresivos o sin perspectivas de poder acudir a un psic¨®logo de guardia de inmediato).
COLECCI?N DE FOTOGRAF?A CONTEMPOR?NEA DE TELEF?NICA
Fundaci¨®n Telef¨®nica
Fuencarral, 3. Madrid
Hasta el 14 de marzo
Tambi¨¦n, aqu¨ª est¨¢ la obra de G¨¹nter F?rg (F¨¹ssen, Alemania, 1952), una suerte de artesano g¨®tico fotogr¨¢fico del siglo XX, un ser err¨¢tico cuya biograf¨ªa deambula entre los planos urbanos de Colonia y M¨²nich, cuyas tomas arquitect¨®nicas son una especie de cilicio cuaresmal. O Esko M?nniko (Pudasj?rvi, Finladia, 1959), quien mejor retrata a los habitantes de los bosques de Laponia y las llanuras de Ostrobotghhnia, mientras est¨¢n ech¨¢ndose una siesta. Y, a su vez, lo peor de Vik Muniz (S?o Paulo, Brasil, 1961), cuando a¨²n no se le hab¨ªa pegado lo mejor de Nueva York y sus registros participaban de la elegancia de un cierto registro casposo -que nada ten¨ªa que ver con las nubes de los Equivalents, de Alfred Stieglitz, al que tanto admir¨®-. A lo que hay que a?adir una Cindy Sherman, con una producci¨®n de tr¨¢mite contrapuesta a las espl¨¦ndidas obras de Allan Sekula, las de Thomas Struth o la de Wolfgang Tillmans.
Es una muestra que nos ense?a el lado bueno y el malo -mal¨ªsimo- de los herederos conceptuales de la Escuela de D¨¹sseldorf en Europa (con los disc¨ªpulos de Bernd & Hilla Becher) y John Baldesari en Am¨¦rica, en todas las ¨¢reas de la especialidad.
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