Estallar en Mestalla
Las alarmas han saltado en Chamart¨ªn, Mestalla y Riazor: en plena tormenta de nieve, el Bar?a ha despertado de su sue?o invernal y empieza a rugir con profundidad, como s¨®lo saben hacerlo las fieras que reclaman un territorio y los candidatos al t¨ªtulo de Liga.
Despu¨¦s de cuatro a?os de modorra, a¨²n es imposible saber si se trata de un caso de lucidez provisional o si estamos ante una verdadera resurrecci¨®n. Los indicios son alentadores; hace un mes, el equipo estir¨® los m¨²sculos, arque¨® el lomo, se afil¨® las garras en el pavimento, exhibi¨® la dentadura de Ronaldinho, Puyol y Edgard Davids y en cinco minutos recuper¨® algunos de los metros que hab¨ªa cedido bajo el influjo de la maldici¨®n de Gaspart.
En un principio, los seguidores prefirieron mirar hacia otro lado: al fin y al cabo, Frank Rijkaard mov¨ªa el banquillo en un r¨¦gimen de libertad vigilada. Recib¨ªa las continuas visitas de Txiki Begiristain, Johan Cruyff y otros emisarios del barcelonismo militante, bajaba los ojos a la moqueta en un gesto de resignaci¨®n y, confinado en sus dos ¨²ltimos reductos, el despacho del presidente y la taquilla del vestuario, parec¨ªa perdido en la mara?a de nombres, n¨²meros y rumores de destituci¨®n.
Antes que nuevos jugadores, el equipo necesitaba un plan. Sometido a continuas modificaciones, el llamado dibujo t¨¢ctico estaba falto de simetr¨ªa; a veces era una ameba y a veces una mancha de aceite. Adem¨¢s, las primeras victorias de la serie llegaban in articulo mortis. Ten¨ªan el sello de la desesperaci¨®n y nos hac¨ªan pensar en un conocido efecto providencial; es decir, en la cortina de humo con que los dioses ocultan el aut¨¦ntico problema. De nuevo, aquellos eran los triunfos cortos, sudados y mordidos que suelen distinguir a los supervivientes. Representaban, m¨¢s que la bendita suerte del campe¨®n, la maldita suerte del principiante.
Frente a tan malos presagios, Rijkaard y sus chicos aceptaron el papel de convalecientes. Se limpiaron de barro, plancharon los uniformes, reemprendieron la marcha, y en eso lleg¨® Davids, un pequin¨¦s con gafas de miope que se agarra a las pelotas como un mast¨ªn. Inicialmente, aquel fichaje de urgencia no parec¨ªa la soluci¨®n; proced¨ªa de la trastienda de la Juve y el calcio lo hab¨ªa pasado por su trituradora. En resumen, pod¨ªa ser uno de esos jugadores de primer nivel que el f¨²tbol italiano convierte en tipos de vuelta. Por fortuna, ya ha demostrado que a¨²n conserva la mejor de sus cualidades: como Eric Cantona o Nobby Stiles, ¨¦l s¨®lo sabe jugar enfadado.
Aunque no estar¨¢ en Valencia, quiz¨¢ haya transmitido al Bar?a la dosis de combustible necesaria para resolver en un solo envite el dilema del pr¨®ximo partido y el pr¨®ximo futuro. Ha llegado la hora de incendiar la Liga o de arder en el intento.
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