Un cocinero y una Harley
Tener una Harley es algo que imprime car¨¢cter. No es lo mismo ir montado en una moto cualquiera, por muy buena que sea, que ver el mundo desde lo alto de una Harley y o¨ªr el sonido preciso de un motor que parece haber sido calibrado para grabar con ¨¦l una precisa banda sonora que te permite ir por la vida en buena compa?¨ªa. Un amigo, orgulloso propietario de una Harley Davidson, sol¨ªa decirme que estas motos son tan perfectas que puede decirse que casi nunca fallan. Para ilustrarlo, me contaba una an¨¦cdota que presenci¨® hace a?os en un sem¨¢foro. Alguien avis¨® al propietario de una Harley de que su moto estaba perdiendo aceite y ¨¦ste, sin molestarse ni en mirar la mancha, respondi¨®: "Una Harley nunca pierde aceite: marca territorio". Pues eso, que los propietarios de una Harley son una gente especial.
Carles Abell¨¢n es un 'chef' con suerte. En su restaurante de la calle del Comer? de Barcelona estuvo Mick Jagger
Carles Abell¨¢n, cocinero y propietario del restaurante Comer? 24, tiene una Harley preciosa, una Harley plateada y negra que reluce al sol como si acabara de salir de la f¨¢brica, una Harley que, adem¨¢s de llevarle por el mundo, tiene la virtud de contagiarle una extra?a energ¨ªa positiva. Y es que, decididamente, lo de estar deprimido no liga con ir montado en una Harley. Hace tiempo que Carles Abell¨¢n se pirra por las motos, pero hasta hace poco no pudo cumplir su sue?o de comprarse una Harley. Es, aunque a veces se queje, un tipo con suerte, y no s¨®lo por la Harley. Tambi¨¦n es un admirador confeso y entregado de los Rolling Stones y hace unos meses tuvo el placer de tener nada menos que a Mick Jagger comiendo en su restaurante. Fue el no va m¨¢s, el apaga y v¨¢monos, pero vale la pena echar la vista atr¨¢s. Cuando Carles Abell¨¢n ten¨ªa 20 a?os y estudiaba en la Escuela de Hosteler¨ªa de Barcelona, ya iba en moto, aunque entonces no era precisamente una Harley. All¨ª coincidi¨® con Sergi Arola, otro cocinero triunfador. "?l era mod, y yo rocker", recuerda con una sonrisa. "?l iba con gabardina y Vespa, y yo con botas y moto". Ahora Carles Abell¨¢n est¨¢ al mando de Comer? 24 y Arola lleva La Broche en Madrid. Son dos estilos distintos y dos grandes cocinas, aunque es dif¨ªcil adivinar los or¨ªgenes mod y rocker en ambos casos. El paso del tiempo, o el paso por los fogones, todo lo suaviza.
Durante seis a?os, entre 1984 y 1990, Carles Abell¨¢n trabaj¨® con Ferran Adri¨¤ en El Bulli, algo que tambi¨¦n imprime car¨¢cter. Cuenta que en cierta ocasi¨®n iba en moto hacia Roses y ¨¦sta se le incendi¨® en plena autopista y tuvo que dejarla tirada, reducida a un mont¨®n de hierros ennegrecidos. Maldiciendo y hecho un asco, consigui¨® llegar a El Bulli, donde Juli Soler, socio de Ferran Adri¨¤ y director del restaurante, le pregunt¨®: "?Estaba pagada?". Cuando Abell¨¢n le respondi¨® que s¨ª, sentenci¨®: "Pues no hay problema. Lo duro ser¨ªa seguir pagando una moto que ya no existe". No s¨¦ si la explicaci¨®n convenci¨® a Abell¨¢n, pero lo cierto es que estuvo sin moto durante bastante tiempo, quiz¨¢ so?ando ya en una Harley.
Carles Abell¨¢n pas¨® tambi¨¦n por otros dos restaurantes de la prestigiosa cuadra El Bulli, el desaparecido Talaia, en el Port Ol¨ªmpic, y el de la Hacienda Benazuza, en Sevilla. Con el tiempo, sin embargo, empez¨® a darle vueltas a la idea de montar un restaurante propio. En esto tambi¨¦n intervino el factor moto. "Me recorr¨ªa en moto las calles de Barcelona en busca de un local", recuerda. "Llegu¨¦ a ver m¨¢s de 200, hasta que di con un antiguo almac¨¦n del barrio del Born que, una vez reformado, se convirti¨® en lo que ahora es Comer? 24. No fue f¨¢cil abrirlo, pero va bien".
Comer? 24, que Abell¨¢n define como un "restaurante de tapas", tiene buenas cr¨ªticas y clientes entusiastas, aunque ¨¦l comenta que no hace cocina creativa, sino que se limita a hacer una cocina moderna, inspirada en las tapas de calidad. En cualquier caso, m¨¢s all¨¢ de las etiquetas, est¨¢ claro que se come bien en Comer? 24, y en un ambiente moderno y agradable. Muchos extranjeros de paso por Barcelona hacen un alto en Comer? 24. Uno de ellos, amparado en principio en el anonimato, lleg¨® el pasado verano, una noche en que el restaurante estaba lleno. "Era un viernes y ten¨ªa entradas para ir al d¨ªa siguiente al concierto de los Rollings", recuerda Carles Abell¨¢n. "A las 23.30 me llamaron para hacer una reserva para cinco. Les dije que estaba lleno, pero me dijeron que se trataba de un VIP. 'Lo siento, pero est¨¢ lleno', repet¨ª. 'Es un super-VIP', insistieron. '?Qui¨¦n es?', pregunt¨¦ intrigado. 'No estamos autorizados a decirlo', fue la respuesta. Les dije que lo sent¨ªa mucho, que el restaurante estaba lleno y que no pod¨ªa ser. Sin embargo, al cabo de unos minutos, mientras estaba sirviendo una mesa, se me acerc¨® un camarero y me dijo: 'Ve a la barra'. Lo dijo tan serio que pens¨¦ que hab¨ªa alg¨²n problema, pero cuando llegu¨¦ a la barra me encontr¨¦ a Mick Jagger con su hija, un guardaespaldas y dos personas m¨¢s. Hab¨ªan venido en dos limusinas que estaban aparcadas frente a la puerta. Reaccion¨¦ de prisa. Hab¨ªa unos clientes esperando para una mesa y les dije: 'Lo siento mucho, pero se la tengo que dar a Mick Jagger. Os invito a cenar otro d¨ªa, pero hoy no puede ser. Los Rolling Stones son mis ¨ªdolos de siempre'. Por suerte lo entendieron. Aqu¨ª ha venido gente de toda clase, artistas, pol¨ªticos... Desde Almod¨®var a Mister Bean [el actor Rowan Atkinson], gente muy importante, pero lo m¨¢ximo ha sido ver a Mick Jagger. Cuando vi que estaba comiendo en mi restaurante, pens¨¦: 'Es lo m¨¢s. Ya puedo cerrar'. Al d¨ªa siguiente fui al concierto de los Rollings con Juli Soler. Fue maravilloso. Recuerdo que en los viejos tiempos de El Bulli s¨®lo cerr¨¢bamos, vacaciones y domingos aparte, cuando hab¨ªa concierto de los Rollings. Tengo muy buenos recuerdos de aquella ¨¦poca en El Bulli. Aquella noche, sin embargo, fue algo muy especial".
No era para menos. Y encima, con una Harley en la rec¨¢mara. Lo dicho, Carles Abell¨¢n es un tipo con suerte.
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