Fundamentalismo y democracia
En una prolongada campa?a electoral marcada por el peso de las incidencias externas y no por las aportaciones doctrinales, El fundamentalismo democr¨¢tico de Juan Luis Cebri¨¢n tiene la virtud de recordar a los espa?oles que en la pol¨ªtica hay algo m¨¢s que marketing y descalificaciones primarias. Los conceptos pol¨ªticos tienen un contenido sometido a los cambios hist¨®ricos y m¨¢s de una vez tales cambios hacen necesarias adaptaciones o innovaciones terminol¨®gicas. Por otra parte, esa labor te¨®rica aqu¨ª y ahora no se encuentra desligada de la vida pol¨ªtica efectiva.
La cuesti¨®n que Cebri¨¢n pone sobre el tapete es de primera importancia: ?c¨®mo calificar aquellas tendencias pol¨ªticas que invocan la democracia para justificar posiciones intolerantes y sectarias? Y esa importancia se ve realzada por la deriva autoritaria seguida en nuestro pa¨ªs por el primer Gobierno conservador que llega al poder desde los inicios de la transici¨®n. Hay, pues, dos vertientes, la te¨®rica y la pr¨¢ctica, lo cual confiere un especial inter¨¦s al ensayo, al mismo tiempo que genera sus puntos d¨¦biles.
Cebri¨¢n propone ampliar el campo de significaci¨®n del concepto ya consolidado de fundamentalismo, esto es la exigencia de someter el uso de la raz¨®n a la interpretaci¨®n literal de un texto religioso, o religioso-pol¨ªtico, tr¨¢tese de la Biblia, del Cor¨¢n o del Libro Rojo de Mao. Ser¨ªa tambi¨¦n fundamentalismo a su juicio una corriente de pensamiento que defendiera de forma r¨ªgida la ortodoxia de un partido o movimiento pol¨ªtico. La propuesta es sugestiva, lo que ocurre es que esa intransigencia encaja mejor bajo la etiqueta de "integrismo", esto es, de rechazo a toda innovaci¨®n, o, en un sentido m¨¢s amplio, de "dogmatismo", es decir, la conversi¨®n de unas creencias determinadas en principios desde los que se justifica, y casi siempre se sacraliza, la actuaci¨®n del emisor. Por eso tal vez ser¨ªa m¨¢s adecuado y menos pol¨¦mico, pensando en los casos de Bush o de Aznar, referirse a su concepci¨®n reduccionista e imperativa de la gesti¨®n democr¨¢tica, y por consiguiente calificar su postura de "dogmatismo democr¨¢tico". La dureza de la cr¨ªtica no se rebaja un ¨¢pice y, siempre pensando en Espa?a, resulta eliminada de antemano la deriva, ya practicada por algunos, hacia la descalificaci¨®n de las posiciones constitucionalistas en cuanto aquejadas de "fundamentalismo democr¨¢tico". En realidad, la recurrente invocaci¨®n de la Carta Magna y la justificaci¨®n de la aventura iraqu¨ª en nombre del antiterrorismo son los ¨²nicos momentos en que la democracia forma parte del repertorio terminol¨®gico de Aznar. Ni en su actuaci¨®n parlamentaria, ni en el esquema de relaciones con la oposici¨®n, ni en su estrategia de control y uso de los medios, se atreve a invocar la democracia. S¨®lo faltaba que lo hiciera. Su orientaci¨®n es a todas luces dogm¨¢tica y autoritaria; la nota de fundamentalismo nada a?ade y la autocalificaci¨®n de "dem¨®crata" en todos esos campos ser¨ªa una profanaci¨®n.
Tal vez Cebri¨¢n se encuentra en exceso atrapado por la voluntad de integrar su condena del PP en la aportaci¨®n te¨®rica. En el libro, la espada de Damocles del "fundamentalismo democr¨¢tico" va persiguiendo a todos los actores pol¨ªticos que por acci¨®n u omisi¨®n han favorecido en alg¨²n momento a Aznar. Tal es el caso de los pobres colaboradores independientes en la prensa, convertidos nada menos que en antecedentes de Bush por haber apoyado la alianza constitucionalista de 2001 contra el PNV, y calificados de "los pavos reales del columnismo" por la actitud ante el Gobierno socialista en los a?os 90. Este signo de irritaci¨®n nos conduce al aspecto m¨¢s discutible de la obra: la pretensi¨®n de ofrecer conjuntamente un cuadro completo de la evoluci¨®n pol¨ªtica espa?ola y de la inclinaci¨®n de la derecha hacia "el fundamentalismo democr¨¢tico". Tiene sobrada raz¨®n Cebri¨¢n al reivindicar la trayectoria pol¨ªtica de esos "espa?oles razonantes" de que hablaba Paulino Garagorri, desde Jovellanos hasta hoy, pero esa defensa, deber¨ªa hacerse sobre la confianza en la democracia como ¨²nico procedimiento que permite la resoluci¨®n de los problemas pol¨ªticos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.