Enfermedad y tab¨²
En Espa?a, y seg¨²n datos oficiales, se suicidan cada a?o algo m¨¢s de dos mil personas. Algunos especialistas elevan esta cifra hasta tres mil: se?alan que en las estad¨ªsticas oficiales s¨®lo se incluyen los suicidios en los que interviene la polic¨ªa y subrayan, incluso, la voluntad suicida que parece hallarse detr¨¢s de determinados accidentes de tr¨¢fico. Estamos junto al resto de pa¨ªses latinos en las cotas bajas del suicidio: alrededor de 5 por cada 100.000 habitantes. Muy lejos de las desorbitantes tasas finlandesas (21) o h¨²ngaras (30). Pero el n¨²mero de suicidas es cuatro veces mayor al de v¨ªctimas de asesinatos o accidentes laborales, y entre los j¨®venes de 15 a 25 a?os el suicidio es, despu¨¦s del tr¨¢fico, la segunda causa de muerte.
Las causas del suicidio -vinculadas, como resulta obvio, a los estados depresivos- siguen siendo dif¨ªciles de precisar. Desde Durkheim, el primero que aliado con la estad¨ªstica despej¨® buena parte de la maleza rom¨¢ntica en torno al suicidio, hasta las recientes investigaciones gen¨¦ticas que asocian una predisposici¨®n innata al comportamiento suicida, la ciencia no cesa de indagar en lo que Albert Camus consideraba el primer problema filos¨®fico del hombre.
El misterio en torno a sus causas no alcanza a su prevenci¨®n ni al tratamiento de las enfermedades com¨²nmente asociadas. Tal como se?alaba un grupo de psiquiatras, en unas recientes jornadas celebradas en Barcelona, el suicidio debe contemplarse como un problema sanitario que se puede llegar a evitar si se localiza a tiempo y se hace un correcto seguimiento. La Organizaci¨®n Mundial de la Salud indica tambi¨¦n que el suicidio no es nunca "un incomprensible salto en el vac¨ªo". La conducta suicida ofrece antes de manifestarse tr¨¢gicamente buen n¨²mero de signos que reclaman la atenci¨®n de la familia y las instituciones.
Para que esta atenci¨®n se manifieste de modo eficaz parece imprescindible que deje de ser un tab¨². La sociedad, y dentro de ella los propios medios de comunicaci¨®n, han de encarar el suicidio con la atenci¨®n y naturalidad con que se encara cualquier otra patolog¨ªa relevante. Es todav¨ªa demasiado frecuente, por ejemplo, que en el ¨¢mbito familiar se oculte a la mirada p¨²blica la muerte por suicidio de uno de sus miembros. Es preciso tambi¨¦n la denuncia cultural de los excesos que cierta superstici¨®n art¨ªstica ha vertido sobre el acto del suicida, de innegable influencia entre los adolescentes y letal cuando se asocia al consumo de drogas.
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