La lucha por la normalidad en La Mina
La antrop¨®loga Concha Doncel penetra en un barrio lleno de contrastes
La antrop¨®loga Concha Doncel ha investigado a fondo el barrio de La Mina y ha encontrado seres humanos admirables que, m¨¢s que vivir en La Mina, la sufren. Ellos pueblan esa faz oculta que, pese a ser mayor¨ªa, rara vez aparece en los medios de comunicaci¨®n cuando se habla del rinc¨®n m¨¢s marginal del ¨¢rea metropolitana de Barcelona. Durante los tres meses que dur¨® el trabajo de campo por encargo de la Agencia Barcelona Regional, se visit¨® a los vecinos de cada una de las escaleras. En general les acogieron bien. En los n¨²cleos m¨¢s conflictivos entrevistaron a ancianos y familias enteras al borde de crisis nerviosas desencadenadas por un vecindario que genera a su alrededor una tensi¨®n dif¨ªcilmente soportable.
Concha Doncel naci¨® en Palencia en 1951 y se dedica a la docencia en la Universidad Ramon Llull. Lleva 20 a?os haciendo investigaci¨®n social aplicada, trabajando en barrios en crisis y con colectivos marginales. Autora de libros como Las l¨ªneas del ¨¦xito, sobre el consumo de coca¨ªna, dirige desde el 2001 un proyecto europeo sobre menores inmigrantes sin compa?¨ªa. Con el estudio de La Mina se trataba de averiguar, antes que los urbanistas proyectaran la reforma del barrio, por qu¨¦ un pol¨ªgono construido para albergar barraquistas ha evolucionado a peor.
Constataron que La Mina es un lugar de fuertes contrastes. Les extra?¨® la dejadez que presentaban algunas escaleras, los patios de luces con bolsas de basura reventadas. Nada que ver con el interior de algunos pisos visitados, cuidados y limpios. Observaron que muchas familias normalizadas del barrio evitan frecuentar las plazas y casi nunca pasean por las calles. Para ellos el ¨²nico refugio es su vivienda. Seg¨²n la antrop¨®loga, los espacios comunes del barrio est¨¢n controlados por una minor¨ªa que delinque y que impone su ley al resto mediante pr¨¢cticas que Doncel califica de "t¨ªpicamente mafiosas". Ellos son la fuente del temor a transitar por los lugares p¨²blicos.
La Mina no es homog¨¦nea. Tiene microcosmos muy diferentes. Hay lugares, como el que se conoce como La Mina Vieja, comparable por el aseo de las calles y por la tranquilidad a cualquier otro barrio obrero. Pero basta cruzar un par de manzanas y el panorama es muy distinto. En algunos bloques las puertas de acceso est¨¢n reventadas. Hay rellanos donde se ven puertas protegidas con persianas met¨¢licas correderas y con focos potentes. Son para ver bien la cara de los clientes que acuden, a cualquier hora, a comprar droga.
La tensi¨®n que supone para las personas normales compartir escalera con delincuentes les convierte en un colectivo de riesgo que puede llegar a desarrollar enfermedades mentales. Sobre todo en el caso de los ancianos, que "lo viven como un acoso en su domicilio. Oyen golpes y ri?as y se sienten indefensos". Perciben que viven en un mundo hostil y se sienten intimidados. En La Mina abunda el peque?o tr¨¢fico de droga y son esos camellos los que generan m¨¢s inseguridad.
El estudio dirigido por Concha Doncel revela "un c¨²mulo de problemas que van m¨¢s all¨¢ del urbanismo y que son esencialmente sociales". La autora se?ala que es un barrio que no ha encontrado todav¨ªa un camino que d¨¦ soluci¨®n a problemas como el paro, la pobreza y el absentismo escolar.
Pese a que La Mina suele asociarse con conductas delictivas, lo cierto es que all¨ª viven muchas familias obreras de edad madura con hijos, bajos ingresos y un nivel de instrucci¨®n muy b¨¢sico. Muchos han tirado la toalla y se han ido, pero entre los que se han quedado abundan los que mantienen una relaci¨®n de amor-odio con el barrio donde han hecho su vida. Hay personas a las que les gusta su barrio y valoran que est¨¢ bien situado y mejor comunicado que tiempo atr¨¢s. Odian lo que supone socialmente de estigma por el hecho de haber nacido y vivido all¨ª.
Concha Doncel se muestra muy cr¨ªtica con la pol¨ªtica de asistencia social. Considera que "ha faltado una visi¨®n global en los programas sociales, lo que ha contribuido a cronificar ciertos problemas". A?ade que la propia poblaci¨®n tiene una visi¨®n negativa de los servicios sociales, como lo demuestran frases como "siempre atienden a las mismas personas". Reconoce que se est¨¢n haciendo muchas cosas; pero, a su juicio, en muchos casos pecan de "parciales" (para ancianos, parados y mujeres) y sin perspectiva. Una constante de esos programas ha sido su falta de continuidad.
La poblaci¨®n orgullosa de ser minera observa muchas cosas mejorables en el lugar donde ha visto crecer a sus hijos. Muchos llevan los ni?os a escuelas de fuera del barrio. Ahora est¨¢n convencidos de que el F¨°rum 2004 propiciar¨¢ una reforma urban¨ªstica que puede cambiar muchas cosas. En ese cambio tienen puesta su ilusi¨®n y su esperanza de normalidad.
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