Misionero de alto riesgo
Un riojano que fue secuestrado en Brasil encarna la lucha por los ind¨ªgenas
La noche de Reyes hubo puertas derribadas: "?Agarradlos!". Juan Carlos Mart¨ªnez, 39 a?os, logro?¨¦s, y dos compa?eros suramericanos de la Congregaci¨®n de la Consolata fueron arrastrados a dos veh¨ªculos. "Eran coches de autoridades de aldeas hostiles", recuerda Juan Carlos, de vacaciones en Espa?a, y convertido a su pesar en referente de la lucha por los derechos ind¨ªgenas en Roraima (Brasil, estado fronterizo con Venezuela y Guyana).
El secuestro sobrevino en la guerra librada por un lado entre el Gobierno de Brasil, la mayor¨ªa de los ind¨ªgenas y la Iglesia cat¨®lica y, por otro, el Gobierno de Roraima, corrupto y apoyado por siete terratenientes arroceros opuestos a la decisi¨®n federal de crear una reserva ind¨ªgena en Raposa Serra do Sol que los indios gestionar¨ªan. Las hordas de los terratenientes lograron esos d¨ªas aislar Roraima.
"Si hoy todav¨ªa existen los ind¨ªgenas, es porque la Iglesia opt¨® por ellos"
"?Miedo? S¨ª, pero va en lo que haces", dice Juan Carlos. "No nos pegaron, aunque nos gritaban de todo. Nos encerraron en Cant?o, a 30 kil¨®metros. Hab¨ªa 200 hombres armados: agricultores blancos pobres y algunos indios. Por la ma?ana llegaron periodistas, y a la noche la Polic¨ªa Federal, que nos aconsej¨® calma. Los captores, al d¨ªa siguiente, quer¨ªan que firm¨¢semos un documento abjurando de nuestro apoyo a la reserva, y me negu¨¦. Vi que eran gente manipulada. Volvi¨® la polic¨ªa y nos dijo: 'Lo consideramos secuestro, as¨ª que firmen y lo que sea, les liberaremos'. Por la noche los captores nos pusieron guardia armada. A la tarde siguiente vino a buscarnos un helic¨®ptero con el secretario de Estado de Asuntos Ind¨ªgenas de Roraima, lo que era mosqueante. Pero nos liber¨® en la capital, Boa Vista". Juan Carlos tiene su hip¨®tesis: "Creo que el juez federal orden¨® liberarnos, y cuando el gobernador de Roraima vio que iban a Cant?o agentes con ¨®rdenes de disparar, decidi¨® adelantarse".
Sabe a qu¨¦ juega desde que lleg¨® a Roraima hace ocho a?os. "Trabajaba en M¨¢laga con j¨®venes, pero en la Consolata estamos para ir a misiones. En Roraima aprend¨ª jogo de cintura".
En lo que ser¨¢ la reserva (cuya firma puede plasmar el presidente Lula esta semana) se encontr¨® con 15.000 indios, un Gobierno estatal y unos pol¨ªticos corruptos (el Gobierno federal ha descubierto enormes desviaciones de dinero p¨²blico), y unos misioneros trabajando por aportar a los indios conciencia social y esperanza.
"Haces catequesis", dice, "y sobre todo acompa?as cada proyecto hasta que los indios saben gestionarlo. Por ejemplo, es zona de malaria, pero ellos ya pueden hacerlo todo. Y desde hace seis a?os impulsamos una escuela de formaci¨®n profesional, financiada por Manos Unidas, para formar t¨¦cnicos ind¨ªgenas en agronom¨ªa y pecuaria. Funciona. Por eso no impresionan las amenazas, van en el lote".
Sabe que ahora no es prudente que vuelvan a Surumu ni ¨¦l ni ninguno de los 15 misioneros. "Pero los ind¨ªgenas han ocupado la misi¨®n y administran la escuela". ?Y qu¨¦ puede pasar con la reserva? "Lula har¨¢ bien en actuar con cabeza. La firma tiene que ir acompa?ada de medidas ya previstas: indemnizaci¨®n a los terratenientes y a los agricultores pobres. Los ind¨ªgenas son quienes decidir¨¢n qui¨¦n vive y trabaja all¨ª. Nosotros los misioneros llevamos 50 a?os, aunque s¨®lo en los 30 ¨²ltimos, tras el Concilio, la Iglesia ha dado la talla. Pero cuando se escriba la historia de un Estado emblem¨¢tico en la lucha por la justicia como Roraima se ver¨¢ que, sin la Iglesia, toda dignidad habr¨ªa sucumbido. Si a¨²n hay indios, incluso los yanomamis en la frontera con Venezuela, es porque la Iglesia opt¨® por ellos".
Muestra pasquines del nuevo proyecto al que se entrega: N¨®s existimos, alianza de ind¨ªgenas, trabajadores rurales y excluidos urbanos, apoyados por la Iglesia y sindicatos."Los poderosos buscan enfrentar entre s¨ª a los oprimidos", dice. "Pero otro mundo es posible, llevo ocho a?os vi¨¦ndolo".
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