Rajoy es de Marte, Zapatero de Venus
Si se escuchan las acusaciones mutuas entre los candidatos y el n¨²cleo duro de sus discursos, es dif¨ªcil no encontrar alguna clave oculta que desvela una cierta polaridad de fondo. M¨¢s all¨¢ de la cl¨¢sica entre izquierda / derecha, claro est¨¢. Quiz¨¢ no sea demasiado exagerado superponer a esta oposici¨®n la m¨¢s atemporal de masculino / femenino. Y que se me perdone abundar en los t¨®picos sobre diferencias de g¨¦nero.
El punto de partida de estas reflexiones se encuentra en la feminizaci¨®n (en un sentido vulgar y vituperador del t¨¦rmino) que el PP ha hecho del candidato socialista. ?ste se presenta, en efecto, como voluble, carente de autoridad, maleable, d¨¦bil e irresoluto y siempre dominado por los barones (?con uve?) territoriales. Atributos todos que se corresponden, no hace falta decirlo, con una visi¨®n despectiva de la mujer. A ellos se oponen los cl¨¢sicos atributos positivos de la masculinidad, que se autoimputan Rajoy y su partido y han sido dictados por Aznar: la seriedad, el realismo, la estabilidad y la eficacia, la capacidad de liderazgo, la seguridad y la resoluci¨®n.
En este enfrentamiento de cualidades femeninas negativas y propiedades positivas masculinas late un cierto machismo metodol¨®gico, que se corresponde con la distinci¨®n de Maquiavelo entre la virt¨² del gobernante -expl¨ªcitamente caracterizada como "masculina"- y la fortuna o el azar. "Es mejor ser impetuoso que cauteloso -dec¨ªa el autor italiano- porque la fortuna es mujer, y es necesario, por esto mismo, cuando queremos tenerla sumisa, zurrarla y zaherirla" (El Pr¨ªncipe, cap. 25). Y a eso se est¨¢ dedicando el liderazgo del PP desde hace ya tiempo: a transformar a Zapatero en esa "mujer" voluble y caprichosa y a obrar siguiendo los sorprendentes dictados maquiav¨¦licos.
Es curioso, sin embargo, que esta atribuci¨®n de papeles masculino y femenino se corresponde tambi¨¦n con la propia percepci¨®n que la ciudadan¨ªa tiene de ambos candidatos. S¨®lo que ahora los elementos femeninos se presentan bajo su luz m¨¢s resplandeciente. Si se observan las encuestas, Zapatero se considera m¨¢s capaz que su rival a la hora de preservar las libertades y en todo lo relativo a la defensa de las prestaciones sociales y el sistema de solidaridad institucionalizado. Atributos todos que encajan como un guante en la flexible "¨¦tica del cuidado" que Carol Gilligan atribu¨ªa a la conciencia moral femenina. Aqu¨ª entrar¨ªan rasgos tales como la cautela ante la lesi¨®n de bienes fundamentales, el escuchar y ponerse en el lugar de quienes se van a ver afectados por una norma o decisi¨®n, y la circunspecci¨®n y el respeto hacia el particularismo y la diferencia del otro. Por esto ¨²ltimo, no es de extra?ar que Zapatero punt¨²e tambi¨¦n m¨¢s en el apartado relativo a la mejora de los conflictos territoriales pendientes.
Rajoy, por el contrario, sobresale en los rasgos asociados a lo masculino: la autoridad (los problemas de seguridad y el terrorismo) y la eficacia econ¨®mica y administrativa; es decir, aquellos en los que las consideraciones de los medios pasan a un segundo plano ante la consecuci¨®n del fin deseado; donde la obtenci¨®n del fin no se detiene a ver qui¨¦n o qu¨¦ se deja atr¨¢s o es sacrificado. Empat¨ªa, flexibilidad y negociaci¨®n, por un lado, y firme gesti¨®n del poder y resoluci¨®n, por otro. No es de extra?ar que uno se incline por Europa y el otro por Estados Unidos.
Dado que la mejor versi¨®n de ambos estereotipos no parece darse en ninguno de los dos candidatos, la pregunta que cabr¨ªa hacerse es ?qu¨¦ tipo de cualidades convienen m¨¢s a Espa?a en este particular momento hist¨®rico? Helen Fisher (El primer sexo, Taurus, 2000) opina que el m¨¢s vers¨¢til "pensamiento en red" propio de lo femenino es m¨¢s apropiado para afrontar los retos de la compleja sociedad actual que el simple y unidimensional "pensamiento lineal" masculino. Seguramente tenga raz¨®n. Lo que resulta imperativo en este pa¨ªs -y da igual que sea "masculino" o "femenino"- es el desarrollo de una profunda capacidad para escuchar, para la negociaci¨®n y el consenso. Sin arrinconar por ello la firmeza en las convicciones. Menos bronca y crispaci¨®n y m¨¢s debate racional.
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