El pederasta Dutroux culpa a su ex mujer y a un supuesto mafioso
Los acusados dan versiones contradictorias sobre los cr¨ªmenes
La sesi¨®n del juicio que se sigue en B¨¦lgica contra Marc Dutroux fue ayer la parada de los monstruos. Los cuatro acusados por el secuestro y violaci¨®n de seis ni?as, en el que murieron cuatro de ellas, ofrecieron ante el tribunal su particular versi¨®n de los hechos que conmocionaron a B¨¦lgica hace ocho a?os. Versiones contradictorias en las que se mezclaron confesiones de cr¨ªmenes terribles con calculadas y pat¨¦ticas disculpas p¨²blicas.
Dutroux, relajado y hablador, carg¨® todas las culpas sobre su ex esposa y un supuesto jefe mafioso, y se permiti¨® el lujo de hablar de la simpat¨ªa de una de sus v¨ªctimas. "Es una pena que haya muerto", a?adi¨®.
Para Dutroux, la culpa de todo es de su ex esposa, Michelle Martin, por la cual ¨¦l ha mentido en el pasado con el ¨²nico prop¨®sito de protegerla, y tambi¨¦n de Michel Nihoul, el hombre de negocios y traficante de droga que le encargaba los secuestros y del cual escond¨ªa a las ni?as s¨®lo para proteger sus vidas. Su testimonio, de tres horas, ofreci¨® la imagen ya conocida de un hombre fr¨ªo capaz de reconocer raptos y violaciones para, acto seguido, asegurar que por entonces ¨¦l ni siquiera sab¨ªa lo que significaba la palabra pederastia y que odia a los homosexuales, si bien "hay algunos que son buenas personas".
En todo caso, Dutroux no ofreci¨® la prometida revelaci¨®n extraordinaria sobre esa supuesta red pederasta de la que siempre habla y que quita el sue?o a este pa¨ªs. S¨®lo asegur¨® que en el secuestro de dos de sus v¨ªctimas muertas intervinieron un par de polic¨ªas cuya identidad dijo desconocer. Dos polic¨ªas que participaron, insiste, de la mano de Nihoul. A este ¨²ltimo, el ¨²nico que comparece libre, se le apunta como la conexi¨®n necesaria entre los delincuentes y la red de prostituci¨®n infantil. Pero Nihoul volvi¨® a negar ayer cualquier implicaci¨®n y las pruebas contra ¨¦l son endebles. S¨®lo le delata el hecho de que proveyera de droga a Dutroux y su amigo Michel Leli¨¨vre, y que durante el corto cautiverio de la ¨²ltima v¨ªctima ambos hombres hablaran demasiado a menudo por tel¨¦fono.
La ex mujer de Dutroux, Michelle Martin, se describi¨® a s¨ª misma como una mujer maltratada por su marido, incapaz de actuar por s¨ª sola hasta el punto de reconocer que dej¨® morir de hambre a las dos ni?as de ocho a?os, Julie Lejeune y M¨¦lissa Russo, encerradas en el zulo de su casa, paralizadas por el miedo. Por lo dem¨¢s, asegura no haber visto nunca a ninguna de las v¨ªctimas de Dutroux, si bien ¨¦ste la manten¨ªa, curiosamente, al corriente de todos sus desmanes. Para Michelle, su marido era un gran seductor que la compart¨ªa con sus amantes y al que no pod¨ªa desobedecer. "Entrar en el mundo de Marc Dutroux es como entrar en una secta", asegur¨® Michelle Martin. "Es como un gur¨²". A su lado, dentro de la cabina de cristal blindado, Dutroux o¨ªa su testimonio apaciblemente, sin siquiera mirarla una sola vez.
El testimonio del cuarto acusado, el toxic¨®mano Michel Leli¨¨vre, sigui¨® la misma l¨ªnea. La culpa era de la hero¨ªna y el ¨¦xtasis, que le nublaban la raz¨®n y le obligaban a aceptar tratos con Dutroux consistentes en secuestrar ni?as para una red mafiosa a cambio de dinero o de decenas de pastillas de ¨¦xtasis.
El testimonio de los acusados remiti¨® ayer, en definitiva, a la tesis del psic¨®pata que act¨²a con la ayuda de un par de malhechores, Martin y Leli¨¨vre, incapaces de negarse a sus ¨®rdenes. Ning¨²n asomo de esas presuntas conexiones con el poder que habr¨ªan protegido a Dutroux y sus compinches, y que explicar¨ªan los gruesos errores del sistema judicial y policial belga.
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