Las guerras del conflicto iraqu¨ª
El conflicto de Irak se est¨¢ transformando en una pluralidad de guerras, con una violencia general que contiene a otras contraposiciones sangrientas en su interior, con multiplicidad de bandos y un tremendo potencial, afortunadamente a¨²n por desarrollar, de guerra civil.
No es una guerra intestina porque el pa¨ªs no est¨¢ dividido en dos o m¨¢s grandes bandos que se enfrenten con las armas en la mano, sino que hay una facci¨®n que act¨²a b¨¢sicamente por el terror, con alg¨²n apoyo popular, pero sin ning¨²n sector importante del pa¨ªs detr¨¢s, y que golpea a la sociedad iraqu¨ª, preferentemente en su mayor¨ªa chi¨ª, para destruir cualquier posibilidad de nueva articulaci¨®n estatal, aunque su objetivo ¨²ltimo sea acabar con la ocupaci¨®n norteamericana, como paso a la revoluci¨®n integrista del mundo isl¨¢mico. Esa es la guerra de Al Qaeda. ?Osar¨¢ todav¨ªa alguien negar que ha sido la destrucci¨®n del r¨¦gimen anterior la que ha abierto las puertas de Irak a ese terrorismo que dice obrar en nombre del Islam?
Dentro de ese esquema general que pretende hacer inviable el nuevo Irak de Washington, dentro de ese primer conflicto reside tambi¨¦n una genuina resistencia popular, sobre todo sun¨ª, que combate a las fuerzas de ocupaci¨®n, en cuyo seno puede haber nost¨¢lgicos del r¨¦gimen de Sadam Husein, pero, reducido ¨¦ste a la irrelevancia en cautiverio, es absurdo pensar que nadie sue?e con restauraciones. Los dos grupos coinciden, finalmente, en querer librar a Irak del ¨ªncubo extranjero, y cabe que colaboren puntualmente, pero su materia prima antropol¨®gica es diferente, porque el combate del primero tiene el mundo como escenario y objeto, y el del segundo, s¨®lo Irak.
Frente a los anteriores se halla tambi¨¦n una diversidad de combatientes a la defensiva, con intereses espec¨ªficos.
Primero se halla Estados Unidos, cuyo objetivo es la estabilizaci¨®n de Irak con un embri¨®n de instituciones democr¨¢ticas, pero, sobre todo, con un gobierno que autorice la permanencia indefinida de su contingente militar para que la guerra no haya sido en vano. A continuaci¨®n, aparece un Consejo iraqu¨ª, que es la criatura de Washington, pero cuyos objetivos tampoco pueden ser id¨¦nticos a los de la superpotencia, porque, aunque sea s¨®lo un organismo de transici¨®n, ha de parecer lo suficientemente nacional como para que algunos de sus miembros acaricien la posibilidad de perpetuarse en el poder a trav¨¦s de elecciones libres. Por eso piden no la retirada, pero s¨ª la mayor invisibilidad posible del ocupante. Y, por ¨²ltimo, aparece el Irak chi¨ª dirigido por el cl¨¦rigo Al Sistani, que no es ni amigo ni enemigo de todos los anteriores, y contra quien se dirige principalmente la ira de Al Qaeda. El bloque chi¨ª quiere un Irak controlado por sus l¨ªderes religiosos, con elecciones, si ¨¦sa es la v¨ªa, que agradece a Washington haberle librado de Sadam Husein, pero no por ello desea menos el fin de la ocupaci¨®n, y al que sirve indirectamente la resistencia sun¨ª, en la medida en que los golpes de mano de ¨¦sta puedan debilitar la convicci¨®n de permanencia de la fuerza militar norteamericana.
Y a¨²n cabr¨ªa sumar, de codicilo, el contingente kurdo, que se est¨¢ quieto porque es el ocupante quien le ha permitido tallarse un Estado cuasi independiente al norte, pero que, si no logra que se establezca un federalismo lo m¨¢s relajado posible y rico en petr¨®leo, estar¨¢ pronto a hacer la guerra a todos los anteriores. Nadie puede ganar de manera plena ninguno de esos enfrentamientos.
Esa confusi¨®n, m¨¢s que suma de bander¨ªas, pretensiones y aspiraciones, confluye hoy en una ¨²nica batalla: las elecciones que un d¨ªa habr¨ªa que celebrar para ofrecer al mundo un Irak renovado. Los promotores de la violencia, tanto terrorista como resistente, han de impedir que se produzcan esas elecciones que permitan la formaci¨®n de un Gobierno representativo, aunque el verdadero poder siga residiendo en las bayonetas de Washington, y los que sufren y resisten esa violencia quieren elecciones, pero cada uno para servir a fines contradictorios.
El nuevo Irak encontrar¨¢, por todo ello, las mayores dificultades en dejar de parecerse al antiguo.
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