La v¨ªa de las formas
Una greca sincopada y un perfil topogr¨¢fico: tal podr¨ªan resumirse las obras de Baracaldo y Basilea. El estadio de f¨²tbol levantado por Eduardo Arroyo en la margen izquierda de la r¨ªa del Nervi¨®n dibuja su geometr¨ªa regular y azarosa con la cinta liviana de una marquesina plegada; y el cuerpo elevado construido por Antonio Cruz y Antonio Ortiz sobre los andenes de la estaci¨®n ferroviaria de Basilea define su imagen urbana con la silueta quebrada de una cubierta met¨¢lica. En ambos casos, el edificio parece poder apocoparse en una l¨ªnea que abrevia su forma -subrayada en las dos fachadas por el grosor pedag¨®gico de la secci¨®n-, y esa s¨ªntesis taquigr¨¢fica es a la vez logo del lugar y firma del autor: emblema de la obra en la anomia ¨¢spera de las periferias segmentadas por ra¨ªles o bald¨ªos, y caligraf¨ªa del arquitecto que redime el anonimato de la urbanidad discontinua con el gesto singular de una r¨²brica individual transformada en signo colectivo.
La greca de Baracaldo y la sierra de Basilea reconcilian programa y lenguaje con un trazo sincr¨¦tico que testimonia la fertilidad de esta v¨ªa de las formas
El serpenteo recto y transl¨²cido de Baracaldo expresa al exterior la modularidad arr¨ªtmica de una grada que se interrumpe para alternar las tribunas con lenguas de c¨¦sped, y propone una imagen memorable del estadio; pero es tambi¨¦n un recurso compositivo caracter¨ªstico de Arroyo, ya empleado -por ejemplo- en la obra que le dio a conocer, la escuela infantil de Sondica. Por su parte, la l¨ªnea fracturada de Basilea se acomoda a las diferentes exigencias de las marquesinas existentes y de los usos comerciales nuevos, suministrando un perfil dentado que es simult¨¢neamente un eco del horizonte monta?oso y una figura recortada que identifica la estaci¨®n en el panorama de la ciudad; pero la l¨ªnea quebrada es asimismo un t¨¦rmino del vocabulario formal de Cruz y Ortiz, utilizado en realizaciones como el pabell¨®n espa?ol en Hannover 2000 o el centro de visitantes de Do?ana. La orla de Baracaldo y la sierra de Basilea reconcilian programa y lenguaje con un trazo sincr¨¦tico que -sobre la testaruda vida de las formas- testimonia la fertilidad de esta v¨ªa de las formas para arbitrar el conflicto entre funci¨®n e imagen con una emulsi¨®n s¨²bita que amalgama las circunstancias materiales del proyecto con la voluntad expresiva de su autor.
En Baracaldo, Arroyo ha construido el estadio sobre el antiguo emplazamiento de los Altos Hornos de Vizcaya, desmantelados en el proceso de reconversi¨®n industrial de la siderurgia, y cuya desaparici¨®n permiti¨® urbanizar para usos residenciales y recreativos medio centenar de hect¨¢reas al borde de la r¨ªa. Sobre un terreno degradado por su prolongado uso industrial (que oblig¨® a usar cimentaciones de hasta 40 metros de profundidad) y en un entorno sin otras referencias que las huellas fabriles, el joven arquitecto bilba¨ªno ha completado un artefacto de celos¨ªas de acero y marquesinas de policarbonato, ligero de d¨ªa y espectral de noche, que parece flotar entre los ra¨ªles y las gr¨²as de un barrio perif¨¦rico, y tras cuyo per¨ªmetro ingr¨¢vido -coronado por cuatro torres de iluminaci¨®n en turbina que subrayan su inmaterialidad diagram¨¢tica- se oculta el espect¨¢culo ins¨®lito de un rect¨¢ngulo de juego flanqueado por tribunas discontinuas de asientos multicolores.
Como hiciera en la plaza de Desierto, en la misma localidad, Arroyo combina la regularidad modular con la incertidumbre aleatoria, y el resultado es un campo de f¨²tbol cuyo c¨¦sped se extiende azarosamente en su per¨ªmetro, interrumpiendo la grada con pintoresquismo fortuito y recortando la marquesina superior con id¨¦ntica ley casual: una fragmentaci¨®n del p¨²blico que en estadios de mayor aforo (¨¦ste no llega a los 8.000 asientos) se ha procurado en ocasiones como instrumento de control de multitudes -y as¨ª en Bari, donde Renzo Piano dividi¨® a los tifosi en "p¨¦talos" de hormig¨®n-, pero que aqu¨ª responde al lenguaje l¨ªrico y musical del arquitecto, reforzado por su escasa empat¨ªa con lo que llama "catarsis masculina" del f¨²tbol, y esa comuni¨®n de la grada que en Baracaldo no podr¨¢ manifestarse a trav¨¦s de la ola. Estadio pues posfutbol¨ªstico, que su autor imagina utilizado durante la semana por txistularis, gestoras proamnist¨ªa y amas de casa "divertidas y perversas", la obra de Arroyo es tan inventiva, po¨¦tica y refinada que obliga a perdonar su desamor subterr¨¢neo por el deporte que introdujeron los ingleses en las campas vizca¨ªnas.
En Basilea, Cruz y Ortiz han inaugurado a principios de curso la remodelaci¨®n de la estaci¨®n ferroviaria, un proyecto que ganaron por concurso en 1996, y que han desarrollado junto con los arquitectos Giraudi y Wettstein, de Lugano. Su intervenci¨®n -como ya hiciesen de otra forma en su celebrada estaci¨®n sevillana de Santa Justa- transforma una estaci¨®n de paso con su vest¨ªbulo al borde del haz de v¨ªas en un conjunto con la dimensi¨®n f¨ªsica y simb¨®lica de una estaci¨®n de t¨¦rmino, al sustituir el t¨²nel de acceso a los andenes por una gran pasarela con comercios que une las zonas urbanas segregadas por la banda ferroviaria, y dotando de paso a la estaci¨®n del perfil figurativo que requiere un umbral ciudadano.
Esa colosal cubierta serrada,
que responde en su altura cambiante a distintos requisitos funcionales, tiene sin embargo la espontaneidad sint¨¦tica de su croquis conceptual, y su trazo nervioso cristaliza en el territorio el pulso de sus autores. Fabril y azarosa, su silueta necesaria posee la elegancia sobria de lo que parece hecho sin esfuerzo, y en ella los arquitectos sevillanos han mostrado su maestr¨ªa profesional y art¨ªstica para orquestar los usos bajo un gesto inconfundible: un talante formal no muy distinto del que exhibieron en Madrid cuando compendiaron un estadio de atletismo en la onda inm¨®vil de una tit¨¢nica tribuna de hormig¨®n inmediatamente bautizada como La Peineta (hoy en curso de ampliaci¨®n por sus autores para adaptarla a las demandas ol¨ªmpicas del Madrid aspirante a los Juegos de 2012), o al que evidencian los proyectos que jalonan su creciente presencia internacional, de las viviendas en Maastricht o Lisboa al centro comercial al pie de los Alpes suizos o la ampliaci¨®n del Rijksmuseum, en Amsterdam.
De Baracaldo a Basilea, la vitalidad de la forma como herramienta arquitect¨®nica hace evocar con una sonrisa los tiempos en que el t¨¦rmino "formalista" era ofensivamente peyorativo, y recuerda en sordina la vigencia obstinada de Le Corbusier -que ha alimentado a Cruz y Ortiz a trav¨¦s de O¨ªza y Moneo lo mismo que ha influido en Arroyo mediante un itinerario con escala en Koolhaas-. No es seguro, sin embargo, que esa escuela tenaz sea el ¨²nico polo de referencia peninsular, y es un ¨ªndice del ecu¨¢nime eclecticismo de Antonio Ortiz que la Bienal de Arquitectura Espa?ola por ¨¦l presidida destacara -junto a la terminal mar¨ªtima de Alejandro Zaera, otro producto del formalismo corbuseriano filtrado por OMA- una obra tan rigurosa e invisible como las viviendas de V¨ªctor L¨®pez Cotelo en el recinto hist¨®rico de Santiago de Compostela: un proyecto tan zen como la campa?a electoral del gallego Rajoy, en la estela de aquel maestro lac¨®nico que fue el tambi¨¦n gallego Alejandro de la Sota, y en cuyo paisaje m¨ªnimo y exacto se respira el mismo beinahe nichts del maestro de Aquisgr¨¢n; que no era gallego, pero acaso merecer¨ªa haberlo sido.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.