El dif¨ªcil sino de L'Albufera
La Consejer¨ªa de Territorio y Vivienda ha sacudido esta semana al siempre susceptible -y con raz¨®n- universo ecologista mediante la divulgaci¨®n de las modificaciones que prev¨¦ en el r¨¦gimen jur¨ªdico que actualmente rige el parque natural de L'Albufera. La novedad principal, a la espera de que aparezca el muy demorado Plan Rector de Uso y Gesti¨®n (PRUG) de ese paraje, consiste en la recalificaci¨®n de suelo protegido sobre el que edificar. El cambio se justifica b¨¢sicamente por la necesidad de posibilitar el crecimiento vegetativo de los n¨²cleos urbanos radicados en ese espacio a fin de que las nuevas generaciones no hayan de emigrar. No se ocupar¨¢ un palmo de terreno -aseguran fuentes oficiales- que tenga especial inter¨¦s medioambiental.
En realidad, y fr¨ªamente considerado -si ello fuera factible-, la reforma no debiera alarmar. Los aludidos n¨²cleos urbanos hist¨®ricos crecen y reclaman solares para nuevos hogares, equipamientos y servicios. Son los mismos alcaldes de ese entorno, de cualquier pelaje ideol¨®gico, quienes exigen que se relajen las limitaciones vigentes. La poblaci¨®n asentada casi se ha triplicado en estos ¨²ltimos 20 a?os y algo parecido ha ocurrido con las actividades econ¨®micas. Por principio, pues, no se les puede vetar la calidad de vida -centros de salud, escuelas etc¨¦tera- ni tasar el desarrollo. Al fin y al cabo, de las 20.021 hect¨¢reas que ocupa el parque tan solo 360 son de car¨¢cter urbano.
A?¨¢dase a lo dicho que hoy por hoy el titular de la referida consejer¨ªa es quien, en la d¨¦cada de los 80, fuera pionero de la legislaci¨®n medio ambiental en el Pa¨ªs Valenciano, decimos de Rafael Blasco. Tanto por su biograf¨ªa como por su futuro pol¨ªtico no ser¨ªa coherente que amparase una legislaci¨®n que, conculcando el actual estatuto proteccionista, habilitase el asalto especulativo a L'Albufera y su entorno. M¨¢s bien nos parece que se est¨¢ tratando de hallar una f¨®rmula que concierte la protecci¨®n de ese espacio y la presi¨®n demogr¨¢fica de los trece t¨¦rminos municipales que lo agobian, sin contar el acoso redoblado de la poblaci¨®n capitalina y de los intereses adquiridos. Las directrices del aludido PRUG delatan un deseo expl¨ªcito en salvaguardar este marco mediante la fijaci¨®n de ¨¢reas de reserva y restringidas, de consuno con mejoras generales y crecientes inversiones.
De lo hasta aqu¨ª expuesto ha de colegirse que no nos alienta la animadversi¨®n o el prejuicio acerca de las reformas que se proponen. Lejos de nosotros el ceder a la tentaci¨®n del fundamentalismo ecologista. Incluso pensamos que el consejero Blasco est¨¢ obteniendo el rendimiento m¨¢s favorable en su negociaci¨®n o di¨¢logo con los ayuntamientos. Ni siquiera nos imaginamos qu¨¦ hubiera sido de L'Albufera si los municipios colindantes hubieran podido decidir libremente sobre su superficie firme y el mismo lago. A lo peor hoy estar¨ªa colmatado, asfaltado y saturado de adosados. En la d¨¦cada de los 60 los mun¨ªcipes de Valencia ya emprendieron en la Dehesa de El Saler una haza?a tanto o m¨¢s depredadora cuyas heridas no han cicatrizado del todo.
Sin embargo, a pesar del ejercicio de realismo y comprensi¨®n que hacemos, no podemos aventar el pesimismo. La de L'Albufera es la historia de un encogimiento y predaci¨®n que solo apenas ha cesado. Nos parece maravilloso que se recuperen algunos ullals, y que un d¨ªa se habilite el colector que la circunvala, y que se discipline el uso del suelo, y hasta que se fomente mediante subvenciones el cultivo imprescindible del arroz, y que a¨²n podamos emocionarnos ante un crep¨²sculo de postal desde el Tancat de Zacar¨¦s.
A la par, nos deprime la mejora -acaso insoslayable- de los viales y la expansi¨®n de los n¨²cleos habitados, lo que significa una especie de efecto llamada a otros colonizadores de este espacio privilegiado y puede ser que a los especuladores. Privilegiado en la medida que no crezca ni se humanice y acicale m¨¢s de lo que su fr¨¢gil naturaleza tolera. Por eso los ecologistas de Agr¨® se oponen a los cambios de la normativa: ni un ladrillo m¨¢s en el parque natural. Ni siquiera m¨¢s habitantes. Aqu¨ª, lo realista de verdad es pedir lo imposible.
UN TIPO TEMERARIO
Las Diputaciones Provinciales son entes anacr¨®nicos, prescindibles e inflacionarios que suelen utilizarse para gratificar servicios pol¨ªticos. Al frente de los mismos no han faltado memos, fascistoides y presuntos delincuentes, sin faltar gente de bien. El presidente de la corporaci¨®n de Valencia, Fernando Giner, sobresale, entre otros dones, por su desmedida temeridad. Igual airea juicios ling¨¹¨ªsticos disparatados que asocia, como ha hecho esta semana, a Pasqual Maragall y Carod-Rovira con los nazis. ?Y lo dice un sujeto, de obediencia zaplanista, que viste todav¨ªa say¨®n azul mah¨®n proletario y lleva las cinco flechas prendidas de una tetilla!
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