Francia: un modelo enfermo
Si los electores quieren enviar un mensaje al Gobierno, ¨¦ste es el momento". El ex primer ministro socialista, Lionel Jospin, oficialmente jubilado de la pol¨ªtica, atrae la atenci¨®n en cuanto aparece por la secci¨®n parisiense donde act¨²a de "militante de base" o, simplemente, se deja ver en un estadio deportivo. La pregunta es sistem¨¢tica: "Entonces, ?vuelve usted...?", y ¨¦l responde: "Que no, que no...". Con un gesto de maquiav¨¦lica ingenuidad, cuenta que ha ido a comer, a ver el f¨²tbol o a charlar con unos amigos, por cierto candidatos a las elecciones regionales convocadas en Francia para los pr¨®ximos d¨ªas 21 y 28.
Veintid¨®s meses despu¨¦s de haber despedido a Jospin en la puerta de Matignon (la sede del primer ministro), su sucesor, Jean-Pierre Raffarin, sufre un verdadero acoso por parte de amplios colectivos sociales, que le env¨ªan mensajes cada vez m¨¢s angustiosos. Por eso, con la aparente mansedumbre de un abuelo sorprendido en medio de sus actividades privadas, Jospin sugiere a los sublevados que aprovechen las elecciones regionales para darle un buen cap¨®n a su sucesor y, de paso, a Jacques Chirac, el presidente de la Rep¨²blica, un t¨¢ndem del que dice que son "un par de mixtificadores".
El primer ministro franc¨¦s sufre un verdadero acoso por parte de amplios colectivos sociales, que le env¨ªan mensajes cada vez m¨¢s angustiosos
Para Raffarin, hay que evitar que la investigaci¨®n se convierta en "otra forma de funci¨®n p¨²blica", por m¨¢s que le responsabilicen de la fuga de cerebros
Al miedo de los obreros a la deslocalizaci¨®n de sus f¨¢bricas ha sucedido el temor a la precariedad experimentado por franceses con muchos a?os de estudios a la espalda
Las huelgas de los eventuales del espect¨¢culo ya dieron al traste con los festivales del verano de 2003 y amenazan con extenderse a los de este a?o
Los compromisos adquiridos respecto a las pensiones son muy elevados y la poblaci¨®n sigue envejeciendo: las personas de m¨¢s de 65 a?os representan el 16,2%
Los liberales todav¨ªa son pocos en Francia. El consenso nacional sobre la conveniencia de mantener buenos servicios p¨²blicos sigue siendo muy alto
Porque lo cierto es que Francia est¨¢ en un grito. De momento no se trata de los obreros que laboran para el centenar de grandes empresas propiedad del Estado o controladas por ¨¦ste: eso vendr¨¢ m¨¢s tarde, cuando la actual mayor¨ªa parlamentaria de derechas acabe con la tarea de reformar los estatutos de tales sociedades, con vistas a su privatizaci¨®n parcial o total. No: las escaramuzas de este invierno corren a cargo de los "trabajadores intelectuales" en las instituciones p¨²blicas, una especie de rebeli¨®n de las "clases educadas" contra la pol¨ªtica de Raffarin.
"?Salvemos la investigaci¨®n!"
Al grito de "?Salvemos la investigaci¨®n!", las manifestaciones de batas blancas y la distribuci¨®n de octavillas han pasado a formar parte del paisaje de Par¨ªs y otras ciudades. Por Internet circula un texto titulado igualmente Salvemos la
investigaci¨®n, que ha recogido millares de apoyos. Y la revista alternativa Les Inrockuptibles lleva reunidas casi 60.000 firmas de profesionales al pie de una carta en la que se afirma que el Gobierno franc¨¦s ha declarado la guerra "a la inteligencia".
Al miedo de los obreros a la deslocalizaci¨®n de sus f¨¢bricas ha sucedido el temor a la precariedad, experimentado por capas de poblaci¨®n con muchos a?os de estudios a la espalda, que hasta ahora encontraban salidas profesionales en centros subvencionados por el Estado. "Nada m¨¢s cercano hoy a una Universidad sin cr¨¦dito que un laboratorio cient¨ªfico estropeado; nada m¨¢s pr¨®ximo a un temporero del espect¨¢culo que un doctorando precario; nada m¨¢s pr¨®ximo a un parado sin recursos que un artista 'r-mista' (el ¨²ltimo escal¨®n de los subsidios sociales); nada m¨¢s cercano a un arquitecto que un abogado o un m¨¦dico cuya libertad de ejercer est¨¢ cada vez m¨¢s reglamentada", se lee en tan respaldado texto.
Todos esos sectores son objeto de "un nuevo anti-intelectualismo de Estado", aseguran los denunciantes, que acusan al Gobierno de asestar "golpes sombr¨ªos" a los presupuestos del saber y de la investigaci¨®n, atribuy¨¦ndole la perversa intenci¨®n de "desmantelar las fuerzas vivas de la inteligencia". El caldo de protestas ha cristalizado especialmente en el sector cient¨ªfico, que reclama convertir en permanentes 550 puestos de investigadores en instituciones p¨²blicas -actualmente contratados por un periodo determinado-, y crear varios centenares m¨¢s de puestos universitarios. Desde el Gobierno se les descalifica como personas que s¨®lo buscan seguridad laboral a costa del erario p¨²blico. El ministro de las Libertades Locales, Patrick Devedjian, ha demostrado todo el desprecio que le inspiran unos cient¨ªficos franceses que van de abajofirmantes, mientras los de otros pa¨ªses "ganan Premios Nobel".
Para el jefe del Gobierno, Jean-Pierre Raffarin, hay que evitar que la investigaci¨®n se convierta en "otra forma de funci¨®n p¨²blica", por m¨¢s que le echen encima la responsabilidad de la fuga de cerebros. El Gobierno de Par¨ªs apuesta todos los huevos en operaciones como la de retener el ITER (el futuro reactor de fusi¨®n termonuclear) y convertirlo en vitrina de la excelencia cient¨ªfica de Francia, lo cual permite, de paso, una de esas batallas parciales contra Estados Unidos, tan del gusto franc¨¦s. Sin embargo, a nadie se le escapa que EE UU atrae a los mejores investigadores del mundo, mientras una econom¨ªa emergente como la de China y la m¨¢s consolidada de Jap¨®n consideran la investigaci¨®n como una apuesta prioritaria.
"Nuestro Gobierno abandona la investigaci¨®n p¨²blica", denuncia Alain Trautmann, abanderado del movimiento de protesta, que parece convencido de que buena parte de los directores de equipo en el Instituto Nacional de la Salud y de la Investigaci¨®n M¨¦dica (Inserm) y en el Centro Nacional de Investigaci¨®n Cient¨ªfica (CNRS) renunciar¨¢n a sus cargos la semana pr¨®xima. De consumarse, esta amenaza de dimisi¨®n colectiva se producir¨ªa en plena campa?a electoral.
No menos severas son las consecuencias del recorte operado en el sistema de retribuciones de los eventuales del espect¨¢culo. Las huelgas de ¨¦stos ya dieron al traste con los festivales del verano de 2003 y amenazan con extenderse a los de este a?o: dos veranos seguidos sin festivales no s¨®lo es un atentado a la "excepci¨®n cultural", sino una cat¨¢strofe econ¨®mica para las ciudades que les sirven de sede, empezando por la de Avi?¨®n, en la que Chirac se proclam¨® candidato a la reelecci¨®n presidencial en 2002.
Esta crisis de los eventuales del espect¨¢culo proporcion¨® al ministro de Cultura, Jean-Jacques Aillagon, una de las peores noches de su vida el pasado 21 de febrero. Era la entrega de los C¨¦sar del cine y la multipremiada actriz y realizadora Agn¨¨s Jaoui levant¨® los aplausos del p¨²blico con una larga denuncia del fin de la "excepci¨®n cultural francesa", sin que al ministro, sentado en el patio de butacas, le quedara otra alternativa que trag¨¢rsela.
En la oficina del primer ministro se habla de "manipulaci¨®n politiquera" y se pretende desenmascarar al cerebro en la sombra que maquina para unir y dar coherencia a colectivos tan heterog¨¦neos como los directores de los grandes laboratorios de investigaci¨®n p¨²blica y los eventuales del espect¨¢culo. Algunos se?alan con el dedo a Jack Lang, ex ministro de Cultura con Fran?ois Mitterrand y de Educaci¨®n con Jospin, convertido ahora en coordinador de la campa?a socialista para las elecciones regionales, que acusa al Ejecutivo de thatcherizar a Francia y aprovecha todas las tribunas para clamar contra "la demolici¨®n" del pacto social que ha regido la vida de los franceses.
Sea espont¨¢nea o dirigida, lo cierto es que la protesta de los profesionales de la cultura y de la investigaci¨®n ha hecho tambalearse a los intelectuales incorporados al Gobierno de Raffarin. Un ministerio que cuenta con un fil¨®sofo (Luc Ferry, ministro de Educaci¨®n), una astronauta (Claudie Haigner¨¦, ministra de Investigaci¨®n) y el ex director del prestigioso Centro Pompidou (Jean-Jacques Aillagon, Cultura) se encuentra acogotado por la "sociedad civil" de la que fueron extra¨ªdos por Chirac en 2002, como muestra de apertura de miras y agradecimiento a las capas que le hab¨ªan prestado los apoyos con los que construy¨® su aplastante mayor¨ªa del 82% de los votos, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.
Aquellos fueron los tiempos en que el desconcierto de la izquierda por la eliminaci¨®n de Jospin, sobrepasado por el ultraderechista Jean-Marie Le Pen en la primera vuelta, obr¨® el efecto de convertir a Chirac en una barricada institucional contra el fascismo. El fen¨®meno se prolong¨® hasta el invierno pasado, en que Chirac conserv¨® cotas de popularidad casi tan elevadas como el resultado electoral de 2002, gracias a su postura contra la guerra de Irak. Ahora ha ca¨ªdo a menos del 50%: la desconfianza provocada por la falta de crecimiento econ¨®mico y los primeros recortes del gasto p¨²blico se cruzan con demandas sociales muy fuertes, a las que el Gobierno no da respuesta.
Dos modelos en la posguerra
?Por qu¨¦? La raz¨®n de fondo es que el pa¨ªs se encamina hacia el final de una era. Lo que ha sido Francia hasta ahora -no el territorio, sino el sistema social- ha funcionado sobre la base de un pacto establecido hace 50 a?os, al t¨¦rmino de la II Guerra Mundial. En la posguerra hubo dos modelos b¨¢sicos, el gaullista y el comunista, contradictorios entre s¨ª, pero ambos basados en el funcionamiento del Estado-providencia. Las dos familias pol¨ªticas pr¨¢cticamente han desaparecido y sus respectivos sucesores no saben muy bien qu¨¦ hacer con el modelo, a todas luces envejecido.
"Los gaullistas no han asumido su transformaci¨®n en liberales y ocultan el proyecto coherente que deber¨ªa resultar de ello, fundado sobre el individualismo, la retirada del Estado, la reducci¨®n de ambiciones y un espacio menor para la pol¨ªtica", explica el polit¨®logo Alain Duhamel. En cuanto a la izquierda, en que el Partido Socialista ocupa ahora el espacio hist¨®ricamente de los comunistas, no tiene nada claro por d¨®nde tirar. "Podr¨ªa declararse socialdem¨®crata como lo eran los suecos hace veinte a?os, con un objetivo de m¨¢xima protecci¨®n social, o convertirse al social-liberalismo porque esto ser¨ªa la mejor respuesta a un liberalismo muy estrecho. Pero no lo hace. De modo que las culturas pol¨ªticas dominantes han desaparecido y ninguno de los dos campos asume las culturas que afloran".
En realidad, el ¨²ltimo l¨ªder de izquierda que toc¨® el poder, Lionel Jospin, gobern¨® con pies de plomo. Sus adversarios le atacan como si hubiera sido un peligroso radical, y Medef, la principal asociaci¨®n de empresarios -el gran laboratorio desde el que se impulsa el liberalismo econ¨®mico-, todav¨ªa no ha terminado de criticar las consecuencias "nefastas" de la jornada laboral de 35 horas introducida por Jospin. Otros recuerdan, sin embargo, que el PIB franc¨¦s crec¨ªa a ritmos del 3% anual en tiempos del denostado ex primer ministro, mientras que su sucesor, Raffarin, ha tenido que conformarse con un escu¨¢lido 0,2% por todo resultado de 2003, el peor desde la recesi¨®n de 1993.
"Mucha gente dice que ese gran pacto republicano de los a?os cincuenta se ha acabado", reflexiona Patrick P¨¦pin, director de la redacci¨®n de France Culture. "En nuestro pa¨ªs los trenes funcionan, la sanidad ha sido de las mejores del mundo, el 80% de los alumnos van a la escuela p¨²blica, la cultura tiene mucha fuerza; pero cada vez hay m¨¢s gente que dice que todo eso cuesta mucho dinero y que se ha terminado".
?C¨®mo restablecer el equilibrio del sistema p¨²blico de protecci¨®n sanitaria, amenazado por un gran d¨¦ficit, sin cuestionar el pacto social que liga a los franceses desde la posguerra? ?C¨®mo garantizar la financiaci¨®n de las pensiones? La primera reforma de estas ¨²ltimas, realizada el a?o pasado, provoc¨® una buena oleada de huelgas y manifestaciones, en el fondo para limitarse a equiparar las condiciones de jubilaci¨®n de los funcionarios p¨²blicos (que se retiraban a los 57 a?os) con los trabajadores del sector privado (en general se van a los 60).
Los compromisos adquiridos respecto a las pensiones son muy elevados y la poblaci¨®n sigue envejeciendo: las personas de 65 y m¨¢s a?os representan el 16,2% de un total de 61,7 millones de habitantes, frente a una proporci¨®n del 14,6% 10 a?os atr¨¢s. Es interesante se?alar que, en ese mismo periodo, el porcentaje de menores de 20 a?os ha ca¨ªdo al 25,3%, frente al 26,7% en la pir¨¢mide de edades de 1994, seg¨²n los datos demogr¨¢ficos del Instituto Nacional de Estad¨ªsticas (INSEE).
Hay cuatro millones de alojamientos sociales en Francia, y buena parte de ellos deber¨ªan ser derribados y reconstruidos para comenzar a sanear los guetos donde se agolpan los inmigrantes en peor situaci¨®n. Pero nadie se ha planteado en serio una pol¨ªtica de integraci¨®n que costar¨ªa mucho dinero, adem¨¢s de un ataque pol¨ªtico masivo por parte de la extrema derecha. El director de Le Monde, Jean-Marie Colombani, piensa que el poder pretende que se olvide que una parte esencial del "mal franc¨¦s" deriva de la ausencia de una grande y fuerte pol¨ªtica de integraci¨®n: "Todo ocurre como si, en efecto, Jacques Chirac pensara haber encontrado la martingala electoral que permite, ahogando a la izquierda, organizar un cara a cara duradero entre derecha y extrema derecha, e instalar as¨ª a la derecha en el poder por mucho tiempo", ha escrito Colombani.
Con Chirac han bajado los impuestos directos. Su ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, ha presionado muy fuerte a la delincuencia, provocando una baja de todos los indicadores de delitos, en paralelo con el llenado de las c¨¢rceles. Pero el mismo Sarkozy no se llama a enga?o: "Una pol¨ªtica firme, que no se vive como justa, no puede franquear el paso del tiempo", ha comentado ¨¦l mismo a este peri¨®dico. Y se explica: "Esto quiere decir que los barrios (guetos) a los que hemos pedido firmemente que respeten la ley, deben comprender que la Rep¨²blica les ayudar¨¢ si vuelven al buen camino".
Sin duda, el discurso de Sarkozy no es el mismo que emana de Raffarin y del sector liberal del Ejecutivo. Sarkozy, al fin y al cabo de origen gaullista, cree en la voluntad de la pol¨ªtica. Pero los defensores de reducir el tama?o y las prestaciones del Estado tampoco carecen de argumentos: el ¨²ltimo es el r¨¦cord alcanzado por el endeudamiento estatal, equivalente al 63% del PIB. ?Qui¨¦n osar¨¢ defender un gran plan de fondos p¨²blicos dedicado a la integraci¨®n de las minor¨ªas en Francia, si cada ciudadano debe ya una media de 15.000 euros a cuenta de la deuda estatal acumulada?
"Si el Gobierno hubiera reducido el peso del gasto p¨²blico de manera significativa, como han sabido hacerlo otros pa¨ªses de la Uni¨®n Europea, Francia ahorrar¨ªa el 7% del PIB, lo cual implica cerca de 100.000 millones de euros que habr¨ªan podido ser entregados a los hogares, cerca de dos veces el impuesto sobre la renta, el equivalente a un ingreso extra de 3.000 euros por cada franc¨¦s en activo", sostiene Jacques Marseille, uno de los martillos m¨¢s sistem¨¢ticos del "despilfarro estatal" en su pa¨ªs.
Los liberales todav¨ªa son pocos en Francia. El consenso nacional sobre la conveniencia de mantener buenos (y por tanto caros) servicios p¨²blicos sigue siendo muy alto. Los discursos contra el Estado caen en o¨ªdos sordos, cuando se trata de la gran mayor¨ªa de los franceses. La conciencia nacional sobre la carest¨ªa del sistema no llega al extremo de avalar recortes importantes, pero hay sectores de la poblaci¨®n cada vez m¨¢s conscientes de que la presi¨®n fiscal y las cargas que soportan los ciudadanos es demasiado elevada: el Estado franc¨¦s toma alrededor del 45% de la riqueza nacional generada cada a?o, frente al 41% de media en la Uni¨®n Europea, el 37% en el Reino Unido y el 29% en Estados Unidos. Los defensores de la econom¨ªa liberal echan pestes del sistema "a la francesa", que consideran improductivo y causa directa del "declinar" del pa¨ªs, anunciado por una buena porci¨®n de profetas locales.
Las 'joyas' del Estado
La soluci¨®n (ideol¨®gica e instrumental) que se vislumbra es la venta de las joyas de la familia. El Estado posee una parte esencial de los instrumentos econ¨®micos: los principales servicios p¨²blicos, el alojamiento social y la mayor empresa del pa¨ªs, que no es otra que la Administraci¨®n. 6,5 millones de personas dependen del sector p¨²blico, pr¨¢cticamente 1 de cada 4 personas en activo en Francia.
Todo este fondo de problemas explican el inter¨¦s por los resultados de las pr¨®ximas elecciones regionales, muy por encima de su verdadera finalidad, que no es otra que cubrir unos consejos de competencias y presupuestos muy limitados, sin comparaci¨®n alguna con las instituciones auton¨®micas en Espa?a. Pero la estrat¨¦gica situaci¨®n en el calendario de estos comicios, casi en la mitad del mandato legislativo y presidencial, tienen muy pendiente a la clase pol¨ªtica: pueden ser el freno a los planes liberalizadores del Gobierno o, por el contrario, el refrendo que ¨¦ste busca para proseguir su actuaci¨®n con mayores br¨ªos.
Chirac y Raffarin esperan una mejor relaci¨®n con Rajoy
EN LOS EQUIPOS QUE RODEAN al presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, y al jefe del Gobierno franc¨¦s, Jean-Pierre Raffarin, se ha abierto un comp¨¢s de espera respecto a Espa?a. Las relaciones de Chirac con el Gobierno espa?ol fueron mediocres, incluso muy fr¨ªas a partir de la crisis de Irak, donde ambos tomaron posiciones diametralmente opuestas. La retirada de Aznar abre una interrogante respecto a la posibilidad de recomponer los estropicios de la etapa anterior.
Raffarin acudi¨® recientemente a Madrid para apoyar a Rajoy en un acto p¨²blico y expres¨® su cercan¨ªa a la l¨ªnea pol¨ªtica del Partido Popular, un dato que no carece de significaci¨®n dentro de la batalla organizada en el seno de la derecha en Francia. Mucho m¨¢s fluidas han sido las relaciones del Gobierno espa?ol con el ministro de Justicia, Dominique Perben, y, sobre todo, con el titular de Interior, Nicolas Sarkozy, en ambos casos porque Aznar les necesitaba para la lucha contra ETA.
Sarkozy va m¨¢s all¨¢ de ese inter¨¦s tan concreto. El ministro franc¨¦s ha elaborado un discurso claro sobre la necesidad de que Espa?a se integre plenamente en el funcionamiento de Europa. Su estrategia consiste en construir una relaci¨®n s¨®lida entre cinco pa¨ªses, Alemania, Reino Unido, Espa?a, Italia y Francia, porque "representan 300 millones de habitantes sobre los 370 millones de la UE", y tienen "los mismos problemas" en materia de terrorismo, redes de traficantes y control de la inmigraci¨®n clandestina.
"La Europa de 25 miembros necesitar¨¢ pa¨ªses que hablen con una misma voz", ha explicado Sarkozy. "No se trata de colocar a 'los grandes pa¨ªses frente a los peque?os', sino de que todos los que tienen los mismos problemas no est¨¦n obligados a esperar durante a?os a que todo el mundo se ponga de acuerdo para actuar. Si hay que esperar a que 25 pa¨ªses se pongan de acuerdo sobre el modo de combatir las redes de inmigraci¨®n irregular, por ejemplo, yo temo que nuestras opiniones p¨²blicas nacionales se exasperen de este inmovilismo. Por eso estoy convencido de que los que quieran ir juntos de manera m¨¢s r¨¢pida, deben poder hacerlo. Europa no puede ser el inmovilismo".
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