Lo mejor para los ni?os
Era cuesti¨®n de tiempo que llegase a la opini¨®n p¨²blica informaci¨®n sobre un hecho que resulta nuevo para muchas personas, pese a no ser excepcional, como es la existencia de familias formadas por homosexuales y sus hijos, sean ¨¦stos biol¨®gicos, producto de un matrimonio anterior, o de la inseminaci¨®n artificial, o adoptivos. La raz¨®n de que este hecho se convirtiese en motivo de reflexi¨®n ha sido la noticia de que una juez de Pamplona ha concedido la patria potestad de los hijos de una lesbiana a su compa?era, que ha pasado a ser una segunda madre para las ni?as. Desde que la sentencia fue conocida, no han dejado de o¨ªrse opiniones sobre una decisi¨®n judicial que en este caso est¨¢ ajustada a derecho, al derecho foral de esa comunidad aut¨®noma, no del resto del Estado.
No debe perderse de vista la cuesti¨®n principal, que es el bien del menor
Los hijos de familias homosexuales est¨¢n desprotegidos por la legislaci¨®n vigente
En este art¨ªculo voy a reflexionar sobre la realidad de las familias homosexuales, u homoparentales, desde varios puntos de vista. El primero ser¨ªa considerar si, como se ha dicho a menudo, incluso desde un editorial de este peri¨®dico, el mejor modelo de familia sea aquel donde existe un hombre y una mujer que son, respectivamente, el padre y la madre biol¨®gicos de los ni?os. Planteo esta cuesti¨®n porque no comprendo c¨®mo se puede defender a priori que un modelo familiar sea superior a otros. Las familias son buenas o malas para los ni?os dependiendo de las relaciones de respeto y afecto que mantienen, entre s¨ª, y con ellos, quienes las forman. Si los papeles de sexo y g¨¦nero heredados fuesen una garant¨ªa de equilibrio y felicidad, no ser¨ªan tan frecuentes los divorcios ni la violencia hacia las mujeres, o hacia los propios hijos. Violencia tan cotidiana que durante muchos a?os no fue ni siquiera noticia. El hecho es que hay familias tradicionales buenas y malas, y familias homosexuales, monoparentales, etc¨¦tera, buenas y malas. Sin embargo, a priori, no se puede prejuzgar su capacidad. Es el estudio caso por caso el que nos dir¨¢, les dir¨¢ a los expertos, si son adecuadas y cumplen la funci¨®n de educaci¨®n y protecci¨®n que se espera de ellas, por ejemplo para darles ni?os en adopci¨®n.
Por otra parte, si el reparto de papeles de g¨¦nero en las familias fuese tan necesario, hace tiempo que se habr¨ªa observado en los hijos de viudos y viudas, madres solteras, etc¨¦tera, alguna clase de desequilibrio, dificultades en su relaci¨®n con otros ni?os, etc¨¦tera. Trastornos que nadie ha pretendido haber descubierto. Y si la ausencia de uno de los progenitores fuese tan negativa, habr¨ªa que pensar en prohibir aquellas profesiones donde uno de los padres est¨¢ ausente del hogar durante mucho tiempo, como en el caso de los marinos, o la posibilidad de que emigre uno de los progenitores, ya que tanto en un caso como en otro ¨¦stos permanecen durante meses sin ver a su familia. ?Y qu¨¦ decir de aquellas condiciones laborables en la hosteler¨ªa, la construcci¨®n, etc¨¦tera, que obligan a los padres a permanecer todo el d¨ªa fuera de casa y s¨®lo pueden ver a sus hijos en el momento en que ¨¦stos tienen que irse a dormir?
Pero, al margen de la situaci¨®n en la que se encuentren los padres, no debe perderse de vista la cuesti¨®n principal, que es el bien del menor, y en ¨¦l hay que pensar cuando se legisla sobre este asunto. Desde esta ¨®ptica, el hecho que deber¨ªa preocupar a quienes se preocupan por los menores es que los hijos de las familias homosexuales est¨¢n gravemente desprotegidos como consecuencia de la legislaci¨®n vigente. Porque si el padre o madre del ni?o, biol¨®gico o adoptivo, fallece por causas naturales, como una grave enfermedad, o por causas accidentales, como un accidente de tr¨¢fico, el menor corre un serio riesgo de ir a parar a una instituci¨®n de acogida, heredera de los antiguos orfanatos. Su segundo padre o madre no son nada, legalmente hablando. Aunque exista una excelente relaci¨®n entre ellos, su uni¨®n no tiene cabida ni realidad para la ley. As¨ª, a una experiencia dolorosa, tanto mayor cuanto afecta a quien no tiene capacidad para superarla, se une un segundo dolor, como es la ruptura de la familia en la que el menor est¨¢ integrado y su paso a un mundo que se pude suponer carente de afectos. Esto, seg¨²n todos los expertos, es lo peor que les puede suceder.
Por eso, contra lo que afirman quienes dicen defender a la familia y a los menores, es la situaci¨®n actual lo que atenta contra la felicidad de los ni?os y lo que se debe cambiar por su bien. A lo que tienen derecho los menores es a dos padres mejor que a uno, no a que ¨¦stos sean obligatoriamente un hombre y una mujer. Cuanto m¨¢s tarden los legisladores en aceptar esto y darle cobertura legal, mayor ser¨¢ el n¨²mero de menores que est¨¦n en riesgo de padecer, o sufran de hecho, la situaci¨®n que he expuesto.
Javier Ugarte P¨¦rez es doctor en Filosof¨ªa y director del volumen 4 de la revista Orientaciones, dedicado a las familias homoparentales.
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