A la caza del votante propio
Xavier Roig, especialista en campa?as electorales, analiza la estrategia del PSOE para movilizar a sus abstencionistas de 2000 frente a la del PP para lograr apoyos en caladeros ajenos
La estrategia en unas elecciones, como en cualquier otra actividad humana, ordena las acciones destinadas a conseguir el objetivo formulado de acuerdo con los recursos de los que se dispone. La estrategia, una vez definida y acordada, permite tomar con tranquilidad, coherencia y, sobre todo, rapidez las decisiones de cada d¨ªa.
Casi un a?o y medio antes de las elecciones auton¨®micas catalanas de 1999, dos expertos norteamericanos coincidieron en su diagn¨®stico tras visionar separadamente el v¨ªdeo sobre uno de los famosos m¨ªtines del PSC en el Palau de Sant Jordi de Barcelona: la apoteosis de banderas y de signos de identidad propios en un acto de culminaci¨®n de campa?a era impropia e inadecuada para un partido con vocaci¨®n de gobierno que necesitaba conseguir una mayor¨ªa de votos.
"Si aspir¨¢is a conseguir la confianza de una mayor¨ªa de votantes no pod¨¦is irrumpir en el comedor de sus casas con unas im¨¢genes tan afirmativas de una identidad diferenciada, de militancia casi excluyente", aseveraron. Esa forma de subrayar los s¨ªmbolos propios de una manera tan llamativa ser¨ªa, seg¨²n su planteamiento, m¨¢s adecuada para un partido minoritario.
- Centralidad de la estrategia. La contundente afirmaci¨®n de los dos consultores norteamericanos cambi¨® definitivamente la forma de afrontar la campa?a por parte del PSC. Es una an¨¦cdota que permite subrayar la relevancia de la estrategia como gu¨ªa de la acci¨®n electoral.
Un aspecto central de la estrategia es la direcci¨®n de la capacidad de movilizaci¨®n. La proximidad del 14-M ha vuelto a impulsar el debate sobre la participaci¨®n y la aparente dificultad de los partidos de centroizquierda y de izquierda para maximizar sus posibilidades de triunfo.
El PSOE est¨¢ orientando su estrategia a incrementar la participaci¨®n de los llamados votantes propios. Se trata, en todo caso, de un planteamiento que merece ser sometido a escrutinio porque ha cosechado algunos fracasos en convocatorias recientes. Especialmente porque es una opci¨®n radical dif¨ªcil de llevar hasta sus ¨²ltimas consecuencias en el corto margen de tiempo de una campa?a electoral y que, normalmente, se complementa con acciones compensatorias dirigidas al electorado m¨¢s centrista. El resultado puede ser un panorama de confusi¨®n e incoherencia, ya que el discurso moderado que el l¨ªder Zapatero dirige a los votantes de centro se enmarca en la l¨®gica de los m¨ªtines, un entorno claramente disuasorio para ellos, que probablemente han votado a otros partidos en anteriores elecciones.
El PP sabe que un buen resultado en las urnas depende en gran medida de su capacidad de atraer votantes no propios. Su estrategia parece condicionada por este objetivo central y construye su mensaje en unos t¨¦rminos que no faciliten la divisi¨®n del electorado de la manera que interesar¨ªa a los socialistas. Aspira, de hecho, a acorralar a los socialistas en el rinc¨®n de sus votantes fieles, ape¨¢ndolos de la competencia por el centro a trav¨¦s de la identificaci¨®n con el radicalismo, tanto izquierdista como nacionalista.
- Poco tiempo para persuadir. El problema de los votantes propios es que son ciudadanos que han pasado a ser abstencionistas estructurales: no votan habitualmente, tienen una escasa participaci¨®n en la vida pol¨ªtica y es muy dif¨ªcil en tan breve plazo convencerles de que cambien de actitud en n¨²mero suficiente.
El electorado no est¨¢ compuesto de votantes propios y no propios, de buenos y malos, en t¨¦rminos maniqueos. La movilizaci¨®n de los electores responde a¨²n en nuestro contexto meridional europeo a una cierta fidelidad ideol¨®gica, pero el grueso de esos votantes propios adelgaza progresivamente. Es algo que saben perfectamente los responsables de movilizaci¨®n de los partidos de izquierda, que han comprobado c¨®mo cada vez resulta m¨¢s dif¨ªcil llenar pabellones y plazas de toros.
Es ya un lugar com¨²n decir que la campa?a se gana o se pierde en el terreno de los indecisos, pero tambi¨¦n es habitual que la estrategia ignore eso que todo el mundo considera obvio.
La percepci¨®n que los responsables de campa?a tengan del electorado es fundamental para una definici¨®n adecuada de la estrategia. Para decirlo de una forma muy sencilla y simplificada: si la direcci¨®n de campa?a entiende que el electorado est¨¢ formado fundamentalmente por dos bloques y que de los dos, el favorable o propio es el m¨¢s grande, ser¨¢ lo m¨¢s natural del mundo centrar todos los esfuerzos en movilizar esta parte de los electores supuestamente m¨¢s numerosa.
- Recursos, donde sean rentables.El planteamiento de buscar un m¨¢ximo n¨²mero de votos entre los electores m¨¢s pr¨®ximos es de sentido com¨²n. Pero hay que concentrarse en buscar esos votos entre aquellos que votan efectivamente o estar¨ªan dispuestos a hacerlo, y no perder m¨¢s tiempo ni recursos de lo estrictamente imprescindible. Porque si el objetivo no es suficientemente realista se corre el riesgo de cometer errores estrat¨¦gicos decisivos. Algo de esto sucedi¨® con la movilizaci¨®n fallida del votante de izquierda que se intent¨® con el pacto entre el PSOE e IU en las elecciones generales del a?o 2000.
Los esfuerzos no realistas de movilizaci¨®n de un te¨®rico bloque propio pueden descompensar la aplicaci¨®n de recursos de manera que acaben siendo excesivos los dedicados a un objetivo casi imposible, y escasos los necesarios para convencer a ciudadanos dispuestos a votar. Y aqu¨ª recursos se refiere no s¨®lo a los econ¨®micos sino tambi¨¦n a tiempo y capacidad de gesti¨®n.
La gesticulaci¨®n necesaria para intentar la recuperaci¨®n de los votantes desaparecidos puede conducir, adem¨¢s, al efecto perverso de provocar una movilizaci¨®n adicional de los adversarios. Es ¨¦ste el sentido de algunas observaciones en la l¨ªnea de que al PP le interesaba enfriar la campa?a, algo que ahora ya no est¨¢ tan claro.
Y, desde luego, no hay otra salida que ensayar soluciones imaginativas y potentes para enfrentarse con problemas complejos. Con un mismo instrumento electoral es dif¨ªcil resolver problemas distintos como la movilizaci¨®n de los votantes m¨¢s pr¨®ximos y la penetraci¨®n en el campo de los indecisos.
La focalizaci¨®n de la campa?a socialista en Rodr¨ªguez Zapatero es un ejemplo de reorientaci¨®n estrat¨¦gica, ya que de las ¨²ltimas encuestas publicadas se desprende que el cambio al que aspira una mayor¨ªa de los electores est¨¢ mejor representado con un Zapatero enfrentado a Rajoy que confrontando el PSOE con la reconocida eficiencia del PP como m¨¢quina.
Es posible, como nos recuerda el m¨¢s veterano de los consultores pol¨ªticos norteamericanos, Joe Napolitan, que una campa?a mediocre se salve si la estrategia es la correcta, pero es imposible que una buena campa?a tenga ¨¦xito si la estrategia no es la adecuada.
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