?Habr¨¢ sorpresa el 14-M?
En la noche de la derrota electoral de 1996, Felipe Gonz¨¢lez, dirigi¨¦ndose al electorado socialista, afirm¨® que le hab¨ªa faltado una semana m¨¢s de campa?a y un debate televisivo con Aznar para haber ganado las elecciones. Con esta declaraci¨®n, el l¨ªder del PSOE daba por descontado que las campa?as electorales s¨ª que influyen. Sin embargo, es bien sabido que la capacidad de una campa?a para producir un vuelco electoral es, por lo general, reducida. Las elecciones, normalmente, no sorprenden. Pero, como en todo, siempre hay excepciones. En las elecciones alemanas de 2002, el candidato socialdem¨®crata Schr?der gan¨® pese a que las encuestas preelectorales presagiaban su derrota. Igualmente, las elecciones de 1993 en Espa?a dieron, contra todo pron¨®stico, la cuarta victoria a los socialistas. El futuro no siempre est¨¢ determinado de antemano.
Las campa?as adquieren protagonismo cuando las elecciones son re?idas y el resultado depende de peque?as transferencias de voto; cuando los pron¨®sticos electorales no son concluyentes; cuando los candidatos son una inc¨®gnita para los ciudadanos; y cuando hay una bolsa considerable de indecisos que puede modificar a ¨²ltima hora el reparto de votos. ?Se dan ahora las condiciones para que la campa?a influya? ?Puede haber sorpresas el 14 de marzo?
Seg¨²n las encuestas preelectorales de diversos institutos de opini¨®n, estas elecciones no parecen ser excesivamente re?idas. La distancia que separa a los dos principales partidos oscila entre 4 y 9,5 puntos, y todos los estudios sin excepci¨®n dan al PP como ganador. El Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (CIS), que ofrece habitualmente los pron¨®sticos m¨¢s fiables, se?ala una diferencia de casi 7 puntos. Sin embargo, ¨¦sta no es la distancia real entre el PP y el PSOE, sino la que el CIS obtiene mediante sus propios procedimientos de imputaci¨®n de voto a los indecisos. La diferencia en intenci¨®n directa de voto, sin estimaciones posteriores, es de poco m¨¢s de 3 puntos. Adem¨¢s, si la predicci¨®n del voto de los indecisos se calcula a partir de la pregunta sobre el partido por el que ¨¦stos sienten m¨¢s simpat¨ªa, la distancia entre el PP y el PSOE cae hasta poco m¨¢s de un punto, lo que indica una situaci¨®n de empate t¨¦cnico. Hay razones para dudar de las estimaciones del CIS. En 2000, su encuesta indicaba una diferencia de 10 puntos entre el PP y el PSOE, distancia que tras la estimaci¨®n o cocina qued¨® reducida a la mitad. El d¨ªa de las elecciones el PP sac¨® esos diez puntos de ventaja y no los cinco que anunciaba el CIS. El CIS err¨® en aquella ocasi¨®n y podr¨ªa estar errando de nuevo.
Otro factor de incertidumbre, capaz de hacer esta campa?a influyente, es lo que los ciudadanos saben, o m¨¢s bien no saben, sobre sus candidatos. ?stas son unas elecciones en las que se enfrentan dos individuos que, pese a su ya larga experiencia en la pol¨ªtica, se estrenan como posibles presidentes. Los espa?oles desconocemos la capacidad de los candidatos para llevar a cabo los proyectos de sus partidos sobre Espa?a. Ser¨ªa crucial, a este respecto, la celebraci¨®n de unos debates electorales que pusiesen frente a frente a los dos l¨ªderes. Los debates en televisi¨®n constituyen una fuente indudable de informaci¨®n para los ciudadanos: informaci¨®n no s¨®lo sobre el talante de los pol¨ªticos, sino tambi¨¦n sobre las virtudes y flaquezas de sus programas. Los debates entre Gonz¨¢lez y Aznar en 1993 sirvieron precisamente para que los indecisos de izquierda que finalmente optaron por apoyar al PSOE, mejoraran considerablemente su opini¨®n sobre el l¨ªder. Entre aquellos ciudadanos que se inclinaron en el ¨²ltimo momento por el PSOE y que afirmaron que los debates les hab¨ªan servido para mejorar su imagen del l¨ªder, la valoraci¨®n media de Gonz¨¢lez pas¨® del aprobado al notable alto. La movilizaci¨®n gracias a los debates electorales de los indecisos de izquierda en 1993 contribuy¨® a la victoria socialista.
Pero dado que uno de los dos candidatos se niega a debatir, la clave de las elecciones est¨¢ en c¨®mo se comporten en estas circunstancias los electores indecisos. El porcentaje de individuos que no determina su opci¨®n de voto hasta poco antes de la elecci¨®n var¨ªa de unos comicios a otros, aunque suele oscilar en torno al 20% del electorado. En las elecciones de 2000, el Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas mostraba un 17% de individuos que no sab¨ªa a qui¨¦n iba a votar. Con un censo electoral de 34 millones de espa?oles, el grupo de indecisos se compon¨ªa de casi 5,8 millones de personas. Teniendo en cuenta que la diferencia entre el PP y el PSOE fue de 2,4 millones de votos, el comportamiento de estos ciudadanos el d¨ªa de la elecci¨®n fue y ser¨¢ absolutamente decisivo.
Cabr¨ªa argumentar que se concede excesiva importancia al comportamiento de los ciudadanos indecisos el d¨ªa de la elecci¨®n. Al fin y al cabo, si los indecisos est¨¢n, como es de esperar, tanto en la izquierda como en la derecha, unos acabar¨¢n votando al PP, otros al PSOE, y otros simplemente se abstendr¨¢n. Salvo que la campa?a de uno de los dos partidos resultase realmente nefasta, el efecto de lo que hagan los indecisos progresistas quedar¨¢ cancelado por el efecto de c¨®mo se comporten los indecisos conservadores. Si esto fuese as¨ª, se podr¨ªa igualmente sostener que la campa?a influye, aunque los efectos netos de la misma no hacen variar los resultados.
Sin embargo, nada de esto sucede en Espa?a. Los individuos que dejan para el final la decisi¨®n de a qui¨¦n votar no se distribuyen uniformemente a lo largo del eje ideol¨®gico, de 1 (extrema izquierda) a 10 (extrema derecha). Los indecisos son principalmente de izquierdas. En 2000, mientras que el 50% de los indecisos se situaba en el ¨¢rea izquierda del eje (del 1 al 5), ¨²nicamente el 14% lo hac¨ªa en la zona de la derecha (del 6 al 10). El grueso de los indecisos, el 28%, se hallaba en el punto 5 de la escala, t¨¦cnicamente el centro izquierda, mientras que el 18% se colocaba en la izquierda (posiciones 3 y 4). La indecisi¨®n en la derecha era, por el contrario, mucho menos frecuente: ¨²nicamente el 9% de los ciudadanos indecisos se consideraba de centro derecha (posici¨®n 6) y el 5% de derecha (posiciones 7 y 8). Esta asimetr¨ªa en la distribuci¨®n ideol¨®gica de indecisos es, sin duda alguna, un determinante crucial de la incertidumbre en las elecciones del 14 de marzo. Si los indecisos de izquierda se activan a favor del PSOE, Zapatero puede ser presidente.
En definitiva, las campa?as pueden ser decisivas bajo ciertas condiciones. Aunque estas elecciones no son, aparentemente, unas elecciones re?idas, los ciudadanos que a¨²n se muestran indecisos, son, en su mayor¨ªa, individuos de izquierda o centro izquierda. La clave de lo que suceda el 14 de marzo est¨¢ pues en sus manos. De ellos depende que al final haya sorpresa.
Bel¨¦n Barreiro es profesora de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Complutense y miembro del Instituto Juan March.
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