Morir en Hait¨ª
El cad¨¢ver de Ricardo Ortega, periodista de Antena 3 Televisi¨®n que cubr¨ªa la grave crisis pol¨ªtica de Hait¨ª, rayana en un conflicto civil, regres¨® ayer a Espa?a en un avi¨®n militar enviado al efecto. Estaba haciendo lo que sol¨ªa: informar en caliente desde una zona de alto riesgo. A sus 37 a?os, Ortega era ya un veterano en la cobertura informativa de conflictos b¨¦licos. El pasado domingo segu¨ªa, junto a otros periodistas, una manifestaci¨®n de ciudadanos de Puerto Pr¨ªncipe, la capital haitiana, que expresaban su alegr¨ªa por la ca¨ªda de Bertrand Aristide. Grupos de leales al presidente derrocado abrieron fuego contra la zona donde se encontraban los informadores. Hubo al menos seis muertos, uno de ellos el periodista espa?ol.
Ortega muri¨® v¨ªctima de unos disparos que muy improbablemente pod¨ªan tenerle como objetivo y en una situaci¨®n en principio menos peligrosa que muchas otras vividas por ¨¦l mismo en Chechenia, Bosnia u otros conflictos. Despu¨¦s de la huida de Aristide y la llegada de tropas internacionales bajo mandato de la ONU, se hab¨ªa generado la impresi¨®n de que los mayores peligros de derramamiento de sangre hab¨ªan pasado. Sin embargo, en situaciones tan vol¨¢tiles, el drama muchas veces acecha tras tranquilas apariencias y llega como la peor de las fatalidades. Con Ortega son ya nueve los periodistas espa?oles muertos en conflictos b¨¦licos desde 1980 en todo el mundo.
Los periodistas no ignoran los riesgos de su trabajo. Los asumen por vocaci¨®n: la de ser testigos de lo que pasa, relatores de la historia del presente, en cualquier lugar, pr¨®ximo o remoto, del planeta. Pero la de Ortega no parece una muerte accidental. Todo apunta a que los pistoleros dispararon contra los periodistas. Aun en el caos haitiano, las autoridades espa?oles y las fuerzas de Naciones Unidas deben esclarecer los hechos.
Vuelven, como en tr¨¢gicos hechos similares en el pasado, a surgir pol¨¦micas sobre las condiciones laborales y profesionales de los enviados especiales a zonas en conflicto. La experiencia aconseja que su trabajo cuente con la mejor protecci¨®n posible, en todos los sentidos de la palabra. Protegi¨¦ndoles a ellos se protege el derecho a la informaci¨®n, que es de todos.
Hoy, sin embargo, s¨®lo cabe una expresi¨®n de profundo respeto y reconocimiento a este excelente profesional fallecido en el ejercicio de su trabajo, como a todos aquellos que le precedieron en los ¨²ltimos a?os en tan triste regreso a su patria.
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